La société du spectacle por G. Debord


Abstracto

En La sociedad del espectáculo Debord argumenta que el capitalismo tardío transforma las relaciones sociales en imágenes mediadas, convirtiendo la experiencia vivida en consumo pasivo y alienando a los individuos de la vida auténtica. Concluye que la sociedad contemporánea ha pasado del «ser» al «tener» y, finalmente, al «aparentar», donde el estatus se señala mediante imágenes y marcas, reforzando el control ideológico y aislando a los individuos dentro de un ciclo perpetuo de representación.

Contexto

Marxismo

Cuando Guy Debord (1931-1994) publicó La sociedad del espectáculo en 1967, la filosofía política del comunismo estaba en declive a nivel mundial y el capitalismo experimentaba un fuerte auge. Debord escribió y publicó el ensayo en respuesta al declive del marxismo. Su afirmación de que la sociedad moderna se basaba en el consumismo dio origen al concepto de situacionismo. El situacionismo nace del marxismo, pero ofrece una interpretación diferente de la teoría de Karl Marx. Si bien el movimiento se consideraba heredero intelectual de Marx, divergía del pensamiento marxista contemporáneo. En su opinión, la sociedad capitalista había entrado en una etapa de espectáculo que ya no podía criticarse con las herramientas tradicionales:

“Con la separación generalizada del trabajador de su producto, se pierde toda perspectiva unitaria de la actividad realizada y toda comunicación personal directa entre los productores. A medida que avanza la acumulación de productos separados y la concentración del proceso productivo, la unidad y la comunicación se convierten exclusivamente en atributos de la dirección del sistema. El éxito del sistema económico de separación es la proletarización del mundo."

La Internacional Situacionista fue un movimiento de vanguardia de mediados del siglo XX que fusionó la política radical, la crítica cultural y la práctica artística para desafiar la alienación de la vida cotidiana bajo el capitalismo avanzado. Guy Debord, su teórico más destacado, argumentó que la sociedad capitalista tardía se había convertido en una sociedad del espectáculo en la que las relaciones sociales están mediadas por imágenes y mercancías:

"El espectáculo no es una colección de imágenes; es una relación social entre personas mediada por imágenes."

Para Debord, este espectáculo genera pasividad y aleja a las personas de la experiencia auténtica, convirtiendo la vida en una representación para ser consumida en lugar de vivida. Los situacionistas practicaban détournement, la reutilización subversiva de elementos artísticos existentes, para subvertir las narrativas dominantes y crear 'situaciones': momentos efímeros y construidos destinados a despertar el deseo autónomo y dirigir la experiencia.

Debord vinculó estas técnicas culturales con la revuelta política, insistiendo en que superar el espectáculo requería una acción colectiva e históricamente consciente. Mediante la teoría crítica, las intervenciones callejeras y escritos provocadores como La sociedad del espectáculo, Debord y los situacionistas buscaron exponer y desmantelar los mecanismos que convierten la vida humana en mera representación.

Surrealismo

"Estamos en contra de la razón porque es el instrumento de los explotadores; queremos recuperar el juego del azar, el desorden de la imaginación, que la sociedad burguesa reprime". Louis Aragon

El surrealismo influyó en la crítica de Guy Debord a la vida cotidiana al proporcionarle un conjunto de prácticas e imágenes que socavaban la racionalidad burguesa y la percepción convencional. A partir del énfasis surrealista en la lógica onírica, las operaciones aleatorias y el détournement (la reutilización de imágenes y textos existentes), Debord adaptó técnicas destinadas a desarticular los significados habituales y revelar la naturaleza construida de la realidad social. La valoración surrealista del juego, lo siniestro y lo irracional impulsó a Debord a concebir la vida cotidiana no como un telón de fondo neutro, sino como un terreno saturado de signos mercantilizados. Esto contribuyó a la formación de su concepto de espectáculo, donde las relaciones sociales están mediadas por imágenes y representaciones que oscurecen la experiencia vivida directa.

Consumismo

El consumismo es una creencia económica y social que se centra en fomentar el consumo o la acumulación de bienes. Promueve la compra y el consumo de bienes que exceden con creces las necesidades básicas de una persona. En esencia, el consumismo se basa en la idea de que la felicidad y el bienestar individual se definen por la adquisición y acumulación de riqueza y bienes materiales. En otras palabras, el éxito de una persona se define por la cantidad de cosas que posee y la cantidad que consume.

