La sociedad abierta y sus enemigos por Popper


Contexto 

Karl Raimund Popper (1902-1994) nació en Viena en el seno de una familia de origen judío. A los diecisiete años se unió al los marxistas, lo que le familiarizó con una visión dialéctica de la economía y la historia. Inicialmente consideró que el marxismo era predictivo y por ende científico, sin embargo observó que cuando sus predicciones no fueron fundamentadas recurrió a hipótesis provisionales para adaptarse a los hechos. Esta caída en la pseudociencia, en su opinión, se produjo mediante la adopción de la dialéctica hegeliana para acomodarla a la causa, no para contrarrestar el dogmatismo. Más tarde abandonó la ideología marxista por desilusión con sus características doctrinarias y también por su acogida del fascismo como paso dialéctico hacia la implosión del capitalismo, que supuestamente conduciría a la victoria del comunismo.

En Viena entró en contacto con las teorías psicoanalíticas de Freud y Adler. Sin embargo, llegó a pensar que sus enfoques se presentaban en términos de autoconfirmación y argumentó que sus ideas eran:

simplemente no comprobables, irrefutables. No había ningún comportamiento humano concebible que pudiera contradecirlas."

Concluyó que, a pesar de sus conocimientos psicológicos, sus conceptos se parecían más a mitos que a ciencia real, ya que no podían verificarse de una forma u otra. Popper decidió que la fortaleza del psicoanálisis era su capacidad de explicar todo el comportamiento humano, pero esta era también su debilidad, ya que significaba que no podía ser realmente predictivo. Comparó con las teorías de Einstein, que eran comprobables y podían considerarse falsas si no se confirmaban y concluyó:

"... sólo se puede obtener un apoyo real a partir de observaciones emprendidas como pruebas (mediante 'intentos de refutaciones'); y para ello es necesario establecer de antemano criterios de refutación: debe acordarse qué situaciones observables, si realmente se observan, significan que la teoría está refutada."

En 1928 obtuvo su doctorado en problemas metodológicos de la psicología cognitiva: Zur Methodenfrage der Denkpsychologie (Sobre cuestiones de método en la psicología del pensamiento). Este enfoque en cuestiones de método, objetividad y estatus científico siguió siendo su gran interés durante el resto de su vida.

Comentario

La sociedad abierta y sus enemigos (1945) se compone de dos volúmenes: El hechizo de Platón, que analiza el sistema teórico de Platón y La marea alta de la profecía: Hegel, Marx y las consecuencias, que se centra en Aristóteles y evalúa las filosofías de los dos pensadores citados.

La principal metáfora social de Popper distingue entre la apertura y el cierre de las sociedades:

En las sociedades abiertas los individuos son responsables de sus comportamientos. Pueden elegir qué hacer y creer, pero sin perjuicio de las libertades de los demás. Sin embargo, la desventaja de la responsabilidad individual es el estrés de vivir en una sociedad abierta que exige racionalidad y la renuncia a algunas necesidades emocionales personales.

Por el contrario, las sociedades cerradas son colectivas y funcionan de arriba hacia abajo. Generalmente tienen Una Verdad, religiosa o propagandística, y el gobierno castiga la disidencia. El ejemplo de Popper para una sociedad cerrada es el totalitario, en el que se exige a los ciudadanos que se ajusten a las verdades oficiales. El inconformismo se considera un ataque a la sociedad y los disidentes son encarcelados o "desaparecidos". Incluso pensar diferente al poder es traición, como en la novela de Orwell 1984 , escrita 3 años después.

Popper piensa que todas las sociedades cerradas tienen una filosofía común: el historicismo. Desde esta cosmovisión se cree que las sociedades están bajo la influencia de tendencias históricas. Un historicista tiene la capacidad de predecir hacia dónde van estas tendencias y así llevar a la gente a evitar el peligro. El libro de Popper critica esta forma de pensar centrándose en historicistas influyentes: Platón, Hegel y Marx. Según Popper el prestigio de estos filósofos motivó a otros a crear sociedades cerradas que, si bien prometían un paraíso en la tierra, provocaban sufrimiento a millones.

