- La República por Platón

Contexto

La distinción entre las eras presocrática (siglos VII-V a.C.) y socrática (siglos V-IV a.C.) se basa en los intereses de sus protagonistas. Los primeros vivieron principalmente en las islas jónicas, que fueron muy influenciadas por el pensamiento oriental a través del imperio persa. Se interesaron por la cosmología y la especulación sobre el mundo físico. Sin embargo, la tradición metafísica no se perdió y los pitagóricos era un movimiento filosófico-religioso. Esta tensión entre lo físico y lo metafísico, la misma visión dual de los poemas homéricos, quedaría gravada en el ADN del pensamiento filosófico occidental.

Los socráticos vivían en Atenas y se enfrentaron a los problemas prácticos de la convivencia dentro de la ciudad-estado. Buscaron respuestas a problemas morales y sociales. Esta visión fue inaugurada por el grupo de Mileto y Samos, además de Heráclito, que influyeron a Sócrates, Platón y Aristóteles.

Una contribución socrática original fue la creencia de que el ser humano es político por naturaleza. Así construyeron su civilización sobre la "polis", la ciudad. Esta nueva visión racionalista fue también el catalizador, en Atenas, de una evolución política en la civilización: la democracia. Para los filósofos griegos, la calidad esencial de la vida civilizada era el humanismo: lo humano es la medida de todas las cosas y la realización del potencial del individuo era el objetivo de la civilización. La libertad y el destino son los temas de todo su arte. También entendieron que la civilización es frágil y que mantener una sociedad abierta es difícil porque las fuerzas irracionales amenazan constantemente con destruirla.

La forma en que Platón propuso mantener unida a su sociedad utópica fue la "noble mentira". Este era un mito de identidad cívica, llamado el Mito de los Metales, que contaba que la sociedad era una hermandad y que su estructura de clases era un mandato de los dioses, ya que ellos ponían diferentes metales en las almas humanas.

Platón siguió a su maestro Sócrates en la idea de que los expertos en moral no tenían la comprensión necesaria para llevar una buena vida humana. Platón argumentó que estos errores se debían a su desconocimiento de las 'Formas': Justicia, Belleza, Bondad... Estas no eran accesibles a los sentidos sino solo a la mente. En su Metafísica imaginó un tratamiento racional de las 'Formas' y sus interrelaciones. Sin embargo, al contrario de Sócrates, él creía  que para la buena vida se necesita tanto el conocimiento como acostumbrarse a las reacciones emocionales positivas.

Es en La República, donde el personaje de Sócrates analiza la justicia aplicada a la sociedad y al individuo. Surge la idea del rey filósofo, él que tiene más conocimientos que los demás para gobernar. (Una concepción oligárquica, no democrática).

La trama

En La República, escrito en 375 a.C., Sócrates dialoga con otros sobre cómo vivir una vida moral. ¿Vivir una existencia moral beneficia al individuo? Esto conduce a la exploración de las leyes, artes y gobernantes de una sociedad utópica y describe la desaparición de esta organización que se compara con la mente humana.

Los libros 1 y 2 muestran a Sócrates rechazando dos puntos de vista comunes de la moralidad: pagar las deudas y ayudar a los amigos. En su diálogo con Trasímaco, el sofista, Sócrates se enfrenta al argumento de que las normas morales son dispositivos utilizados por los poderosos para mantener su autoridad. Esto lleva a la cuestión más amplia de si la obediencia a las tradiciones morales hace feliz al individuo.

Los libros 3 y 4 analizan el comportamiento ético en una sociedad utópica donde hay una división del trabajo entre los trabajadores, los guardianes y los gobernantes. Los guardianes deben ser educados a través de historias de comportamiento virtuoso, ya que los gobernantes serán elegidos entre ellos.

Los libros 5 y 6 establecen las responsabilidades de los guardianes que se subdividirían en gobernantes y auxiliares y no tendrían derechos de propiedad. La sociedad se mantendría unida a través de un mito, "la noble mentira" que aseguraría que la gente permaneciera dentro de sus clases. Esta división tripartita de la sociedad es propuesta por Sócrates como natural, ya que refleja la mente humana. Los gobernantes son la parte racional, los auxiliares representan la pasión y los trabajadores son los deseos físicos.