Debord sugiere que las empresas utilizan el consumismo para crear experiencias cotidianas que intentan influir en los consumidores para que compren más productos. Estas experiencias están diseñadas para generar admiración por los productos y servicios, lo que motiva a las personas a comprarlos. Se crean de tal manera que el consumidor siente que se está perdiendo algo si no participa.

Televisión y medios de comunicación

En 1967, la tecnología avanzaba a pasos agigantados. La mayoría de las familias tenían televisores en sus salas de estar. La televisión permitía a las empresas anunciarse masivamente al público, y se invertían millones de dólares en contratar a profesionales expertos en comportamiento humano y psicología. Estos anuncios forman parte de lo que Debord denomina el espectáculo. Él cree que crea una imagen tan grandiosa del producto que la gente común se deja seducir por el espectáculo e ignora que, muy probablemente, el producto nunca estará a la altura de las expectativas generadas.

Debord sostiene que la fácil mezcla de productos, conceptos y tradiciones culturales a través de los medios de comunicación homogeneiza las culturas individuales. Cuando las culturas pueden adoptar y adquirir fácilmente elementos de otras culturas, comienzan a perder su propia identidad. Familias, comunidades y naciones pueden observar lo que hacen otros a través de los medios y buscan adoptar los aspectos de esas culturas que más les atraen. Las imágenes que se ven en las pantallas de televisión se convierten en un espectáculo en sí mismas, y el espectador empieza a desear hacer o tener lo que ve.

Una persona que ve un anuncio de un producto que no posee siente que se está perdiendo algo, ya que el anuncio le hace creer que todos los demás lo tienen. El espectáculo del anuncio crea una narrativa falsa y, con la ayuda de la tecnología, logra llegar a una audiencia mucho mayor de forma rápida.

Resumen 

"La primera etapa del dominio de la economía sobre la vida social conllevó una evidente degradación del ser al mero tener: la realización humana ya no se equiparaba con lo que uno era, sino con lo que uno poseía. La etapa actual, en la que la vida social está completamente dominada por la producción acumulada de la economía, está provocando un cambio general del tener al aparentar: todo "tener" debe ahora derivar su prestigio inmediato y su propósito último de las apariencias."

Capítulo 1: La culminación de la separación

Guy Debord analiza el significado de la separación y cómo las personas se alejan de la vida real. Se convierten en espectadores pasivos del espectáculo. En la sociedad posmoderna, el capital ha permeado todos los aspectos de la vida, lo que conduce a la alienación. Debord afirma que las personas se sienten abrumadas y observan cómo las élites y las corporaciones dirigen la sociedad. Cree que cuando las personas se alienan en todos los aspectos de la vida, se separan de su realidad.

"El espectáculo es capital hasta tal punto de acumulación que se convierte en una imagen."

Debord también afirma que las transacciones económicas y las pantallas brillantes aíslan a las personas, creando así "multitudes solitarias". Esta intrusión del espectáculo en la vida cotidiana tiene un propósito: impedir la solidaridad y el colectivismo. Si las personas no se unen en solidaridad, se construirá una sociedad de millones de individuos que compiten entre sí y desconfían de todos.

Capítulo 2: La mercancía como espectáculo

Guy Debord postula que el espectáculo es la dominación total de la sociedad por la mercancía o bien de consumo.

"El consumo es consumo de la imagen del consumo."

Afirma que con el dominio de la mercancía llega el control de la racionalidad y el valor de cambio. La calidad desaparece y es sustituida por el beneficio y la rentabilidad. La mercancía controla tanto la sociedad que esta ya no se centra en la producción. El consumidor se convierte en el eje central de una sociedad posmoderna. Las corporaciones deben preocuparse por las personas fuera de la fábrica porque el espectáculo debe generar demanda para sus productos.

