La filosofía en el tocador por el Marqués de Sade


Reseña 

La filosofía en el tocador del Marqués de Sade presenta personajes que participan en escenas sexuales violentas y desenfrenadas como forma de desafiar las normas morales y sociales. Sade fue un filósofo materialista que consideraba la sociedad enemiga de la naturaleza humana y creía en la reducción a la nada de las manifestaciones del alma o del yo. Su filosofía libertina se basa en la libertad individual y la búsqueda del placer, desafiando las normas sociales y religiosas. Sade ofrece una crítica del poder y la autoridad, abogando por una reevaluación de la moral tradicional y las estructuras de poder.

Contexto

Donatien Alphonse François es más conocido como el Marqués de Sade, y su obra se conoce por su asociación con el término «sadismo». Los libros de Sade están repletos de escenas de extrema violencia y desenfreno, a menudo combinados. Estas narrativas tienen su origen en su filosofía: una teoría materialista de la naturaleza humana.

El materialismo del siglo XVIII fue una extensión de la filosofía mecanicista del siglo XVII, sello distintivo de la revolución científica. Esta filosofía ofrecía una cosmovisión en la que la materia y las leyes naturales del movimiento debían explicar todos los fenómenos. La tesis del materialismo es que los seres humanos no son más que sus propiedades materiales. Nos diferenciamos de los troncos de los árboles y los gusanos solo por la complejidad de nuestra organización interna. El alma es un mito, o simplemente una entidad o un proceso material.

Sade era un materialista de otro tipo. Otros materialistas hablaban de estudiar, comprender, predecir y controlar la acción humana con miras a mejorar la sociedad. Sade veía la sociedad como enemiga de nuestra naturaleza material. Consideraba nuestra existencia espiritual como un mito. Actuar de acuerdo con nuestra verdadera naturaleza material significa, por lo tanto, aspirar a reducir a la nada cualquier manifestación del alma o del yo. El autoabandono y el sufrimiento son, por lo tanto, los primeros pasos hacia el placer supremo. Él cree que todos tenemos deseos de dañar a los demás, pero estos deseos se esconden bajo una apariencia de compromiso con el orden moral de la sociedad. También pueden ser una reacción contra dicho orden. En cualquier caso, Sade propone que nos sometamos a estos deseos más profundos.

Sade participó personalmente en la Revolución Francesa y, de hecho, fue uno de los prisioneros liberados de la Bastilla. (Cuando fue liberado cambió su nombre de Marqués de Sade a Ciudadano Sade). 

Escribió a favor de la revolución:

"Habré contribuido al progreso de nuestra época y estaré satisfecho. Nos acercamos a nuestra meta, pero con vacilaciones. Confieso que me inquieta el presentimiento de que estamos a punto de fracasar una vez más. ¿Acaso se cree que se alcanzará esa meta cuando por fin se nos den leyes? Abandonen esa idea, pues ¿qué debemos hacer con las leyes quienes no tenemos religión? Necesitamos un credo, un credo acorde con el carácter republicano, algo que esté muy lejos de poder retomar el culto a Roma."

En las escenas finales de su libro, Los 120 días de Sodoma, Sade imagina una serie de máquinas de matar. Aunque escritas en 1785, estas descripciones de instrumentos de muerte a escala industrial evocan la guillotina, que se convertiría en el símbolo de la revolución. En su concepción la guillotina fue una invención de la Ilustración. Las máquinas de matar de Sade convierten la muerte en el espectáculo más torturador y sangriento imaginable, muy alejado de lo que los hombres de la Ilustración habrían deseado ver en una ejecución judicial.

Sade fue tildado de contrarrevolucionario y su obra fue condenada por la izquierda política. Expresó su repugnancia por la concentración del poder estatal y la pena capital en nombre de la virtud y la libertad. En este sentido, fue un revolucionario marginal y sus escritos pueden considerarse una visión distorsionada de la Revolución. La filosofía en el tocador puede interpretarse como una alegoría satírica de la Revolución Francesa y las teorías que la inspiraron.

