La utilidad de lo inútil por Nuccio Ordine


Reseña

Nuccio Ordine sostiene que las actividades consideradas “inútiles” (literatura, filosofía, arte e investigación pura) son esenciales para la libertad humana, la imaginación moral y la vida democrática, contrarrestando las presiones modernas para medir todo valor por la utilidad económica inmediata.

Revive el humanismo renacentista, mostrando cómo pensadores como Dante, Pico della Mirandola, Montaigne y Giordano Bruno buscaron el conocimiento por sí mismo para cultivar la virtud, la autocreación y la responsabilidad cívica.

Ordine pide un patrocinio renovado, protección institucional y apoyo público para la investigación no instrumental, afirmando que preservar espacios para los “inútiles” es una necesidad moral y cívica para una sociedad humana y resiliente.

Contexto

L'utilità dell'inutile (La utilidad de lo inútil) (2013), de Nuccio Ordine, fue escrita como respuesta a las presiones de principios del siglo XXI que exigían que toda actividad humana demostrara un valor económico inmediato. Ordine enmarca su argumento en contra de ese clima instrumental, insistiendo en que lo inútil es lo más útil y que reducir el valor a resultados mensurables «erosiona los bienes espirituales y cívicos» (argumenta que estos bienes deben defenderse incluso cuando no producen un rendimiento comercial).

La obra de Nuccio Ordine reivindica el humanismo renacentista como una práctica intelectual y moral viva, más que como un antiguo archivo de textos clásicos. Está particularmente influenciado por las lecturas de Giordano Bruno y Pico della Mirandola, quienes enfatizan su búsqueda del conocimiento por sí mismo. Argumenta que los studia humanitatis (gramática, retórica, poesía, historia y filosofía moral) tenían como objetivo formar ciudadanos virtuosos y libres, no simplemente producir técnicos o valor económico:

“Los estudios humanísticos tienen como objetivo la educación de toda la persona, cultivando el juicio, la memoria y la elocuencia”.

Dante

Para Ordine La Divina Comedia funciona como una pedagogía moral, un itinerario educativo que guía al lector del error a la claridad moral. Argumenta que el poema es «una escuela de memoria y de conciencia», destinada a formar el juicio y las pasiones del lector. Los encuentros, castigos y reconciliaciones de Dante son, por lo tanto, escenas instructivas diseñadas para moldear la virtud cívica y la responsabilidad personal. Ordine a menudo subraya el propósito ético práctico del poema, no solo su complejidad teológica o alegórica.

Ordine también se centra en la defensa que hace Dante de los libros, el saber y las humanidades, como elementos esenciales para el desarrollo humano. Señala que Dante afirma «el valor indispensable de la cultura contra la ignorancia y la barbarie», presentando la lectura y la memoria como herramientas de salvación tanto para los individuos como para las comunidades. Ordine se opone a las interpretaciones políticas reduccionistas de Dante, insistiendo en que la riqueza moral y literaria de La Comedia trasciende las etiquetas partidistas y ofrece reflexiones universales sobre la justicia, el amor y la dignidad humana.

Pico della Mirandola

Giovanni Pico, en su Discurso sobre la dignidad del hombre, presenta la búsqueda del conocimiento como la vocación que define al ser humano, un proyecto ontológico donde el libre albedrío le permite ascender en la escala del ser hacia lo divino. Para Pico, el aprendizaje filosófico y teológico no son meras herramientas prácticas, sino el medio mismo de la autocreación: el conocimiento permite al alma elegir su naturaleza y buscar la perfección. La búsqueda de la sabiduría es, por lo tanto, a la vez dignificante y salvífica, convirtiendo el esfuerzo intelectual en una forma de elevación espiritual.

Tanto Ordine como Pico defienden el conocimiento por sí mismo, pero definen su valor de forma diferente. Ordine valora la lectura por sus efectos humanizadores, morales y cívicos en la vida histórica y cultural. Defiende las prácticas contemplativas contra la mercantilización. Por otro lado, Pico sitúa el conocimiento en una narrativa metafísica y teológica de ascenso y autoformación, donde el esfuerzo intelectual es la vía hacia un ser superior. La retórica de Ordine es restauradora y humanista; la de Pico, exaltada. Juntos convergen en la convicción de que el conocimiento transforma el yo más allá de los fines instrumentales: uno enfatiza el cultivo cívico interior, el otro, la elevación metafísica.