Debord analiza cómo la automatización del trabajo en las fábricas ha transformado drásticamente la composición de la fuerza laboral. Afirma que, si bien la automatización está reemplazando rápidamente a los trabajadores, la economía capitalista nunca logrará una automatización completa, ya que los trabajadores poco cualificados necesitan percibir salarios para poder adquirir productos. Debord explica que las corporaciones no desean pagar a los trabajadores un salario justo porque buscan maximizar sus ganancias. Sin embargo, deben remunerarlos de alguna manera, pues el negocio debe continuar y crecer. Este negocio dirige la economía y los productos que se fabrican, y el crecimiento se convierte en el factor primordial.

Capítulo 3: Unidad y división en las apariencias

El autor considera que la sociedad del espectáculo está plagada de contradicciones. La unidad y la división están omnipresentes, pero casi siempre se ocultan tras un velo tenue. La gente tiende a sentirse unida bajo la idea del consumo constante y la creencia de que todos participan en él. Debord postula que, debajo de esta realidad subyacen una creciente desigualdad de ingresos y una división de clases que amenazan con destruir, a la larga, la noción misma del espectáculo.

Debord analiza la tendencia a vender estilos de vida a través de las celebridades, a comercializar a los líderes como si fueran mercancías y a vender estatus social mediante marcas de productos. Sostiene que la mayoría de las personas saben en el fondo que no pueden ni podrán vivir jamás como una celebridad, pero sienten que si consumen cosas de forma similar, parecerán tener el mismo estatus.

El fenómeno del espectáculo también se aplica a la narrativa sobre las personas en el poder. Debord cree que este fenómeno intenta vender la idea de que quienes ocupan puestos de poder y poseen grandes fortunas son personas normales, con orígenes similares a los de la mayoría. Esta narrativa suele generar la creencia de que, si adquieren los bienes de las personas poderosas, también alcanzarán una posición de poder.

Debord analiza lo que él denomina pseudonecesidades. Estas son necesidades asumidas, creadas por el espectáculo, que no son necesidades humanas reales como la comida, el agua y la vivienda. Debord también analiza los dispositivos electrónicos y cómo la tecnología en constante evolución puede desestabilizar el sistema. La tecnología cambia continuamente y la actual se vuelve obsoleta con mucha rapidez.

Capítulo 4: El proletariado como sujeto y representación

Guy Debord dedica este capítulo a reflexionar sobre la historia teórica marxista y las filosofías de Karl Marx (1818-1883). Debord critica diversos aspectos del marxismo, en particular su excesiva dependencia de la ciencia y la teoría científica. Señala que muchos pensadores críticos carecen de comprensión histórica y se vuelven excesivamente dependientes de la ciencia pura.

Debord pasa a exponer su evaluación del gobierno de la URSS como la empresa capitalista que, según él, realmente era. Finaliza el capítulo comentando su opinión sobre el proletariado: 

"Los trabajadores se presentan como representantes de su propia explotación."

Opina que, en el momento de la publicación del ensayo, la sociedad se encuentra al borde de otro levantamiento proletario. A continuación, describe con detalle cómo podría ser. Debord predice que la gente acabará utilizando los mismos productos que la aíslan para unirse y rebelarse contra el espectáculo que la creó.

Capítulo 5: Tiempo e historia

Debord sostiene que el tiempo y la humanidad son, en realidad, lo mismo. El tiempo histórico comienza con la verdadera naturaleza humana. Debord analiza la historia de diversas sociedades, desde las estáticas hasta el surgimiento del poder político tras la desaparición de tribus basadas en lazos familiares. Las sociedades estáticas mantienen el conflicto interno y se mantienen estables a lo largo de generaciones, con escasos cambios culturales o sociales. Debord aborda las repercusiones de la caída de una dinastía y cómo esa sociedad se ve sumida en un tiempo cíclico, es decir, en la repetición constante de los mismos ciclos estacionales. Solo cuando una nueva dinastía asciende al poder, el tiempo histórico recupera su posición dominante sobre el tiempo cíclico.

"El tiempo se consume como una acumulación de imágenes."

Debord se adentra en la historia de las religiones monoteístas de Occidente, que, según explica, son una combinación de mito e historia. Debord plantea que la constante búsqueda de conversión y conquista de la religión saca a las personas del tiempo cíclico y les proporciona un propósito, una meta que alcanzar. Explica cómo el cristianismo se invierte religiosamente porque la gente empieza a ostentar su rectitud religiosa, como en batallas físicas como las Cruzadas (1095-1291). Con el progreso de la sociedad, esos enfrentamientos físicos se transforman en enfrentamientos comerciales y morales. Debord teoriza que el proceso que sigue el cristianismo sienta las bases del capitalismo. Crea una mentalidad de acumulación de capital y comienza a borrar los mitos del mundo premoderno. Es en esta transición cuando la sociedad inicia su fascinación por las mercancías.