Los libros 7 y 8 establecen el papel de la mujer y la sexualidad en esta sociedad. A las mujeres se les permitiría ser tutores siempre que tuvieran el carácter adecuado. El sexo estaría estrictamente regulado y solo se dejaría procrear a los mejores ciudadanos y eso en los momentos asignados. Toda la organización sería establecida por "reyes filósofos" que son sabios.

Los libros 9 y 10 discuten el significado básico de bondad y lo separan del placer. En La Alegoría de la cueva, Sócrates lleva a Glaucón a ver que la bondad solo existe en el mundo ideal de las ideas abstractas, no en la experiencia sensorial. Hay un plan de educación de los reyes filósofos para que se centren en las formas ideales por encima del mundo material.

Los libros 11 y 12 exploran la caída de esta sociedad ideal. Esta pasaría por timocracia (gobierno militar), oligarquía (gobierno de los poderosos), plutocracia (gobierno de los ricos), democracia (gobierno de la gente) y dictadura (gobierno de una persona). Estas degeneraciones corresponden a defectos de personalidad del individuo: timocracia (pasión), plutocracia (codicia), democracia (indisciplina),dictadura(libertinaje). También representan una jerarquía de felicidad: la dictadura es la más infeliz y también la más inmoral.

En los libros 13 y 14 hay una discusión sobre poesía. Sócrates sostiene que la poesía no es verdad porque socava la racionalidad y, por lo tanto, debería prohibirse. Estos libros también establecen la recompensa por ser moral. En la otra vida, la moralidad será recompensada y la inmoralidad castigada. El final del libro describe esta otra vida y la reencarnación.

Análisis

- La estructura de La República

Para comprender mejor el tratado, se puede dividir en una obra de cinco actos, siguiendo la pirámide de Freitag: dos secciones ascendentes, un clímax y dos secciones descendentes.


- La Exposición presenta el problema de la naturaleza de la Justicia. (Libros 1 y 2).

- La Subida construye la polis y descubre la virtud. (Libros 3 y 4).

- El Clímax es el centro filosófico. (Libros 5-7). (Los temas principales del Clímax son: el nacimiento del filósofo gobernante, cómo distinguir al filósofo del falso filósofo, la búsqueda del Bien, la Alegoría de la Cueva y la educación del filósofo).

- La Caída es la desaparición de la polis. (Libros 8 y 9).

- El desenlace está en el libro 10


- La Alegoría de la Caverna.


Sócrates: Ahora, continué, imagínate nuestra naturaleza, por lo que se refiere a la ciencia, y a la ignorancia, mediante la siguiente escena. Imagina unos hombres en una habitación subterránea en forma de caverna con una gran abertura del lado de la luz. Se encuentran en ella desde su niñez, sujetos por cadenas que les inmovilizan las piernas y el cuello, de tal manera que no pueden ni cambiar de sitio ni volver la cabeza, y no ven más que lo que está delante de ellos. La luz les viene de un fuego encendido a una cierta distancia detrás de ellos sobre una eminencia del terreno. Entre ese fuego y los prisioneros, hay un camino elevado, a lo largo del cual debes imaginar un pequeño muro semejante a las barreras que los ilusionistas levantan entre ellos y los espectadores y por encima de las cuales muestran sus prodigios.

Glaucon: Ya lo veo, dijo.

Sócrates: Piensa ahora que a lo largo de este muro unos hombres llevan objetos de todas clases, figuras de hombres y de animales de madera o de piedra, v de mil formas distintas, de manera que aparecen por encima del muro. Y naturalmente entre los hombres que pasan, unos hablan y otros no dicen nada.

Glaucon: Es esta una extraña escena y unos extraños prisioneros.

SócratesSe parecen a nosotros, respondí. Y ante todo, ¿crees que en esta situación verán otra cosa de sí mismos y de los que están a su lado que unas sombras proyectadas por la luz del fuego sobre el fondo de la caverna que está frente a ellos.

Glaucon: No, puesto que se ven forzados a mantener toda su vida la cabeza inmóvil.

Sócrates:¿Y no ocurre lo mismo con los objetos que pasan por detrás de ellos? 

Glaucon: Sin duda.

Sócrates:Y si estos hombres pudiesen conversar entre sí, ¿no crees que creerían nombrar a las cosas en sí nombrando las sombras que ven pasar?