Montaigne 

Nuccio Ordine y Michel de Montaigne comparten una preocupación humanista por la dignidad y la complejidad moral del individuo, pero abordan el humanismo desde diferentes posiciones históricas y con distintos énfasis. Ordine, estudioso de la cultura renacentista, retoma y defiende los valores clásicos y humanistas frente al instrumentalismo moderno. Argumenta que la literatura, la poesía y las humanidades cultivan la imaginación moral, la libertad de pensamiento y la resistencia a la reducción utilitarista. Sostiene que la cultura es el recurso supremo de la libertad, insistiendo en que las obras producidas sin utilidad económica preservan la libertad humana y la capacidad de juicio crítico. Montaigne, escribiendo en el siglo XVI, practica un humanismo reflexivo y escéptico basado en el autoexamen. Sus Ensayos son un ejemplo de humildad intelectual y curiosidad, afirmando que comprender la naturaleza humana requiere un autoexamen sincero y tolerancia. En «De caníbales» y otros ensayos, pregunta: «¿Qué sé yo?» y utiliza ejemplos personales para demostrar cómo el juicio, la costumbre y la razón son falibles.

Ambos pensadores defienden el valor del saber clásico y el papel educativo de la literatura, pero Ordine lo presenta como un argumento público contra el cinismo económico contemporáneo, mientras que Montaigne presenta el humanismo como una práctica vivida, una forma ética de ser modesto, humano y atento a los demás. Ordine enfatiza la restauración, argumentando que las humanidades restauran la sensibilidad moral y la cultura democrática. Afirma que «los libros no son un lujo, son una necesidad». Montaigne enfatiza el examen interior y la tolerancia, argumentando que reconocer nuestros límites fomenta la clemencia y la armonía social: «Filosofar es aprender a morir», escribe, vinculando la reflexión humanista con el cultivo de la sabiduría en la vida cotidiana.

El enfoque escéptico de Montaigne cuestiona las afirmaciones universales y privilegia la experiencia y la prudencia. Sus ensayos sugieren que las virtudes surgen del autoconocimiento y la imaginación empática. Ordine acepta el escepticismo de Montaigne, pero lo enmarca en un programa más amplio que defiende el valor intrínseco del conocimiento no utilitario frente a las lógicas gerenciales modernas. Considera el humanismo tanto como guardián de la imaginación moral como una política cultural activa.

Así, mientras Montaigne practica el humanismo como indagación personal y temple moral, Ordine lo defiende como una defensa pública y programática de los valores no económicos de la cultura. Sin embargo, ambos coinciden en la convicción de que la lectura y el pensamiento reflexivo son fundamentales para la vida humana.

Giordano Bruno

En sus libros sobre Bruno (Giordano Bruno y la filosofía del asno (La cabala dell'asino ) (1987) y Giordano Bruno, Ronsard y la religión (2007), Ordine destaca el uso que hace Bruno de la imaginación y las técnicas de memoria junto con el argumento especulativo, y considera el estilo de Bruno como deliberadamente provocador para perturbar la sabiduría recibida. A menudo destaca los métodos teatrales y dialécticos de Bruno y trata las prácticas retóricas de Bruno como parte integral de su proyecto filosófico, no como meros adornos:

Bruno escribe para transformar la forma en que vemos la realidad, no simplemente para proporcionar argumentos que encajen en un sistema académico”.

Ordine argumenta que Bruno sigue siendo relevante para los debates contemporáneos sobre ciencia, filosofía y los límites del conocimiento. Le presenta como una figura cuya imaginación cosmológica e insistencia en la autonomía intelectual siguen desafiando el dogmatismo, posicionándole como un pensador cuya audacia contribuye a renovar la investigación moderna:

“El pensamiento de Bruno nos invita a imaginar posibilidades que nuestras categorías actuales aún no pueden contener.”

Abraham Flexner

Fue el ensayo de Abraham Flexner de 1939, La utilidad del conocimiento inútil, el que inspiró el libro de Ordine. Flexner argumentó que la erudición no utilitarista, impulsada por la curiosidad, produce los avances más profundos y transformadores para la sociedad. Flexner defendió la investigación pura y la indagación liberal frente a las exigencias de que toda actividad demuestre una recompensa práctica inmediata, escribiendo que investigar ideas sin utilidad presente a menudo produce beneficios imprevistos y trascendentales más adelante. Flexner fue uno de los fundadores del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, que reunió a algunas de las mentes más brillantes de la historia para colaborar en el descubrimiento y la investigación intelectual. Entre ellos se encontraban Albert Einstein, J. Robert Oppenheimer, John von Neumann y Kurt Gödel. Elogió a las instituciones y mecenas que protegían la libertad de los académicos para seguir la curiosidad intelectual en lugar de la utilidad a corto plazo.