Debord concluye el capítulo teorizando que los dueños del capital en la sociedad del espectáculo utilizan los conceptos de moralidad y religión para mantener a la clase trabajadora atada a la producción de sus bienes. Se emplean términos como «la obra de Dios» para crear la ilusión de que el trabajo es lo más importante en la vida de una persona y que es lo moralmente correcto. Quien se resiste al trabajo es tachado de resistirse a la moralidad y, en última instancia, a Dios.

Capítulo 6: Tiempo espectacular

Guy Debord continúa explorando el concepto del tiempo en la sociedad moderna, centrándose en su movimiento en relación con la sociedad del espectáculo. Afirma que el tiempo de producción, entendido como el tiempo físico dedicado a producir los bienes impulsados ​​por el espectáculo, degrada a las personas y las deshumaniza, provocándoles una sensación de vacío interior.

Debord cree que las corporaciones intentan ocultar este hecho presentando la ilusión de que el tiempo de producción es cíclico y no creado por los dueños del capital. Debord considera que el tiempo de producción se relaciona con unidades de tiempo comercializables y que exige una disminución de la calidad. Sin embargo, esta disminución de la calidad debe parecer significativa para que el engaño funcione. El ciclo de tiempo de producción generado por el capitalismo se ve reforzado por los ciclos naturales del día y la noche. La industria moderna transforma el tiempo pseudocíclico en una mercancía que se puede comprar y vender.

"Los eventos se convierten en espectáculos, no en experiencias."

El tiempo libre, envuelto en el espectáculo, no se trata de experimentar la vida real fuera del trabajo, sino más bien de las apariencias. La gente viaja a destinos más por las imágenes y la apariencia de poder viajar que por las experiencias reales. Este concepto de apariencia también ha dado lugar a experiencias como los parques temáticos. Las vacaciones en lugares como Disney World o un crucero por el Caribe giran en torno a la apariencia. En muchos casos, la gente nunca sale del complejo donde se hospeda y nunca llega a experimentar la cultura real del lugar que visita. Los pasajeros de cruceros rara vez ven más allá de la línea de visión del barco, y los visitantes de Disney World apenas descubren lo que la ciudad de Orlando tiene para ofrecer.

Las festividades son similares porque el consumo de bienes se ha convertido en su principal motivo. La Navidad se centra en dar regalos, Halloween en conseguir dulces y comprar disfraces, y el Día de San Valentín se inventó porque las empresas necesitaban una forma de atraer compradores en pleno invierno.

Capítulo 7: Dominación territorial

El autor explica cómo los modernos medios de producción y transporte han unificado el espacio geográfico al conectar lugares y culturas remotas que antes estaban demasiado distantes para comerciar. El cierre de la brecha geográfica ha provocado la desaparición de la localización.

Debord cree que, más allá del transporte moderno de bienes y servicios, este ha eliminado la geografía local y la ha sustituido por el espectáculo del turismo. Considera que el turismo es una circulación humana que convierte el simple hecho de visitar lugares en un espectáculo. Para Debord, el turismo no es más que otra forma de consumo.

Debord también expone su opinión sobre la urbanización de la sociedad. La urbanización es el proceso de transformación de una zona rural o suburbana en una zona urbana o ciudad. Debord afirma que la urbanización es otra forma de alienación provocada por el espectáculo. Considera que la urbanización supone la congelación de la vida en un punto determinado.

Capítulo 8: Negación y consumo dentro de la cultura

En el capítulo ocho, Debord examina diversos temas, entre ellos el arte y las ciencias sociales. Comienza y termina el capítulo con una evaluación de la cultura y el efecto que el espectáculo tiene sobre ella. Debord ofrece una evaluación y explicación general de la cultura y de cómo, en su opinión, el arte, la ciencia y la economía desempeñan funciones específicas. A continuación, se centra en explicar específicamente el espectáculo y la importancia de la crítica del arte y las ciencias sociales.