Resumen

 La filosofía en el tocador (1795) está dividida en siete diálogos y fue ilustrada originalmente por el propio Sade.

En la introducción, el Marqués de Sade exhorta a sus lectores a disfrutar de las diversas actividades de la obra. Anima a las lectoras a emular al personaje de Eugenia y a los lectores masculinos a estudiar al cínico Dolmancé y seguir su ejemplo de egoísmo y consideración hacia el disfrute personal.

Dolmancé es el personaje más dominante de la obra. Le explica a Eugenia que la moral, la compasión, la religión y la modestia son nociones absurdas que obstaculizan el único fin de la existencia humana: el placer. La obra contiene abundante sexo, así como filosofías libertinas.

Dolmancé y Madame de Saint-Ange comienzan impartiendo a Eugenia su educación sexual, explicándole los hechos biológicos y declarando que el placer físico es un motivo mucho más importante para el sexo que la reproducción. Ambos personajes explican que no podrá sentir verdadero placer sin dolor. Luego, con entusiasmo, se dedican a las lecciones prácticas, con Le Chevalier, el hermano menor de Saint-Ange, uniéndose a ellos en el cuarto acto y ayudando rápidamente a arrebatarle la virginidad a Eugenia.

Eugenia aprende los placeres de diversas prácticas sexuales y demuestra una rápida asimilación. Como suele ocurrir en la obra de Sade, todos los personajes son bisexuales, y la sodomía es la actividad preferida de todos, especialmente Dolmancé, quien prefiere parejas sexuales masculinas y solo practica el sexo anal con mujeres. Madame de Saint-Ange y Chevalier también mantienen relaciones sexuales, y presumen de hacerlo con regularidad. Su incesto — y todo tipo de actividades y tabúes sexuales, como la sodomía, el adulterio y la homosexualidad — es justificado por Dolmancé en una serie de enérgicos argumentos que, en última instancia, se reducen a: si te gusta, hazlo. (La sodomía era ilegal y se castigaba con la muerte en Francia en la época en que se escribió el diálogo, y el propio Sade fue condenado por sodomía en 1772.) La corrupción de Eugenia se produce en realidad a petición de su padre, que la ha enviado a Madame de Saint-Ange con el mismo propósito de despojar a su hija de la moralidad que su virtuosa madre le enseñó.

Dentro del quinto diálogo hay un panfleto titulado Otro esfuerzo más, franceses, si quisieran convertirse en republicanos, escrito por un revolucionario anónimo. Trata sobre la postura moral de la República Francesa y condena al dios cristiano como instrumento de los opresores, además de exigir la abolición de las leyes que obstaculizan las libertades individuales. Estas incluyen leyes sobre calumnia, robo, incesto, violación, asesinato y suicidio. También argumenta que, tras la abolición de la monarquía en la Revolución, el pueblo francés debería dar el paso definitivo hacia la libertad aboliendo también la religión:

"Franceses, os lo repito: Europa espera su liberación tanto del espectro como del incensario. Sepan bien que no podrán liberarla de la tiranía real sin romper al mismo tiempo para ella las cadenas de la superstición religiosa; las ataduras de una están demasiado íntimamente ligadas a las de la otra; si una de las dos sobrevive, no podrán evitar caer bajo el otro que han dejado intacto."