Glaucon: Necesariamente.

Sócrates:Y si hubiese un eco que devolviese los sonidos desde el fondo de la prisión, cada vez que hablase uno de los que pasan, ¿no creerían que oyen hablar a la sombra misma que pasa ante sus ojos?

Glaucon: Sí, por Zeus, exclamó. 

SócratesEn resumen, ¿estos prisioneros no atribuirán realidad más que a estas sombras? 

Glaucon: Es inevitable.

SócratesSupongamos ahora que se les libre de sus cadenas y se les cure de su error; mira lo que resultaría naturalmente de la nueva situación en que vamos a colocarlos. Liberamos a uno de estos prisioneros. Le obligamos a levantarse, a volver la cabeza, a andar y a mirar hacia el lado de la luz: no podrá hacer nada de esto sin sufrir, y el deslumbramiento le impedirá distinguir los objetos cuyas sombras antes veía. Te pregunto qué podrá responder si alguien le dice que hasta entonces sólo había contemplado sombras vanas, pero que ahora, más cerca de la realidad y vuelto hacia objetos más reales, ve con más perfección; y si por último, mostrándole cada objeto a medida que pasa, se le obligase a fuerza de preguntas a decir qué es, ¿no crees que se encontrará en un apuro, y que le parecerá más verdadero lo que veía antes que lo que ahora le muestran?

Glaucon: Sin duda, dijo.

Sócrates:Y si se le obliga a mirar la misma luz, ¿no se le dañarían los ojos? ¿No apartará su mirada de ella para dirigirla a esas sombras que mira sin esfuerzo? ¿No creerá que estas sombras son realmente más visibles que los objetos que le enseñan?

Glaucon: Seguramente.

SócratesY si ahora lo arrancamos de su caverna a viva fuerza y lo llevamos por el sendero áspero y escarpado hasta la claridad del sol, ¿esta violencia no provocará sus quejas y su cólera? Y cuando esté ya a pleno sol, deslumbrado por su resplandor, ¿podrá ver alguno de los objetos que llamamos verdaderos? 

Glaucon: No podrá, al menos los primeros instantes.

SócratesSus ojos deberán acostumbrarse poco a poco a esta región superior. Lo que más fácilmente verá al principio serán las sombras, después las imágenes de los hombres y de los demás objetos reflejadas en las aguas, y por último los objetos mismos. De ahí dirigirá sus miradas al cielo, y soportará más fácilmente la vista del cielo durante la noche, cuando contemple la luna y las estrellas, que durante el día el sol y su resplandor.

Glaucon: Así lo creo.

SócratesY creo que al fin podrá no sólo ver al sol reflejado en las aguas o en cualquier otra parte, sino contemplarlo a él mismo en su verdadero asiento. 

Glaucon: Indudablemente.

SócratesDespués de esto, poniéndose a pensar, llegará a la conclusión de que el sol produce las estaciones y los años, lo gobierna todo en el mundo visible y es en cierto modo la causa de lo que ellos veían en la caverna. 

Glaucon: Es evidente que llegará a esta conclusión siguiendo estos pasos. 

SócratesY al acordarse entonces de su primera habitación y de sus conocimientos allí y de sus compañeros de cautiverio, ¿no se sentirá feliz por su cambio y no compadecerá a los otros? 

Glaucon: Ciertamente. 

SócratesY si en su vida anterior hubiese habido honores, alabanzas, recompensas públicas establecidas entre ellos para aquel que observase mejor las sombras a su paso, que recordase mejor en qué orden acostumbran a precederse, a seguirse o a aparecer juntas y que por ello fuese el más hábil en pronosticar su aparición, ¿crees que el hombre de que hablamos sentiría nostalgia de estas distinciones, y envidiaría a los más señalados por sus honores o autoridad entre sus compañeros de cautiverio? ¿.No crees más bien que será como el héroe de Homero y preferirá mil veces no ser más «que un mozo de labranza al servicio de un pobre campesino» y sufrir todos los males posibles antes que volver a su primera ilusión y vivir como vivía?

Glaucon: No dudo que estaría dispuesto a sufrirlo todo antes que vivir como anteriormente.