El autor continúa explicando y criticando la escuela estadounidense del estructuralismo, un método de interpretación y análisis de aspectos de la cognición, el comportamiento, la cultura y la experiencia humanas. Debord analiza cómo el estructuralismo justifica la sociedad del espectáculo al otorgar mayor importancia al sistema en sí. El estructuralismo proclama que el sistema es más importante que su función específica. Esta perspectiva justifica las funciones dentro del sistema porque, mientras este exista, su funcionamiento interno carece de importancia.

Capítulo 9: La ideología materializada

En el capítulo final, Debord explica cómo la ideología personal y cultural constituye el fundamento del pensamiento humano, si bien los hechos ideológicos no son hechos verdaderos. Los hechos ideológicos son relatos, conocimientos y experiencias compartidos por ciertas ideologías, pero que son indemostrables o falsos. Estos hechos ideológicos pueden influir drásticamente en la educación y en las futuras generaciones de una sociedad.

La ideología gana legitimidad con sus triunfos en el arte, la cultura y la ciencia. Una vez que los hechos ideológicos se imponen, la ideología se integra en la sociedad y borra sus orígenes históricos. Debord explica la corta vida de las ideologías, cuya competencia se caracteriza por su disolución en la sociedad y la cultura. Teoriza que el espectáculo es la ideología que se ha elevado por encima de todas las demás. A diferencia de otras ideologías que son absorbidas por la sociedad, esta logra mantenerse separada y, al permanecer separada, conserva su validez.

"El espectáculo es la cúspide de la ideología porque expone y manifiesta plenamente la esencia de todos los sistemas ideológicos: el empobrecimiento, la esclavitud y la negación de la vida real."

Debord analiza cómo la cultura política y económica moderna está diseñada para producir una única necesidad: el dinero. En la economía política moderna, el dinero es la única necesidad. Los individuos, dentro de la sociedad del espectáculo, se aíslan unos de otros. Su aislamiento se vuelve total y se intensifica por el consumismo y las imágenes con las que el espectáculo los bombardea constantemente.

Temas

Alienación

Debord sostiene que, en el sistema capitalista, las mercancías y los medios de comunicación de masas transforman la experiencia cotidiana en un consumo pasivo de apariencias:

"Todo lo que una vez se vivió directamente se ha convertido en mera representación."

El espectáculo sirve para mantener el orden establecido al presentar un mundo coherente y atractivo de mercancías y celebridades que enmascara las contradicciones sociales y desalienta la acción crítica. En lugar de fomentar una comunidad genuina o la actividad autónoma, el espectáculo produce alienación, y las personas se relacionan entre sí a través de imágenes y roles mercantilizados, convirtiendo la experiencia vivida en algo que se compra, se vende o se observa. Insiste en que superar el espectáculo requiere recuperar las relaciones vivas y activas, y rechazar la identificación pasiva con las imágenes que sustenta la dominación.

La cultura del espectáculo

Guy Debord explica en detalle el fenómeno del espectáculo. Sostiene que una sociedad impulsada por el espectáculo se nutre de las relaciones, y que estas relaciones se generan a través de la imaginería. Debord afirma que, dado que la cultura del espectáculo se centra en las imágenes, las marcas de los productos cotidianos son importantes para las personas. La mercantilización se enfoca en la imagen, más que en el producto real que esta representa. El beneficio percibido del producto se basa en una idea abstracta, en lugar de en sus verdaderos atributos y usos.

Un ejemplo de publicidad basada en el espectáculo se encuentra en los anuncios de refrescos. Las empresas suelen mostrar a quienes consumen la bebida en cuestión como personas llenas de energía, con un físico atractivo y participando en emocionantes actividades sociales. El espectáculo en pantalla otorga al refresco atributos abstractos que el producto real no posee.

El espectáculo también genera un sentimiento de pertenencia al crear la percepción de que una persona no forma parte de la cultura actual a menos que posea o consuma un refresco en particular. Las empresas utilizan imágenes llamativas para crear la creencia de que todos en el círculo social de una persona tienen el producto. Esta percepción motiva a la persona a comprarlo, no porque realmente lo necesite, sino porque se siente excluida si no lo tiene.