En el acto final, la madre de Eugenia, Madame de Mistival, llega para rescatar a su hija de sus corruptores. Sin embargo, el padre de Eugénie advierte a su hija y amigos con antelación y los insta a castigar a su esposa, cuya persona y virtud detesta claramente. Madame de Mistival se horroriza al descubrir que no solo su esposo organizó la corrupción de su hija, sino que también Eugenia ya ha perdido la moral que poseía anteriormente, junto con todo respeto y obediencia hacia su madre. Eugenia se niega a irse, y Madame de Mistival pronto es desnudada, golpeada, azotada y violada. Su hija participa activamente en esta brutalidad e incluso declara su deseo de matar a su madre. Dolmancé finalmente llama a un sirviente con sífilis para violar a la madre de Eugenia. Esta le cose la vagina y Dolmancé el ano para guardar la semilla contaminada en su interior. Luego es enviada a casa llorando porque sabe que su hija se ha perdido en la mentalidad libertina y corrupta de Dolmancé y sus cómplices.

Temas

Libertinaje

Eugenia acude al tocador de Madame de Saint-Ange para aprender sobre los caminos de la carne, pero Dolmancé le da una introducción más filosófica. El libertino la aconseja no solo sobre la mecánica del sexo y el sadomasoquismo, sino también sobre los principios que rigen la estética libertina.

El libertinaje es una doctrina ferozmente libertaria, el individualismo llevado a su extremo. El objetivo es la autorrealización mediante actos audaces y desafiantes. Dolmance explica a lo largo de varios diálogos que el esfuerzo humano más profundo que uno puede emprender es la gratificación sexual. Rechaza la idea de que el amor, la caridad o la amistad puedan proporcionar una plenitud similar. Citando precedentes históricos, Dolmance ilustra que cualquier acción que aumente la estimulación es permisible. Esto incluye la violación, el abuso, el incesto e incluso el asesinato.

Sade desafía las normas sociales y religiosas que rigen la sexualidad, abogando por la plena libertad de expresión y la exploración de los deseos. A través de diálogos crudos y escenas eróticas explícitas, el autor busca deconstruir tabúes y desafiar los límites impuestos por la sociedad.

En La filosofía en el tocador, Sade retrata personajes que participan en prácticas sexuales desviadas y violentas, pero que reivindican su derecho al placer sin restricciones. Para Sade, la sexualidad refleja nuestra naturaleza animal e instintiva, y cree que la represión de nuestros impulsos sexuales es la causa de muchos de los males de la sociedad. 

Filosofía política

La historia se desarrolla en un tocador, donde un grupo de personajes participa en experimentos sexuales y filosóficos extremos. El Marqués de Sade utiliza estas escenas de libertinaje para desafiar las normas sociales y morales de su época. La violencia es omnipresente en la novela, ya sea en forma de violación, asesinato o tortura. Estos actos brutales se describen con gran detalle, lo que le ha valido a la obra su polémica reputación.

Tras la aparente liberación sexual de sus diálogos, Sade ofrece una crítica feroz del poder y la autoridad. Al representar personajes que participan en actos de dominación y sumisión, Sade destaca los mecanismos de poder que rigen nuestras sociedades. Según él, el poder es inherente a la naturaleza humana y no tiene sentido reprimirlo. Al contrario, debemos aceptarlo y ejercerlo conscientemente. La filosofía política de Sade es una invitación a repensar nuestras concepciones tradicionales de la moral y el poder.

Para Sade, la filosofía política debe estar libre de toda forma de moralidad y restricción. Aboga por la libertad total, donde cada individuo sea libre de perseguir sus deseos más perversos sin restricciones. Esta visión, que puede parecer extrema o incluso repugnante, es una crítica mordaz a la sociedad de la época, donde las normas y las convenciones sofocan a los individuos y les impiden expresar plenamente su verdadera naturaleza.

Violencia y transgresión

Más allá de la representación de la violencia, el Marqués de Sade busca explorar los límites de la libertad individual y la transgresión. Para él, la violencia es una forma de liberarse de las restricciones impuestas por la sociedad y de los tabúes sexuales. Anima a sus personajes a traspasar los límites de sus deseos y a abrazar sus impulsos más oscuros.

