El hombre unidimensional de Marcuse


Contexto

Husserl

Las influencias filosóficas en Herbert Marcuse (1898-1979) comenzaron con su interés por Husserl, en quien basó su argumento de que la configuración social de la ciencia y la tecnología se había convertido en la forma total de la realidad. En El hombre unidimensional desarrolló esta idea utilizando la Crisis de las ciencias europeas y la Fenomenología trascendental de Husserl. Husserl entendió que la crisis de la razón era también:

“...crisis de la propia humanidad europea en lo que respecta al sentido total de su vida cultural, de su existencia total”.

Sostuvo que esta crisis tuvo su origen en la “matematización de la naturaleza" iniciada por Galileo, quien, para comprender la Naturaleza, reemplazó la razón formal por la experiencia inmediata. Husserl creía que Europa tenía un profundo vínculo cultural con la razón e investigó el espíritu racional de Europa, no los rasgos que afectaban la crisis de la razón.

En cambio, Marcuse rechazaba la idea de que la filosofía pudiera solucionar lo que él consideraba una crisis social, económica y política. Este giro hacia la vida contemporánea caracterizó la diferencia entre la obra de ambos autores.

Heidegger

Marcuse vio en Heidegger, discípulo de Husserl, un enfoque más concreto de la filosofía:

“Vimos en Heidegger lo que habíamos visto por primera vez en Husserl: un nuevo comienzo, el primer intento radical de poner la filosofía sobre bases realmente concretas: una filosofía preocupada por la existencia humana, por la condición humana, y no por ideas y principios meramente abstractos”.

Sin embargo, Marcuse se separó de Heidegger a nivel personal porque este último se unió al partido nazi. Detalla su rechazo personal y filosófico a su antiguo maestro en el ensayo de 1934 La lucha contra el liberalismo en el Estado totalitario. Allí sostiene que Heidegger y otros simpatizantes nazis habían abandonado las normas y conceptos básicos de la filosofía. Critica lo que él llama los intentos de los "existencialistas" de hacer conceptos filosóficos concretos, pero que terminaron creando más abstracciones vacías que cancelaron la ética tradicional y, por lo tanto, entregaron el pensamiento al poder.

Marx

El concepto marxista central adoptado por Marcuse fue la alienación. Marx consideraba que la vida humana adquiría su sentido a través del trabajo, en el que los individuos pueden crear y generar valor para enriquecer sus vidas. Sin embargo, en el capitalismo el trabajo se reduce a laborar a cambio de un salario por tareas no creativas. Lo que producen los asalariados lo llevan sus empleadores. Esto conduce a un alejamiento, tanto del producto de su trabajo como de sí mismos, ya que dedican su tiempo a producir para sus jefes. Además sus relaciones se reducen a relaciones entre cosas. Marcus cita esta alienación y el malestar social que provoca como una crítica al capitalismo.

Freud

Marcuse también empleó varias teorías de Freud, en particular la represión y la pulsión de muerte. Establece una escala de represión: sepultando el material psíquico desagradable, desde el nivel social hasta el individual. Argumenta que el establishment reprime las ideas que amenazan al capitalismo.

En cuanto a la pulsión de muerte, Marcuse reconoce la tensión entre la libertad individual y la conformidad social. Considera que esto genera tendencias agresivas y suicidas en la psique. Su propuesta es que una sociedad que no se base en la dominación disminuiría la pulsión de muerte.

Comentario

En El hombre unidimensional (1964), Marcuse critica la sociedad moderna industrial de consumo, que define como control social. Sostiene que Occidente afirma vivir en un sistema democrático, que en realidad es totalitario. Lo llama "racionalidad tecnológica" y considera que se ha impuesto en todos los aspectos de la vida. Se ha convertido en la ideología dominante de la sociedad industrial moderna:

“En virtud del modo como ha organizado su base tecnológica, la sociedad industrial contemporánea tiende a ser totalitaria”.

La industrialización ha creado un mayor bienestar para sus ciudadanos, lo que ha ocultado la verdadera naturaleza explotadora del sistema capitalista y, por lo tanto, ha ampliado su dominio. Esto, por lo tanto, limita la revolución política contra la sociedad opulenta moderna:

“El pensamiento unidimensional es promovido sistemáticamente por los hacedores de la política y sus proveedores de información masiva. Su universo de discurso está poblado de hipótesis autovalidadas que, repetidas incesante y monopolísticamente, se convierten en definiciones hipnóticas...”

Marcuse sostiene que sólo unos pocos elegidos tienen el poder narrativo para dar forma a nuestras nociones de libertad y ofrecernos los medios para comprar la felicidad. En este estado de "falta de libertad", los consumidores se esfuerzan irracionalmente, en contra de sus propios intereses y mediante un exceso de trabajo innecesario, para satisfacer sus necesidades básicas, sin prestar atención a los efectos psicológicos negativos, ignorando la devastación ambiental resultante y buscando relaciones sociales a través de medios materiales:

“La gente se reconoce en sus productos; encuentra su alma en su automóvil, su tocadiscos, su casa de dos pisos, su equipo de cocina. El mecanismo mismo que vincula al individuo con su sociedad ha cambiado, y el control social tiene sus raíces en las nuevas necesidades que ha generado".