Los anuncios muestran familias felices yendo a un parque de atracciones o jugando a un juego de mesa. Estas imágenes dan a entender que si quien ve el anuncio compra el juego o lleva a su familia al parque, también será feliz. La realidad es que un juego de mesa y un parque de atracciones no contienen la felicidad en sí mismos. Es el espectáculo de las imágenes asociadas lo que les atribuye esa cualidad.

Autenticidad cultural

La autenticidad cultural es el grado en que una imagen o espectáculo refleja la cosmovisión, las creencias y los valores de un grupo cultural específico, y representa con precisión los detalles de la vida cotidiana y el lenguaje propios de dicho grupo. Debord subraya que, como consecuencia de la homogeneización cultural a través de las mercancías, la cultura verdadera y auténtica se devalúa. Explica que la homogeneización cultural a través del capitalismo se produce cuando las diferentes culturas del mundo se vuelven más similares entre sí debido a que consumen los mismos productos.

El ejemplo más evidente de homogeneización cultural se encuentra en la comida que consumimos. Hubo un tiempo en que los platos de las distintas culturas eran exclusivos de esas culturas y regiones geográficas. La comida jamaicana se consumía en Jamaica, y quien deseara probarla debía viajar a Jamaica y sumergirse en la cultura por completo. Sin embargo, gracias a la mercantilización de los alimentos, una persona puede entrar en la zona de comidas de un centro comercial en Norteamérica, Europa o Asia y encontrar platos de muchas culturas diferentes en un mismo lugar. Uno puede caminar por las calles de Nueva York, París, Londres o Shanghái y ver las mismas marcas de ropa y aparatos electrónicos, y escuchar la misma música. Las empresas se apropian o copian ideas antiguas y probadas para los consumidores en lugar de crear productos nuevos y originales. La autenticidad cultural se pierde porque la cultura de consumo se centra en la representación y la apariencia.

Se percibe que quien posee un bolso Prada lleva un estilo de vida determinado. Se espera que, al adquirirlo, el consumidor se sienta inmediatamente diferente y forme parte de un círculo social distinto. Debord considera que esta idea es una versión distorsionada de la realidad, presentada de forma atractiva para que los consumidores se obsesionen con ella. Las empresas incorporan celebridades y estatus social en sus anuncios, lo que arraiga estas imágenes e ideas en la vida social. El hecho de que estas imágenes se arraiguen en diversas sociedades conlleva una grave pérdida de autenticidad cultural.

La Sociedad de Tener

En una alusión al tema elaborado más tarde por Erich Fromm, ¿Tener o ser? (1976), Debord escribe:

"Así como el capitalismo industrial temprano desplazó el foco de la existencia del ser al tener, la cultura postindustrial ha desplazado ese foco del tener al aparentar."

Debord sugiere que la deriva capitalista que está tomando la sociedad y su efecto en los consumidores están degradando la vida. Propone que la sociedad del espectáculo se está alejando de una sociedad centrada en vivir para vivir, siendo reemplazada por una sociedad centrada en el tener. El espectáculo degrada aún más la sociedad, pasando de la verdadera posesión a la mera apariencia de tener.

Debord sostiene que la realidad de una persona se ve desplazada en favor de las apariencias. El concepto de apariencia de posesión se ilustra mejor con el creciente mercado de productos falsificados y de imitación de marcas reconocidas. Una persona compra un artículo falsificado con el logotipo de una marca costosa (en el top manta, por ejemplo). Paga un precio significativamente menor por la versión falsificada, más barata, pero el logotipo da a entender a los demás que quien posee el producto tiene dinero y un determinado estilo de vida. Este concepto se extiende incluso a la vida social, que, según Debord, se ha convertido más en una representación de la vida social.

En la vida moderna, las redes sociales permiten compartir y exhibir únicamente los aspectos positivos de la vida. Incluso permiten simular aspectos de la vida social para aparentar un estilo de vida próspero. Debord argumenta que este fenómeno se ve favorecido por el capitalismo y los medios de comunicación de masas, que difunden y cultivan el espectáculo. Explica que, en las etapas avanzadas del espectáculo, las relaciones entre productos reemplazan las relaciones entre personas. Las corporaciones ven a las personas como objetos que pueden producir, o aparentar producir, como mercancías, y luego se maravillan ante el espectáculo creado para ellas.



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