El libro de Ordine se hace eco de la afirmación central de Flexner, pero la reorienta hacia las humanidades y la vida cívica. Ordine adopta la paradoja de Flexner: la indagación "inútil" puede ser sumamente útil. Pero enfatiza los enfoques morales, estéticos y pedagógicos: los libros, la lectura y la belleza cultivan el juicio, la libertad y la resiliencia democrática de maneras que las métricas no pueden captar. Mientras Flexner enfatizaba los beneficios sociales a largo plazo de la ciencia pura y la erudición, Ordine enfatiza el papel inmediato y formativo de las humanidades en la formación de personas y públicos.

Ambos autores comparten la defensa de la libertad intelectual: la petición de Flexner de proteger la autonomía académica coincide con el llamado de Ordine a defender el tiempo para la lectura y el estudio profundos. Ambos abogan por acuerdos institucionales (financiación, patrocinio, espacio curricular) que ayuden a proteger la investigación no instrumental de las presiones del mercado a corto plazo.

Sin embargo, difieren en sus fundamentos para el progreso. Flexner cree que la ciencia pura y la investigación son el motor de un progreso imprevisto; Ordine piensa que la literatura, la filosofía y las artes son formativas para el carácter y la ciudadanía. 

También discrepan sobre los objetivos normativos. El argumento de Flexner es consecuencialista: el conocimiento inútil se vuelve útil mediante aplicaciones posteriores; Ordine prioriza la belleza y la lectura, incluso cuando nunca tienen aplicación práctica.

También emplean un registro retórico diferente. Flexner escribe como un reformador institucional que aborda la política científica y educativa; Ordine escribe como un humanista público que hace un alegato moral y cultural.

Flexner influyó en Ordine al ofrecer una estrategia retórica: usar la paradoja de la utilidad para defender la investigación no instrumental. Ordine hereda y adapta dicha estrategia a los debates contemporáneos sobre humanidades en tiempos de austeridad. Ambos textos funcionan como intervenciones en debates públicos sobre financiación, currículos y prioridades institucionales. Ordine actualiza la defensa de Flexner para cubrir los casos en que la lógica del mercado afecta a los programas de humanidades. Además, presentan argumentos complementarios. Los lectores y los responsables políticos pueden combinar la evidencia de Flexner sobre los beneficios sociales a largo plazo de la investigación pura con las afirmaciones de Ordine sobre los beneficios morales y cívicos inmediatos de las humanidades para argumentar con mayor contundencia a favor de la protección de todas las formas de conocimiento "inútil".

Resumen

Introducción

Nuccio Ordine comienza cuestionando la obsesión moderna por la utilidad y la productividad, argumentando que la sociedad infravalora las actividades y el conocimiento que parecen "inútiles" porque no producen beneficios económicos inmediatos. Traza una larga historia intelectual que muestra cómo el arte, la literatura, la filosofía y la ciencia pura —actividades a menudo descartadas por no ser prácticas — han generado repetidamente profundos beneficios humanos, éticos y culturales que no pueden medirse en términos de mercado. Ordine insiste en que lo supuestamente inútil enriquece la vida humana al cultivar la imaginación, el pensamiento crítico y la sensibilidad moral, y que reducirlo todo a la utilidad empobrece la vida pública y disminuye nuestra capacidad de libertad.

Ordine también advierte que tratar el conocimiento y la cultura como mercancías beneficia a los poderes políticos y económicos al desalentar la disidencia y la indagación crítica. Celebra ejemplos de pensadores y artistas del pasado que crearon obras sin considerar la utilidad inmediata, figuras que expandieron la comprensión humana y se resistieron a la lógica instrumental de su época. La introducción enmarca la tesis del libro: defender el valor intrínseco de lo inútil es esencial para preservar una sociedad humana y reflexiva, y para proteger las condiciones bajo las cuales la creatividad, la verdad y la libertad pueden florecer.

1. La esencia de lo inútil

El capítulo comienza cuestionando la obsesión moderna por la utilidad, argumentando que lo que llamamos «inútil» a menudo alberga un profundo valor humano. El autor escribe que la inutilidad «preserva un espacio donde la libertad y el pensamiento pueden respirar», sugiriendo que las actividades no instrumentales crean las condiciones para la autonomía y la reflexión.

Luego muestra cómo el arte, el juego y la conversación informal se resisten a la mercantilización: estas prácticas «no producen resultados comercializables, pero sí humanidad». Ordine enfatiza que reducir todo a la utilidad despoja a la vida de belleza y dignidad.