SócratesImagina ahora que este hombre vuelva a la caverna y se siente en su antiguo lugar. ¿No se le quedarían los ojos como cegados por este paso súbito a la obscuridad?

Glaucon: Sí. No hay duda.

SócratesY si, mientras su vista aún está confusa, antes de que sus ojos se hayan acomodado de nuevo a la obscuridad, tuviese que dar su opinión sobre estas sombras y discutir sobre ellas con sus compañeros que no han abandonado el cautiverio, ¿no les daría que reír? ¿No dirán que por haber subido al exterior ha perdido la vista, y no vale la pena intentar la ascensión? Y si alguien intentase desatarlos y llevarlos allí, ¿no lo matarían, si pudiesen cogerlo y  matarlo?

Glaucon: Es muy probable.

SócratesÉsta es precisamente, mi querido Glaucón, la imagen de nuestra condición. La caverna subterránea es el mundo visible. El fuego que la ilumina, es la luz del sol. Este prisionero que sube a la región superior y contempla sus maravillas, es el alma que se eleva al mundo inteligible. Esto es lo que yo pienso, ya que quieres conocerlo; sólo Dios sabe si es verdad. En todo caso, yo creo que en los últimos límites del mundo inteligible está la idea del bien, que percibimos con dificultad, pero que no podemos contemplar sin concluir que ella es la causa de todo lo bello y bueno que existe. Que en el mundo visible es ella la que produce la luz y el astro de la que procede. Que en el mundo inteligible es ella también la que produce la verdad y la inteligencia. Y por último que es necesario mantener los ojos fijos en esta idea para conducirse con sabiduría, tanto en la vida privada como en la pública.Yo también lo veo de esta manera, dijo, hasta el punto de que puedo seguirte. [. . .] 
Por tanto, si todo esto es verdadero, dije yo, hemos de llegar a la conclusión de que la ciencia no se aprende del modo que algunos pretenden. Afirman que pueden hacerla entrar en el alma en donde no está, casi lo mismo que si diesen la vista a unos ojos ciegos.

Glaucon: Así dicen, en efecto.

SócratesAhora bien, lo que hemos dicho supone al contrario que toda alma posee la facultad de aprender, un órgano de la ciencia; y que, como unos ojos que no pudiesen volverse hacia la luz si no girase también el cuerpo entero, el órgano de la inteligencia debe volverse con el alma entera desde la visión de lo que nace hasta la contemplación de lo que es y lo que hay más luminoso en el ser; y a esto hemos llamado el bien, ¿no es así?

Glaucon: Sí.

SócratesTodo el arte, continué, consiste pues en buscar la manera más fácil y eficaz con que el alma pueda realizar la conversión que debe hacer. No se trata de darle la facultad de ver, ya la tiene. Pero su órgano no está dirigido en la buena dirección, no mira hacia donde debiera: esto es lo que se debe corregir.

Glaucon: Así parece.

- Comentario sobre La alegoría de la caverna

El texto está tan finamente tejido que el diseño forma una unidad con el contenido. Formato y significado configuran toda una metáfora: Platón no aparece como narrador, sino que inventa dos personajes que revelan su mensaje en un diálogo. Ya tenemos la primera metáfora: dos personas comunicándose dentro de una ficción teatral. El significado está en manos del autor Platón, fuera de escena.

Dentro de la obra, Sócrates describe la segunda metáfora: la alegoría de la cueva. Esto luego toma forma cartográfica cuando el maestro muestra el dibujo rupestre a su interlocutor, Glaucón. La metáfora se transforma en arte topográfico en este tercer movimiento. El formato de diálogo es parte integral del mensaje de la alegoría porque trata de la promoción de la ignorancia al conocimiento. Es la educación de Glaucón por Sócrates a través de un diálogo socrático imaginado por Platón. De la misma manera que un prisionero de la caverna tiene que hacer un esfuerzo doloroso para llegar a la luz de la verdad, Glaucón es llevado a los nuevos conocimientos por su maestro a través de una serie, no de ítems informativos, sino de preguntas retóricas muy ligadas a la cueva metafórica.

Si los prisioneros en la caverna solo ven sombras de eventos externos, Glaucon también solo vislumbró el oscuro reflejo del nuevo conocimiento. Y el lector, inmerso en el hilo de las preguntas socráticas como en un thriller, se incluye en la trama. Los lectores somos otro nivel de esta metáfora envolvente. Los prisioneros "...son como nosotros" dice Glaucon, y esto nos incluye como lectores.