La construcción historicista de Platón se basa en la teoría de las Formas que afirma que el mundo físico, con él que interactuamos, no es tan verdadero o real como las Formas, que son intemporales, absolutas e inmutables. La Forma perfecta es una abstracción que existe fuera de la realidad y el tiempo.

Aplicado a la sociedad, Platón teorizó que debe existir un Estado perfecto, libre de los problemas que experimentan los actuales Estados imperfectos. Predijo que los actuales Estados decadentes finalmente colapsarían en anarquía. Así que trazó un plan para el Estado utópico perfecto, inspirado en ejemplos tempranos, antes de que comenzara la decadencia.

La utopía tendría un sistema de castas con filósofos reyes, luego guerreros para defender el Estado, debajo de ellos comerciantes, artesanos, agricultores y, en el nivel más bajo, esclavos. Este sistema era rígido y no permitía cambios. Platón lo comparó con la metalurgia, donde la mezcla de metales creaba debilidades. A los miembros de los estados no se les permitiría mezclarse, para evitar una descendencia débil.

Como la decadencia era parte del sistema, Platón insistió en detener todos los cambios para retrasar la desintegración. Los filósofos reyes se encargaban de darse cuenta de esto. La sociedad resultante era esencialmente una sociedad de ciudadanos obedientes que hacían lo que ordenaban sus gobernantes

Según Popper, el historicismo fue revivido en la era moderna por Georg Wilhelm Friedrich Hegel en el siglo XVIII. Este filósofo recuperó el concepto platónico del Estado como organismo y lo combinó con la idea de Rousseau de “la voluntad general”. Éste afirmó que las opiniones de los ciudadanos suman una voluntad única que conduce al interés común. Hegel consideraba que esta voluntad se personifica en el líder del Estado, que se sitúa por encima de la moral común. Sin embargo, Hegel no estuvo de acuerdo con Platón sobre la decadencia natural de los Estados y propuso, en un giro aristotélico, que en realidad estos evolucionan hacia versiones más perfectas a través de la autoafirmación. Esto significaba que el camino a seguir para un Estado era el dominio de otros mediante la guerra. Los Estados eran la extensión de los individuos, representantes de la voluntad general, por lo que el acto más noble del ciudadano era sacrificar su vida por el Estado.

Aunque tenían algunas diferencias, la visión social tanto de Platón como de Hegel es similar: las personas son un medio para un fin.

Casi un siglo después de Hegel otro filósofo alemán propuso un nuevo historicismo: el marxismo. Marx trasladó el foco de la filosofía historicista de la nación a la clase social. Dividió la sociedad en burguesía, la minoría que poseía los medios de producción industrial, y el proletariado, la mayoría que sobrevivía vendiendo su trabajo. Según el autor el sistema capitalista de laissez-faire era deshumanizante para ambas clases porque reducía las ganancias, por lo que la burguesía se vio obligada a sobreexplotar para evitar fracasar y tener que vender su propia mano de obra; el proletariado realizaba trabajos peligrosos por salarios decrecientes.

Popper señala que Marx vivió en Londres donde vio de primera mano los efectos desastrosos de la industrialización sobre el proletariado. Añade que lo que animó al filósofo alemán no fue tanto el odio al capitalismo, sino más bien la empatía por sus semejantes:

"... su ardiente protesta [de Marx] contra estos crímenes, que luego fueron tolerados, y a veces incluso defendidos, no sólo por economistas profesionales, sino también por clérigos, le asegurará para siempre un lugar entre los libertadores de la humanidad."

El historicismo de Marx se construyó siguiendo este esquema: los humanos siempre han tenido que luchar contra la Naturaleza para asegurarse la supervivencia y organizaron sociedades de manera que unos pocos disfrutaran del trabajo de muchos. La revolución industrial permitió a la gente producir más de lo necesario para la supervivencia básica, de modo que hubo más tiempo libre disponible. Sin embargo, algunos empresarios pudieron concentrar la nueva riqueza en sus propias manos y emplear a otros en el trabajo mecánico.