El capítulo vincula la inutilidad con la memoria y el tiempo, afirmando que los momentos sin propósito cultivan la paciencia y la continuidad. Como dice el texto, lo inútil «teje la continuidad entre el pasado y el presente », permitiendo que las tradiciones y la identidad personal persistan más allá de la eficiencia.

Finalmente, Ordine aboga por una revalorización cultural: proteger los espacios improductivos (museos, parques, tiempo desestructurado) y reconocer su valor moral. Insta a los lectores a «recuperar lo inútil» como algo esencial para el desarrollo, en lugar de un lujo que se puede desechar.

2. La defensa del conocimiento libre

Nuccio Ordine insiste en que el conocimiento posee un valor intrínseco que no puede reducirse al valor del mercado. Sostiene que «el conocimiento libre es el fundamento de la libertad» y que la búsqueda de la verdad y la belleza cultiva a la persona humana más allá de cualquier utilidad inmediata. Para Ordine, la educación debe, por lo tanto, proteger espacios donde la indagación y la contemplación existan por sí mismas.

Ordine advierte contra los efectos corrosivos del pensamiento utilitarista en la cultura y las instituciones. Cuando las universidades y las artes se juzgan únicamente por su rentabilidad o empleabilidad, la sociedad pierde la capacidad de preguntarse por qué y los ciudadanos se convierten en consumidores en lugar de individuos reflexivos. Defender el conocimiento libre es, por lo tanto, defender la capacidad de cuestionar las normas y autoridades vigentes.

Las humanidades desempeñan un papel central en el argumento de Ordine porque forman la imaginación moral necesaria para la vida cívica. La literatura, la filosofía y las artes enseñan empatía y la capacidad de imaginar al otro, capacitando a las personas para participar en la vida democrática con responsabilidad y compasión. Sin esta formación, el discurso público se vuelve superficial e instrumental.

Finalmente, Ordine enfatiza que proteger el conocimiento a menudo requiere solidaridad y formas alternativas de apoyo. Señala el mecenazgo histórico y el compromiso privado como modelos para proteger la libertad intelectual del control burocrático y las presiones del mercado. El conocimiento libre, en su opinión, es tanto un tesoro cultural como un baluarte práctico de la libertad, ya que sin él, la vitalidad de la vida democrática y la dignidad humana están en peligro.

3. La función de la belleza y el arte

Ordine comienza afirmando que el valor de la belleza no puede reducirse a la utilidad:

“La verdadera utilidad de lo inútil es precisamente esta: nos hace más plenamente humanos.”

Argumenta que las experiencias estéticas (literatura, música, pintura) no son lujos vanos, sino encuentros formativos que expanden la imaginación y el sentimiento moral. Destaca el papel del arte en el cultivo de la vida interior y la reflexión, señalando que «el arte nos enseña a estar atentos a los detalles del mundo». Ordine sostiene que esta atención contrarresta los efectos aplanadores de una mentalidad exclusivamente mercantil.

Sobre la libertad intelectual, el autor escribe que el arte «crea un espacio de libertad donde el pensamiento puede fluir», insistiendo en que el compromiso estético fomenta la curiosidad y el juicio independiente, más que el pensamiento instrumental. En cuanto a la educación, defiende las humanidades: «Educar para la belleza es educar para la libertad». Ordine recomienda un modelo de humanidades que valore el conocimiento formativo por encima de la formación puramente vocacional.

El autor advierte contra la mercantilización, ya que cuando se le pone precio a la belleza, corre el riesgo de ser distorsionada. Critica la tendencia a medir el arte únicamente por su rentabilidad económica, argumentando que esto socava tanto la integridad artística como el bienestar social. Vincula la belleza con la vida cívica, afirmando que las referencias estéticas compartidas promueven la solidaridad. El apoyo público a las artes, afirma, fortalece la empatía y el diálogo cívico. Basándose en ejemplos históricos, Ordine observa que pensadores y artistas han demostrado desde hace tiempo cómo las actividades «inútiles» generan profundos bienes culturales. Utiliza estas autoridades para mostrar una continuidad entre la «inutilidad» estética y los beneficios humanos duraderos.

Para concluir, emite un llamado normativo: «Proteger los espacios para la belleza es un deber público». Ordine insta a invertir en las artes y las humanidades no para obtener ganancias inmediatas, sino para preservar las capacidades que sustentan la cultura, la democracia y el desarrollo individual.