Sin embargo, esta exploración de la violencia y la transgresión no está exenta de consecuencias. Los personajes de la novela se ven atrapados por sus propios deseos y acciones. Sade, por tanto, advierte contra los excesos de la libertad absoluta. El autor utiliza estos elementos para cuestionar las normas sociales y morales de su época, a la vez que explora los límites de la libertad individual.

Crítica de la sociedad burguesa

Los mecanismos de dominación y opresión están en juego dentro de la burguesía. En particular, la perpetuación de la desigualdad de género, donde las mujeres a menudo son reducidas a objetos sexuales o trofeos para los hombres. Sade destaca la superficialidad y la vacuidad de los valores que transmite esta clase social, donde la apariencia y el estatus social priman sobre la autenticidad y la verdadera riqueza interior.

Las escenas extremas de Sade incitan a cuestionar las normas y convenciones impuestas por la burguesía y abogan por liberarnos de las limitaciones sociales y abrazar nuestra propia individualidad.

Trazabilidad de las ideas del Marqués de Sade (por Raúl Basas Boya)

El pensamiento que, a través de sus personajes, expone el Marqués de Sade en su obra La filosofía en el tocador se halla muy presente desde hace décadas en buena parte de la doctrina económica, mercantil y política que, hoy día, marca el rumbo de algunas de las más importantes naciones del mundo. En esta obra, el Marqués de Sade anticipa además ideas, teorías y planteamientos que, años más tarde, tendrán reflejo en figuras como Darwin o Nietzsche. También en Sigmund Freud quien, conmocionado por las matanzas de la Gran Guerra, desarrollará su teoría de la pulsión de muerte y destrucción asociada al mito de Narciso, y que encontrará explícitamente expresada en los textos del Marqués de Sade. A continuación desarrollaré una trazabilidad de algunas de estas ideas.

Charles Darwin apenas tenía 5 años cuando murió Donatien Álphonse François de Sade, conocido como Marqués de Sade (1740-1814) quien en su libro La filosofia en el tocador ya abogaba por que las únicas leyes que debían regir el mundo eran las leyes de la naturaleza, añadiendo, además, que toda institución social y pensamiento moral limitan la libertad del hombre y lo condenan a la infelicidad:

"Puesto que la destrucción es una de las primeras leyes de la naturaleza, nada que destruya puede considerarse criminal [...] el asesinato no es una destrucción, quien lo comete se limita a variar las formes y (estas) vuelven a la naturaleza elementos que su diestra mano utiliza para recomponer otros seres. (91)

La crueldad no es más que le energía del hombre aún no corrompida por la civilización, por lo tanto, eliminad vuestras leyes, vuestros castigos, vuestras costumbres y la crueldad ya no tendrá efectos peligrosos. [...] en ese estado de incivilización, en cambio, si se actúa sobre el fuerte, será repelido por este, y si se actúa sobre el débil, puesto que solo se ha de lesionar a un ser que cede ante el fuerte, en virtud de las leyes de la naturaleza, no hay inconveniente alguno en ejercerla".

Desde hace décadas parece que hayamos sustituido el “Deus vult” de Urbano II, que promovió y justificó una matanza, por un “Darwin dixit” que ejerce sobre todos nosotros algo así como un efecto placebo bajo cuyo paraguas toleramos y convivimos, como si fuera algo intrínseco e inmutable, con el delito, el crimen, la guerra, la iniquidad etc. Todo ello ciertamente aceptable para el Marqués de Sade (me pregunto si también para Darwin), puesto que todos existen en la naturaleza.