Marx predijo que las fuerzas históricas llevarían al capitalismo a una disminución constante tanto de las ganancias como de los salarios, aumentando así el sufrimiento del proletariado. Esto conduciría a una guerra entre la burguesía y el proletariado. A partir del conflicto se crearía la sociedad sin clases en un Estado comunista. En esta sociedad utópica el trabajo se distribuiría equitativamente y todos tendrían tiempo libre para dedicarse a sus intereses.

Popper considera que este análisis marxista es más humano que él de Platón y Hegel, pero, como historicista, Marx trata a las personas como partículas arrastradas por la historia. Les anima a dejar que la historia se haga cargo y les lleve a la utopía. También niega la reforma, ya que la nueva sociedad sólo surgirá mediante la destrucción.

Sin embargo, contrariamente a la predicción marxista, en la historia real ha sido a través de reformas sociales y políticas que el proletariado ha mejorado sus estándares: seguro médico, educación pública y una jornada y semana de trabajo más cortas.

La sociedad abierta y sus enemigos es también el instrumento de Popper para exponer ideas que permitirán la existencia de sociedades abiertas. Uno de estos conceptos está relacionado con su definición de democracia:

"... ahora podemos describir como principio de una política democrática, la propuesta de crear, desarrollar y proteger instituciones políticas para evitar la tiranía."

El núcleo de la filosofía de Popper era la importancia central del individuo, ya que la responsabilidad y la agencia personales son su valor más alto. De ahí su insistencia en la democracia como baluarte contra los gobernantes tiránicos. Sin embargo, alienta una intervención prudente del gobierno cuando las personas se perjudican entre sí. Esto implica, entre otras cosas, que debe existir un sistema de justicia y una fuerza policial. También considera que la protección gubernamental se extiende al acceso a la alimentación, la vivienda, la educación y la atención médica. Sin embargo, añade:

"Pero deseo añadir aquí que la intervención económica, incluso los métodos poco sistemáticos aquí defendidos, tenderá a aumentar el poder del Estado. Por lo tanto, el intervencionismo es extremadamente peligroso. Éste no es un argumento decisivo en su contra; el poder del Estado siempre debe seguir siendo una amenaza peligrosa aunque sea un mal necesario. Pero debería ser una advertencia de que si relajamos nuestra vigilancia y si no fortalecemos nuestras instituciones democráticas y al mismo tiempo damos más poder al Estado mediante una planificación intervencionista, entonces podemos perder nuestra libertad. Y si se pierde la libertad, todo se pierde, incluida la "planificación".

Según Popper, lo inaceptable de los gobiernos no democráticos es que privan de responsabilidad a los ciudadanos. En una democracia, una política dañina no sólo puede achacarse al gobierno, sino también a la ciudadanía que votó para llevarla al poder.

Temas 

Filosofía de la Ciencia

Hume demostró que el empirismo tradicional albergaba una contradicción: si se acepta que la experiencia tiene un final abierto, entonces las leyes científicas universales no pueden predecirse a través de la experiencia. Popper elimina la contradicción al eliminar la necesidad de verificación a favor del principio de falsificación. Ésta fue su manera de demarcar la ciencia de la no ciencia. Sugiere que para ser científica una teoría debe poder ser probada y demostrar que es falsa. Para Popper, la ciencia debería buscar refutar las hipótesis en lugar de apoyarlas. Por ejemplo: 

"Los europeos, durante miles de años, habían observado millones de cisnes blancos. Usando evidencia inductiva, podríamos llegar a la teoría de que todos los cisnes son blancos."

Sin embargo, la exploración de Australasia demostró que existían cisnes negros. Para Popper todo conocimiento es provisional e hipotético, de modo que no pueden establecerse finalmente teorías científicas universales.