Existe otra irracionalidad: cuando se crean nuevos productos, se da impulso a la economía y los individuos deben trabajar más para comprar más. La persona común pierde su humanidad y se convierte en un engranaje consumista de la máquina. La publicidad mantiene el consumismo, que transmite el mensaje de que la felicidad se puede comprar, una idea que es psicológicamente dañina.

Existen alternativas para contrarrestar esta cultura de consumo: un estilo de vida que rechace el consumo innecesario, el trabajo y el derroche. Sin embargo, esto se ve obstaculizado por el intenso impacto de la publicidad que convierte todo en mercancía, incluso las necesidades humanas reales.

El hombre unidimensional es una víctima de este nuevo totalitarismo industrial que adopta la forma de mercantilización y capitalismo tecnológico. Este proceso de racionalización, según Marcuse, promueve la conformidad e impide la resistencia. Es silenciosamente opresivo y bloquea el camino al cambio.

Tradicionalmente, el marxismo del siglo XIX predijo que el cambio histórico surgiría del descontento y el conflicto. Sin embargo, el capitalismo del siglo XX ha engendrado "esclavos felices" al mantenernos contentos y distraídos mediante el entretenimiento. (Recuerda el panem et circenses romano.) El hombre unidimensional del capitalismo moderno ha perdido todo rastro de multidimensionalidad, lo que le vuelve incapaz de cambiar. El capitalismo esclaviza suavemente, no mediante la represión, sino mediante la tentación cómoda.

Temas

Filosofía dialéctica

Marcuse tiene una actitud ambivalente hacia la filosofía occidental, ya que la menciona y la critica a la vez. La considera una fuente de inspiración, pero un obstáculo para el pensamiento radical.

Constantemente se refiere a los diálogos de Platón como modelo de pensamiento dialéctico. Estos diálogos adoptan el formato de un intercambio entre Sócrates y un interlocutor. Comienzan con una supuesta verdad que tiene sus raíces en la experiencia y que luego se cuestiona a través de una contradicción. Este es el método socrático para llegar a la verdad.

Los diálogos socráticos siguen el formato original de la filosofía occidental, que se basa en la lógica dialéctica. Este estilo de razonamiento supone que el pensamiento se produce dentro de un mecanismo de propuesta y desafío que da como resultado una nueva idea, que luego se somete al mismo proceso. Para Marcuse, la filosofía es investigación a través de la dialéctica.

Feminismo

Marcuse buscaba una subjetividad radical que sirviera como catalizador de la reforma social. Había renunciado a la posibilidad de que la clase trabajadora iniciara una revolución, por lo que buscó en los marginados sociales el impulso para el cambio social. Uno de los grupos a los que Marcuse recurrió fue el movimiento feminista. En su artículo de 1974, Marxismo y feminismo, afirmó:

"Creo que el movimiento de liberación de las mujeres hoy en día es quizás el movimiento político más importante y potencialmente el más radical que tenemos".

El autor pensaba que el movimiento de liberación de la mujer podía extenderse a todas aquellas personas socialmente oprimidas. Su esperanza era que las cualidades femeninas reemplazaran a la masculinidad brutal y esto le llevó a propugnar una especie de androginia.

Algunos han criticado el feminismo de Marcuse, diciendo que simplemente reforzó los estereotipos de género en un esencialismo. Otros sostienen que las categorías femeninas son construcciones sociales y pueden convertirse en universales para que todos los seres humanos desarrollen una nueva sensibilidad.

Pensamiento unidimensional y democracia

"En la civilización industrial avanzada prevalece una falta de libertad cómoda, tranquila, razonable y democrática, símbolo del progreso técnico".

La bidimensionalidad incluye el pensamiento negativo porque percibe las contradicciones sociales y es consciente de las fuerzas de dominación. Este pensamiento crítico exige un cambio social. El pensamiento unidimensional no percibe hasta qué punto el individuo es víctima de las fuerzas de dominación social y, por lo tanto, no exige ningún cambio.

La noción de falta de libertad democrática es una referencia a la aceptación voluntaria de la opresión. (Esta idea tiene una larga historia social que se remonta a La Boétie, quien en el siglo XVI criticó la "servidumbre voluntaria" de los campesinos bajo una realeza feudal.) En El hombre unidimensional y en Eros y civilización, Marcuse utiliza a Freud para ir más allá de Marx al ayudarnos a comprender la psicología de la represión. Luego va más allá de la idea de Freud del superego que internaliza los valores superiores de la autoridad. Marcuse rechaza la necesidad de una figura de autoridad, ya que el superego se ha despersonalizado y ya no acepta a quienes tienen autoridad, como el padre, los sacerdotes, los maestros, y otros. Escribe:

"Pero estas imágenes paternales personales han ido desapareciendo poco a poco detrás de las instituciones. Con la racionalización del aparato productivo, con la multiplicación de las funciones, toda dominación asume la forma de administración".

La cuestión es que para dominar no es necesaria una figura de autoridad. La función del pensamiento unidimensional es producir una sociedad unidimensional, reduciendo la conciencia de la bidimensionalidad. Esto se logra de varias maneras: los ciudadanos deben pensar que son más libres de lo que realmente son; se deben proporcionar suficientes bienes para pacificar a la población; los ciudadanos deben identificarse con sus opresores; el discurso político debe ser erradicado.

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