Tampoco había nacido Nietzsche cuando Sade ya había denunciado la debilidad a la que la religión en general, y el cristianismo en particular, someten al hombre. Así se burla de Jesucristo y de la bondad:

"Dada su ignorancia, nada escribe; dada su estupidez, habla muy poco; dada su debilidad, hace todavía menos y termina hartando a los magistrados. (60)

Aducís una quimérica voz de la naturaleza que nos diría que no debemos hacer a los demás lo que no quisiéramos para nosotros. Pero este absurdo consejo siempre nos ha venido de los hombres, y de los hombres débiles. Al hombre fuerte nunca se le ocurriría emplear semejante lenguaje".(110)

Por supuesto, a la muerte del Marqués tampoco había nacido la clase dirigente, económica y política, que rige los destinos de algunas de las naciones de allende los mares (y de aquende), cuando había dejado estas frases sobre la caridad, la pobreza y los pobres en general:

"El pobre se acostumbra a recibir ayudas que minan su energía; cuando pueden esperan vuestra caridad ya no trabaja, y cuando no la reciben, ¡se hace ladrón [...] ¿Queréis que no haya pobres en Francia? No distribuyáis ayudas y, sobre todo, suprimid vuestras casas de caridad. (64)

¿Qué utilidad tiene que se ponga tanto empeño en la conservación de tales individuos? [...] Son seres supernumerosos que, como ramas parásitas, solo viven del tronco y terminan por exterminarlo. (64)

Y, claro, tampoco habían sucedido los genocidios y las grandes masacres de la modernidad cuando el Marqués de Sade ya había dejado escrito este párrafo sobre el exterminio masivo y planificado de seres humanos:

"Un soberano ambicioso podrá destruir a su antojo y sin el menor escrúpulo a los enemigos que se oponen a sus proyectos de grandeza... leyes crueles, arbitrarias, imperativas, podrá también asesinar cada siglo a millones de individuos,,, y nosotros, débiles y desdichados particulares, ¿no podremos sacrificar un solo ser a nuestra venganza o nuestro capricho?" (92)

La filosofía en el tocador está escrita en el formato clásico del diálogo. Estructura con mucha tradición en la literatura universal: herencia de Platón, Luciano de Samosata, Juan de Valdés, José Cadalso o el mismo Cervantes. Los protagonistas dialogan entre sí, se interrogan, responden y reflexionan mientras se entregan a prácticas sexuales y masoquistas (dialogan entre una actividad y la siguiente). Los ejercicios sexuales y sus distintas posturas (sexo en grupo) están descritos con objetividad enciclopédica, sin adjetivación ni erotismo que excite al lector y le distraiga de la reflexión filosófica. 

Los personajes, además, se expresan con un lenguaje llano, en ocasiones vulgar y soez, utilizando muchas veces un tono deslenguado y provocador, también muy reconocible en buena parte de nuestros actuales líderes nacionales e internacionales.

A pesar de que el pensamiento del Marqués de Sade resulta de máxima actualidad tanto en la ideología dominante como en la doctrina económica, y también política, que rige los destinos de algunas de las más importantes naciones, sin embargo, nadie parece atreverse a reivindicar su impronta. De este modo, este hijo de la Ilustración que se pasó más de la mitad de su vida en la cárcel, ni siquiera después de muerto puede saborear las mieles del éxito y exhibir la vigencia de su doctrina, muchas veces eufemísticamente disimulada o encubierta bajo un uso pseudocientífico y narcotizante del término “darwinismo”.

Propongo con este texto aprovechar el tema incluido en la tertulia de filosofía para releer y redescubrir al Marqués de Sade, quien, desde hace décadas, camina a nuestro lado sin que queramos verlo, y, de paso, liberar a Darwin de su sambenito de crueldad, reconciliándonos, al mismo tiempo, con la semántica sustituyendo en los distintos foros el sintagma “darwinismo social” por el de “sadismo social”. Si, hasta ahora, esto no ha sido posible, quizás sea porque, aun después de muerto, preferimos mantener al Marqués de Sade entre rejas e irnos a dormir pensando que somos “darwinistas” antes que reconocernos como “sádicos”.

(Nota: para las citas y la referencia a las páginas he manejado la edición de Austral Narrativa, año 2016, con un breve y muy interesante prólogo de Antonio Monegal y traducción por Ricardo Pochtar.)


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