Esto llevó al autor a afirmar que el espíritu crítico en la ciencia es esencial para el pensamiento racional. Es la forma de eliminar teorías falsas y decidir las mejores disponibles, las que pueden predecir con mayor precisión. Su argumento es que el razonamiento inductivo que llega a conclusiones basadas en observaciones específicas no puede predecir con precisión. Propuso un enfoque deductivo mediante el cual el razonamiento verifica hipótesis, concluyendo resultados que pueden probarse mediante más experimentación.

Su argumento político a favor de una sociedad democrática tiene sus raíces en su epistemología de la ciencia. Todo conocimiento es conjetural y el progreso social depende del procedimiento científico de prueba y error. Las democracias liberales aplican esta comprensión a la ciencia y la sociedad.

Democracia

Popper propuso un nuevo criterio de democracia para reemplazar la cuestión de quién debería gobernar. Su nueva pregunta fue:

"¿Cómo podemos organizar las instituciones políticas de tal manera que se pueda evitar que los gobernantes malos o incompetentes causen demasiado daño?"

Considera que la democracia es el mejor diseño institucional porque permite que el problema de mal liderazgo se resuelva de manera no violenta e institucionalizada, mediante la votación. No le preocupa la soberanía del pueblo, sino su papel a la hora de proporcionar una manera ordenada de deshacerse de líderes corruptos, abusivos o incompetentes.

Hizo hincapié en la necesidad de controles y equilibrios en el sistema democrático (la separación de poderes de Locke). Insistió en que las democracias buscan:

“... control institucional de los gobernantes equilibrando su poder con otros poderes.”

Popper también consideró que los sistemas bipartidistas eran superiores a los de representación proporcional, ya que en las estructuras anteriores los votantes pueden acreditar o culpar más fácilmente a un partido político que lo obliga a rectificar. Esto significa que la política seguirá el proceso de prueba y error de la ciencia.

Popper no consideraba que la democracia se basara en un público juicioso y bien informado y rechazaba el mito clásico de vox populi, vox dei (la voz del pueblo es la voz de Dios). Su concepto de democracia era mucho más realista:

"Somos demócratas, no porque la mayoría siempre tenga razón, sino porque las tradiciones democráticas son las menos malvadas que conocemos."

Sin embargo, esperaba que las instituciones que influyeron en la opinión pública: universidades, partidos políticos y medios de comunicación, se volvieran más racionales y participaran en debates críticos, similar a la tradición científica de someter ideas a la crítica de otros y escuchar diferentes puntos de vista.

Holismo, esencialismo e historicismo

Popper argumentó que tres conceptos filosóficos enmarcaban la defensa de Platón de una sociedad cerrada: holismo, esencialismo e historicismo.

El holismo puede describirse como la creencia de que algunos tipos de entidades deben entenderse como un todo, como ejemplos: los sistemas biológicos y sociales, un organismo, un ecosistema, una economía o una cultura. El corolario es que estas entidades no pueden reducirse a sus partes constituyentes. Un ejemplo es la conciencia, que algunos sostienen que no se puede analizar a través de los elementos físicos que componen el cerebro, como los nervios y los neurotransmisores. Esto se extiende al análisis social que no puede reducirse a las propiedades de los individuos. Como método, los platónicos rechazan el individualismo y se aferran al holismo.

El holismo platónico es evidente en el concepto de polis que es más real que los individuos que lo habitan. Esto implicaba que la ciudad tenía necesidades que eran más importantes que las individuales y formó la base del colectivismo ético de Platón. Popper afirma que en la sociedad justa de Platón se esperaba que los individuos sacrificaran sus necesidades por las del Estado. Creía que, como elemento central de los regímenes totalitarios, esto era socialmente peligroso. Los nazis utilizaron la idea colectiva de las necesidades de la raza aria para justificar sus políticas fascistas; el comunismo de la Unión Soviética utilizó los intereses de clase por encima de las necesidades individuales como dinámica de poder. Por el contrario, Popper sostenía que los miembros de una sociedad abierta ven al Estado como un diseño humano que siempre sirve a los intereses individuales. Justicia significa igualdad de trato para las personas, no el buen funcionamiento del Estado.