4. Crítica del utilitarismo económico

Nuccio Ordine sostiene que el utilitarismo económico, que mide el valor del conocimiento y la actividad humana únicamente por los resultados del mercado, resulta intelectual y moralmente empobrecedor. Argumenta que este cálculo estrecho erosiona los objetivos intrínsecos del aprendizaje (belleza, sabiduría y formación moral) al insistir en que todo debe demostrar su valor en términos de rentabilidad económica.

El autor critica la instrumentalización del conocimiento, mostrando cómo la educación y la cultura se consideran cada vez más inversiones cuyo valor se juzga únicamente mediante indicadores de mercado mensurables. Este cortoplacismo y esta calculabilidad privilegian los beneficios inmediatos y cuantificables e ignoran las contribuciones a largo plazo, impredecibles y cualitativas de las artes, la filosofía y las ciencias básicas.

Advierte que el reduccionismo económico conduce a la mercantilización de las personas, donde se las considera principalmente como productores y consumidores, y los talentos como capital económico. Según Ordine, esto socava la libertad, la creatividad, la vida cívica y virtudes humanísticas esenciales como la compasión, la contemplación y el pensamiento crítico.

Para ilustrar su punto, Ordine cita a escritores y pensadores como Platón, Montaigne, Dante o Borges, argumentando que los mayores logros culturales a menudo surgieron de actividades que no tenían una recompensa económica inmediata. Utiliza estos ejemplos para demostrar que muchos resultados valiosos no pueden ser ni monetizados ni predichos.

Si bien reconoce los argumentos a favor de la eficiencia y la rendición de cuentas, Ordine rechaza la idea de que la utilidad y la belleza sean mutuamente excluyentes. Insiste en que las políticas públicas impulsadas únicamente por criterios económicos utilitarios corren el riesgo de limitar la educación y debilitar la cultura democrática al recortar el apoyo a las humanidades y la investigación fundamental.

El argumento prescriptivo de Ordine es que la sociedad debe restaurar el respeto y el apoyo a las artes liberales y a la investigación impulsada por la curiosidad. Exige que las instituciones y las políticas públicas protejan las actividades cuyo valor sea cultural, ético y existencial, más que meramente económico.

5. La figura del mecenas cultural

Nuccio Ordine examina cómo las personas que apoyan la cultura (mecenas, benefactores, donantes) desempeñan un papel vital más allá de la mera contribución financiera. Afirma que el mecenas cultural encarna un modelo de generosidad que se resiste a la lógica instrumental del valor de mercado: «la cultura no retribuye a quienes la sustentan con una utilidad inmediata». Por lo tanto, el mecenazgo es un ejemplo de donación sin cálculo. Ordine subraya que esta generosidad defiende el valor intrínseco de la literatura, el arte y el conocimiento frente a la reducción utilitaria.

Ordine analiza las dimensiones históricas y morales del mecenazgo cultural, presentándolo como una postura ética que afirma los valores humanísticos. Representa al donante como alguien que sustenta la vida intelectual y ayuda a preservar obras que, de otro modo, podrían perderse en manos del mercado. Para Ordine, el mecenazgo no es una mera transacción, sino un acto relacional, ya que crea una red de reconocimiento mutuo entre creadores y simpatizantes y fomenta el acceso público a la cultura.

El capítulo también contrasta dos actitudes hacia el apoyo cultural: la instrumental, donde la cultura se juzga por sus beneficios comerciales, y la desinteresada, donde los donantes actúan movidos por el amor al conocimiento y la belleza. Ordine defiende esta última, afirmando que los verdaderos mecenas promueven la libertad de pensamiento y el florecimiento cultural a largo plazo. Advierte que cuando el mecenazgo se subordina a la imagen de marca o a la visibilidad a corto plazo, la cultura corre el riesgo de mercantilizarse:

Cuando la cultura se mide sólo por el beneficio, pierde su alma”.

Finalmente, Ordine destaca ejemplos, históricos y contemporáneos, de mecenas cuyo compromiso garantizó la supervivencia y difusión de obras importantes. Invita a los lectores a reconsiderar el mecenazgo no como una obra benéfica elitista, sino como una responsabilidad cívica. Apoyar la cultura es un bien público que enriquece a la sociedad en su conjunto. En su mensaje final, insta a renovar la generosidad, señalando que contribuir a la cultura es brindar un futuro.

6. Educación, investigación y universidad

Ordine comienza insistiendo en que el valor de la educación no puede reducirse a la utilidad económica:

"El verdadero objetivo de la educación no es producir trabajadores, sino formar seres humanos". 