Llama la atención que haya constantes referencias a lo visual en el discurso del maestro: sol, fuego, luz, formas, vista, el mapa, ver ... Los presos ven sombras, Glaucón ve a los presos viendo sombras y nosotros vemos a Glaucón viendo presos viendo sombras. Sócrates ve el resto y Platón los ve a todos. Así ocurre con el desarrollo de toda la historia, por ejemplo, cuando un prisionero encadenado se escapa y se desliza hacia la luz o cuando regresa para contar su descubrimiento. El lector ve tanto el punto de vista del discípulo Glaucón como el del prisionero. Ambos están aprendiendo. El lector también. Somos atrapados y luego liberados en una narrativa, una visión socrática dirigida por Platón.

La mayor revelación es la de las Formas. Es la luz del sol la que aclara todo. Estas ideas son la explicación y la liberación de la oscuridad donde solo veíamos formas reflejas: lo empírico. El sentido está en las ideas. Podemos o no estar de acuerdo con esta epistemología platónica. Sin embargo, lo que llama poderosamente la atención es cómo la historia del camino de la ignorancia al conocimiento se mueve a través de visiones alegóricas y metáforas superpuestas, es decir el aprendizaje pasa por la ficción imaginaria.

Temas

- El filósofo rey

Platón define la democracia como la regla del demos, es decir, los "no aptos". Él cree que la demos (personas) reales no poseen la habilidad o el juicio para gobernar y Sócrates explica esto en la parábola del barco:

"Imagínese entonces una flota o un barco en el que hay un capitán que es más alto y más fuerte que cualquiera de los miembros de la tripulación, pero es un poco sordo y tiene una enfermedad similar a la vista, y sus conocimientos de navegación no son mucho mejores. Los marineros se pelean entre sí sobre la dirección; todos opinan que tiene derecho a gobernar, aunque nunca haya aprendido el arte de la navegación y no pueda decir quién le enseñó o cuándo lo aprendió, y afirmase, además, que no puede ser enseñados, y están dispuestos a despedazar a todo el que diga lo contrario. Se agolpan en torno al capitán, rogándole y rogándole que les encomiende el timón; y si en algún momento no prevalecen, pero otros tienen preferencia, matan a estos o los arrojan por la borda, y habiendo encadenado primero los sentidos del noble capitán con bebida o algún estupefaciente, se amotinan y toman posesión del barco y se apoderan de las provisiones; así, comiendo y bebiendo, proceden en su viaje como se podría esperar de ellos. Aquel que les ayuda hábilmente en su plan para sacar el barco de las manos del capitán, ya sea por la fuerza o por persuasión, complementan con el nombre de marinero, piloto, marinero preferente y abusan del otro tipo de hombre a quien llaman inútil; pero el verdadero piloto debe prestar atención al año a las estaciones y al cielo, las estrellas y los vientos, y a cualquier otra cosa que pertenezca a su arte, si tiene la intención de estar realmente calificado para el mando de un barco, y debe ser él el timonel, les guste o no a otras personas. La posibilidad de esta unión de autoridad con el arte del timonel nunca ha entrado seriamente en sus pensamientos ni ha sido parte de su vocación. Ahora bien, en los barcos que se encuentran en estado de amotinamiento y por los marineros amotinados, ¿cómo será considerado el verdadero piloto? ¿No lo llamarán balbuceador, observador de estrellas, inútil? "

La democracia se presenta entonces como antinatural y de hecho peligrosa para la polis, ya que gobernar requiere especialización. Los gobernantes filósofos tienen la virtud requerida de la bondad porque poseen conocimiento y esto incluye la bondad. (Voltaire describiría más tarde esta organización de gobierno como 'dictadura benevolente').

- La justicia como manipulación

En el libro 1, Platón aborda el problema de la subjetividad y la creencia sofista de que no era posible una verdad objetiva y, por lo tanto, la moralidad debe basarse en la conveniencia. Las normas deben considerarse convenciones y muchas no ayudan a quienes las siguen y, de hecho, benefician a los transgresores. Esto lleva a que personas injustas obtengan poder engañando a otros para que sigan leyes que solo benefician a los fuertes. Para los sofistas las normas de la justicia están para promover los intereses de los gobernantes, no para los ciudadanos en su conjunto. El resto de La República es un intento de demostrar que la justicia es para el bien de todos.