Argumenta que las universidades deben defender la libertad intelectual y fomentar el amor desinteresado por el conocimiento en lugar de ceder a las presiones del mercado. En defensa de las humanidades, Ordine escribe que las disciplinas consideradas "inútiles" —literatura, filosofía, historia, artes — son esenciales porque cultivan el pensamiento crítico y la imaginación moral. Su valor, afirma, es intrínseco y no puede medirse únicamente por las estadísticas de inserción laboral:

"Sin humanidades no hay memoria, no hay juicio, no hay resistencia a la barbarie".

Contra el gerencialismo, critica la intrusión de las métricas y el cortoplacismo. «Cuando todo se mide, todo se distorsiona». Ordine advierte que priorizar la investigación y la formación profesional con ánimo de lucro, limita la investigación y socava el papel de la universidad como espacio de libre pensamiento.

En cuanto a la investigación, Ordine defiende la indagación impulsada por la curiosidad. Enfatiza que la investigación básica, a menudo considerada inicialmente inútil, sienta las bases para futuros avances tecnológicos y culturales. Destaca la dimensión ética de la enseñanza y la mentoría: «Un docente que solo transmite técnicas y no pasión, traiciona la vocación educativa». Valora las relaciones personales y la transmisión de valores por encima de los métodos de enseñanza estandarizados y mensurables:

"Las universidades son depositarias de la memoria cultural y guardianas del bien público".

Ordine sostiene que el apoyo público a la educación superior está justificado porque las universidades cultivan ciudadanos responsables y sostienen la vida democrática.

7. El valor del ocio y el juego

Ordine argumenta que lo que comúnmente se descarta como "inútil" — el ocio, el juego y el estudio desinteresado — es, de hecho, una fuente vital de libertad, creatividad y formación moral humanas. Insiste en que el juego "libera el pensamiento de los fines y la utilidad", permitiendo que la imaginación y la reflexión florezcan sin la presión de objetivos inmediatos.

Esta actividad no instrumental, sugiere Ordine, crea las condiciones para un crecimiento moral e intelectual que el cálculo utilitario no puede medir. Lejos de ser una mera indulgencia, el ocio cultiva virtudes como la curiosidad y la paciencia y, por lo tanto, «protege el alma del empobrecimiento del éxito», ofreciendo un contrapeso a las sociedades que solo valoran los resultados mensurables.

Ordine también enfatiza los beneficios sociales y culturales del juego y la experiencia estética, argumentando que la interacción con el arte y la literatura preserva la memoria colectiva y profundiza la vida cívica. Escribe que estas actividades crean una reserva de riqueza humana cuyos beneficios son indirectos pero indispensables. Finalmente, rechaza la idea de que la utilidad sea el único criterio legítimo para apoyar el aprendizaje y la cultura, argumentando que proteger espacios para actividades inútiles es práctico a largo plazo porque se convierten en el semillero de descubrimientos e innovaciones que las políticas orientadas a la utilidad a menudo no prevén.

8. Memoria y patrimonio cultural

Ordine sostiene que la memoria cultural, plasmada en el arte, la literatura, los monumentos y las obras académicas, posee un valor intrínseco que va más allá de la utilidad inmediata y es esencial para moldear la identidad colectiva, la imaginación moral y el pensamiento crítico. Ordine advierte que la mercantilización y el utilitarismo amenazan estos vínculos con el pasado, conduciendo al olvido y al empobrecimiento cultural. Defiende las llamadas actividades inútiles (estudios clásicos, erudición pura, las artes) como inversiones en resiliencia cívica y dignidad humana. Estas justifican el apoyo público a bibliotecas, museos, conservación y educación humanística. En sus palabras, preservar la memoria no es un lujo estético, sino «una obligación hacia las generaciones futuras», que requiere la participación ciudadana para prevenir la amnesia cultural.

9. Resistencias contemporáneas a lo inútil

Ordine advierte que las instituciones modernas tratan cada vez más el conocimiento “inútil” (humanidades, artes, investigación pura y estudio contemplativo) como algo prescindible porque el valor se mide principalmente por la comercialización y los resultados mensurables.

Él rastrea la presión a varias fuentes: educación impulsada por el mercado donde las universidades priorizan programas vocacionales generadores de ingresos, gerencialismo burocrático que usa métricas, indicadores de desempeño y lógica de eficiencia para exprimir tiempo para la reflexión, utilitarismo cultural que desestima las actividades no instrumentales como frívolas e instrumentalización política que doblega el conocimiento a la propaganda o a objetivos económicos de corto plazo.

Las consecuencias, sostiene, son graves: disminución de la libertad intelectual y de la imaginación, pérdida de experiencias formativas que cultivan el juicio moral, la empatía y la sensibilidad democrática, y la erosión de las condiciones que fomentan la creatividad y los avances científicos y culturales que a menudo surgen de una investigación aparentemente “inútil”.

Para contrarrestar estas tendencias, Ordine defiende el valor intrínseco del aprendizaje desinteresado e insta a proteger los espacios institucionales de libre investigación mediante institutos independientes, mecenazgo, dotaciones y puestos dotados, y a rechazar la evaluación centrada en la métrica en favor de una evaluación cualitativa a largo plazo. Destaca el papel cívico de las humanidades en la formación de ciudadanos críticos, no solo de trabajadores, y aboga por la defensa pública y las políticas culturales que financien y legitimen formas de conocimiento no utilitarias.

Ejemplos históricos y biográficos

Nuccio Ordine reúne una serie de retratos y anécdotas para argumentar que las actividades consideradas "inútiles" — la literatura, la erudición pura, la creación artística y la investigación contemplativa — poseen un valor intrínseco y producen beneficios sociales y morales a largo plazo.

Nombra varias personas y fuentes que representan su argumento:

Giovanni Boccaccio (y otros humanistas tempranos), autores que reavivaron el interés en el saber y la literatura clásicos a través de obras compiladas y copiadas por dedicados eruditos y mecenas.

Michel de Montaigne, el ensayista cuya exploración personal y no instrumental del pensamiento y de la identidad ejemplifica una escritura realizada para la reflexión y la comprensión moral en lugar del lucro o la utilidad práctica.

Giacomo Leopardi, el poeta-filósofo cuyo trabajo contemplativo, a menudo no comercial, moldeó las sensibilidades modernas e influyó en la literatura y el pensamiento posteriores a pesar de su limitada recompensa inmediata.

Galileo Galilei (y científicos similares), figuras que buscaron la verdad científica a pesar de la oposición institucional, y cuyos descubrimientos luego se convirtieron en fundamentales para la ciencia moderna.

Ordine relata varios individuos desconocidos cuya devoción de toda la vida a los libros y al conocimiento, aunque no fue recompensada durante su vida, preservó recursos que luego fueron esenciales para la erudición.

Coleccionistas y mecenas privados, aquellos que crearon colecciones y apoyaron a artistas y académicos sin un retorno económico inmediato, posibilitando proyectos culturales (museos, bibliotecas) que benefician a generaciones posteriores.

Al yuxtaponer nombres famosos con guardianes de la cultura menos conocidos, ilustra cómo mecenas, monasterios y coleccionistas que actuaron sin obtener un beneficio inmediato ejercieron una especie de previsión cultural, y utiliza anécdotas evocadoras para presentar un argumento tanto emocional como racional. El efecto acumulativo es una súplica para proteger y financiar lo aparentemente inútil. Como escribe Ordine, sus beneficios son «reales, aunque difusos y retardados», y abandonarlos en favor de una estricta austeridad utilitaria corre el riesgo de aniquilar la vida intelectual y moral de una sociedad.

Defendiendo a los inútiles hoy

Nuccio Ordine concluye reafirmando su afirmación central: las actividades y los conocimientos considerados «inútiles» según los criterios utilitaristas: la poesía, la filosofía, la investigación pura, el arte y el aprendizaje desinteresado, son esenciales para la dignidad humana, la libertad y la salud de la sociedad:

“Debemos defender lo inútil porque en ello reside la verdad de nuestra humanidad”.

Sostiene que reducir la educación y la cultura a la utilidad económica inmediata empobrece la imaginación, la reflexión moral y la capacidad de crítica que sustentan la vida democrática:

“Cuando todo se mide por la utilidad, el alma se empobrece”.

Ordine analiza los desafíos históricos y morales. Pensadores desde Platón hasta los humanistas del Renacimiento defendieron el aprendizaje por sí mismo, ya que cultiva el juicio, la empatía y la libertad interior para resistir la instrumentalización. Insiste en que el aprendizaje sin utilidad no es un lujo, sino una necesidad. Las disciplinas «inútiles» fomentan la creatividad, el progreso a largo plazo y descubrimientos inesperados que los eventuales beneficios prácticos no pueden justificar de antemano. Enfatiza que el verdadero conocimiento no se puede comprar ni producir en masa. Requiere tiempo, paciencia, pasión y compromiso personal.