- La analogía del sol

En el libro 6, Sócrates responde a la pregunta de Glaucón sobre cómo definir la "bondad" dando un ejemplo en forma parabólica de "el hijo de la bondad". Este es el sol que brilla y, por tanto, permite la visión gracias a su luz. De la misma manera, la idea de bondad ilumina la mente inteligente con la verdad. Aquí el sol es una metáfora de la realidad y cómo la conocemos. El sol ofrece luz para que podamos ver y, por tanto, es fuente de bondad:

“Así como la bondad se encuentra en el reino inteligible de la inteligencia y las cosas que sabemos, así en el reino visible es el sol a la vista y las cosas que vemos”.

Igual que el sol da luz la bondad ilumina nuestras mentes para que podamos adquirir conocimiento. De manera similar, la naturaleza de la realidad no puede ser capturada por los sentidos, por lo que debemos tratar de comprender las verdades del Cosmos a través de la mente.

- El mito de los metales

Para mantener una sociedad estable en su utopía, Platón inventa el mito de los metales. Esta es una "mentira noble", ya que es una falsedad que se hace con un buen propósito: el de mantener a los ciudadanos estratificados en sus clases.

Sócrates explica que los gobernantes deben elegirse entre los guardianes. Entonces recibirían una educación especial. A todos los ciudadanos se les enseñaría la útil mentira de que todos nacen de la tierra del Estado (autóctonos) y son hermanos. Sin embargo, los dioses han mezclado diferentes metales en sus almas: oro para los gobernantes; plata para los auxiliares; latón o hierro para los trabajadores. (Esto suena como un precursor de Un mundo feliz de Huxley).

Los guardianes no tendrían propiedad privada y vivirían juntos en lugares provistos por el Estado recibiendo alimentos de otros ciudadanos. Los guardianes deberían ser muy felices, ya que tanto la riqueza como la pobreza traen consigo la degeneración.

- El mito de Er

Esta es la historia de Er, un soldado, que murió en la batalla y descendió al inframundo. Sin embargo, nueve días después, revive y regresa para contarles a los humanos sobre la otra vida, donde los justos reciben recompensa y los injustos son castigados.

"Y de acuerdo con el informe del mensajero del otro mundo, esto fue lo que dijo el profeta en ese momento: 'Incluso para el último que llega, si elige sabiamente y vive con diligencia, se le ha designado una existencia feliz y no indeseable. Que él que elige primero no sea descuidado, y que él que elige el último no se desespere.'' Y cuando hubo hablado, el que tenía la primera opción se adelantó y en un momento eligió la mayor tiranía; su mente había sido oscurecida por la locura y la sensualidad. No había pensado en todo el asunto antes de elegir y no percibió a primera vista que estaba destinado, entre otros males, a devorar a sus propios hijos. Pero cuando tuvo tiempo para reflexionar y vio lo que había en el lote, comenzó a golpearse el pecho y a lamentarse por su elección, olvidándose del anuncio del profeta; porque, en lugar de echarse la culpa de su desgracia sobre sí mismo, acusó al azar y a los dioses y a todo antes que a sí mismo. Él era uno de los que vino del cielo, y en una vida anterior había vivido en un estado bien ordenado, pero su virtud era sólo una cuestión de hábito y no tenía filosofía. ...Porque si un hombre, a su llegada a este mundo, se hubiera dedicado siempre desde el principio a la sana filosofía y hubiera sido moderadamente afortunado en el número del lote, podría, como informó el mensajero, ser feliz aquí, y también su viaje a otra vida y volver a esto, en lugar de ser rudo y subterráneo, sería suave y celestial ".

Este mito se narra al final de La República y vuelve a un tema suscitado en La alegoría de la caverna y El mito de los metales: la naturaleza de un individuo puede ser el producto de su educación. Esto implica que Platón trazó una distinción matizada entre el filósofo y el no filósofo, ya que el resultado no dependía de su nacimiento sino de su educación. Por tanto, la diferencia no era clara, pero seguía siendo una cuestión abierta.

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