En respuesta a presiones contemporáneas como las universidades impulsadas por el mercado, las métricas y la financiación a corto plazo, Ordine lanza un llamamiento moral y cívico para preservar y financiar las humanidades y la investigación impulsada por la curiosidad, proteger las instituciones que permiten el pensamiento sin retorno inmediato y resistir la retórica que mide el valor humano únicamente por la productividad. Defender lo inútil, insiste, no es nostalgia, sino una necesidad política y ética. Protege la libertad intelectual, cultiva ciudadanos capaces de pensamiento crítico y asegura los recursos culturales necesarios para un futuro humano.

Temas

Utilitarismo

El utilitarismo es una teoría ética que evalúa las acciones según sus consecuencias, específicamente en qué medida maximizan la felicidad o utilidad general. Utilitaristas clásicos como Jeremy Bentham y John Stuart Mill sostenían que «la mayor felicidad para el mayor número» debería guiar las decisiones morales. El razonamiento utilitarista tiende a evaluar las instituciones, las políticas y las inversiones culturales según sus beneficios sociales mensurables.

La tensión entre la defensa de Ordine de lo "inútil" y los marcos utilitaristas se centra en las diferentes valoraciones de las actividades humanas. Ordine advierte que cuando la cultura se juzga únicamente por la productividad o el rendimiento económico, corremos el riesgo de empobrecer la vida humana: «Las humanidades cultivan la capacidad de asombro», escribe, una capacidad que se resiste a ser reducida a métricas. Los enfoques utilitaristas, en cambio, se preguntan si invertir en las artes genera un mayor bienestar general que otros usos de los recursos, favoreciendo resultados mensurables.

Una síntesis es posible cuando el utilitarismo reconoce un contenido no cuantificable, pero de amplias consecuencias. Algunos utilitaristas contemporáneos aceptan que las experiencias culturales y educativas producen beneficios a largo plazo, como la empatía, el compromiso cívico y la salud mental, que contribuyen a la utilidad general, aunque estos beneficios sean difíciles de medir.

Ordine defiende el valor intrínseco y formativo de las humanidades; el utilitarismo enfatiza las consecuencias mensurables para el bienestar. Para conectarlas es necesario apreciar los beneficios indirectos, a largo plazo y cualitativos que proporciona la cultura, no solo los beneficios económicos inmediatos.

Ciencia

Ordine sostiene que medir la ciencia mediante indicadores numéricos estrechos reduce la riqueza del trabajo intelectual a un único libro de cuentas, donde cada acto de investigación se valora únicamente por su rendimiento inmediato. Advierte que métricas como el número de publicaciones, los factores de impacto y los índices de productividad crean incentivos perversos que favorecen los estudios seguros e incrementales por encima de la investigación audaz y fundamental, porque los académicos aprenden a optimizar las puntuaciones, en lugar de plantearse preguntas por sí mismas.

El autor enfatiza la imprevisibilidad del descubrimiento: la investigación básica suele alcanzar su máximo valor mucho después de su finalización, por lo que las métricas retrospectivas y a corto plazo pasan por alto sistemáticamente su relevancia futura. En sus palabras, lo que hoy se descarta como «inútil» puede volverse «indispensable» mañana, y medir únicamente los resultados presentes corre el riesgo de echar por la borda precisamente los proyectos que generan cambios profundos. Esto le lleva a defender el valor intrínseco de la ciencia impulsada por la curiosidad, el conocimiento buscado no como una inversión, sino como un bien humano.

Aboga por un juicio cualitativo y humanista que complemente las cifras: evaluación por pares, lectura minuciosa de las obras, atención a la originalidad y reconocimiento de la formación, la mentoría y la participación pública. Ordine escribe que la «generosidad intelectual» y el cultivo del pensamiento crítico no se pueden medir por el número de citas, e insiste en que las instituciones deben preservar espacios donde los académicos puedan abordar cuestiones sin una justificación comercial inmediata. Para él, los sistemas de evaluación deberían honrar una pluralidad de objetivos, como la búsqueda de la verdad, la pedagogía y el enriquecimiento cultural, en lugar de reducir la ciencia a un único índice de productividad.

Finalmente, Ordine plantea el problema como ético y cívico, no meramente técnico: medir la ciencia únicamente con métricas socava el papel democrático y moral del conocimiento. Advierte a los responsables políticos que la financiación y los incentivos profesionales estructurados en torno a indicadores limitados corren el riesgo de empobrecer el futuro, y recomienda mantener el apoyo a la investigación básica y las humanidades para que la sociedad conserve la libertad de buscar descubrimientos cuyo valor no se puede cuantificar de antemano.


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