Una segunda doctrina platónica que Popper considera que apoya una sociedad cerrada es el esencialismo. Esta epistemología afirma que el conocimiento es el descubrimiento de la verdadera naturaleza de las cosas, su esencia. Esto se ejemplifica en las Formas de Platón, que son ejemplos eternos e inmutables de las cosas físicas que experimentamos a diario. La comprensión de las Formas surge más de la intuición que de la investigación empírica. La naturaleza esencial de los triángulos, su Forma, se comprende mediante la intuición matemática, más que midiendo triángulos físicos.

Las copias de Formas que encontramos en el mundo físico están sujetas a descomposición. Para Platón esto también vale para las sociedades, que también tienden a degradarse y esto afecta a la polis. Popper argumentó que este concepto influyó en la política de Platón, ya que el platonismo pensaba que para detener la decadencia natural la investigación debía descubrir las razones de esta degeneración. Esto llevó al pensamiento platónico a estudiar los cambios históricos y, por tanto, al historicismo.

El historicismo es la idea de que la historia está controlada por leyes históricas y que tiene una dirección: decadencia y renovación. Popper añade que esta ley cíclica de una edad de oro seguida de un colapso es anterior al Atenas del siglo V a.C. La ley de decadencia de Platón predijo la degeneración de la ciudad ideal desde un gobierno militar (timarquia) a una oligarquía, a una democracia y luego a una dictadura. Sin embargo, el filósofo griego fue más allá al describir cómo sucedió esto, a través de su teoría de las Formas, y buscó una manera de detener la tendencia a la decadencia. Popper afirma que la solución platónica a la sociedad utópica de detener la decadencia política y social natural fue la creación de una sociedad cerrada. Esto requirió un sistema de clases jerárquicamente controlado por reyes filósofos cuyo conocimiento de las Formas les permitiera evitar la decadencia y garantizar la incorruptibilidad. Popper consideraba esta estructura vertical como totalitaria, ya que incluiría una jerarquía rígida, censura, colectivismo y planificación central. Esta organización se vería reforzada por las "mentiras nobles", en definitiva propaganda gubernamental y noticias falsas.

Popper también llamó la atención sobre el esencialismo teleológico de Aristóteles. En contraste con la concepción pesimista de Platón sobre la degradación gradual, Aristóteles interpretó de manera optimista las esencias de las entidades como potencialidades, manifestadas gradualmente durante su desarrollo, una idea seguida más tarde por Hegel. El roble, por ejemplo, es la causa final de la bellota. Popper argumentó que el esencialismo de Aristóteles, junto con su teleología, implicaba que la naturaleza de un Estado sólo podía conocerse a través del tiempo, después del proceso de desarrollo histórico. Añadió que el historicismo aristotélico permaneció en silencio durante veinte siglos hasta que Hegel lo resucitó.

Historicismo: Hegel y Marx

El historicismo de Hegel se ve en su concepto de que la interacción dialéctica de las ideas: tesis-antítesis-síntesis-tesis-antítesis-síntesis, era el motor de la historia. Según él fue esta mejora gradual de las ideas filosóficas, éticas, políticas y religiosas en el desentrañamiento de la historia lo que impulsó la historia hacia adelante. El paso final llegaría cuando se resuelvan todas las contradicciones de ideas.

Marx invirtió la filosofía de Hegel, ya que para él la historia era una serie de sistemas económicos y políticos ("modos de producción"). A través de la tecnología, los modos de producción mejorarían para satisfacer las necesidades de la sociedad y reflejarían los intereses de quienes controlan el nuevo sistema. Marx creía que el capitalismo fracasaría debido a su ineficiencia e injusticia y sería reemplazado por nuevas tecnologías. El golpe final sería una revolución comunista que conduciría a la abundancia y la igualdad para todos.

El error metodológico del historicismo, según Popper, es que Platón, Hegel y Marx consideraban la predicción histórica como objetivo. En cambió él cree que prever el futuro es imposible. Su primer argumento es lógico: los humanos no pueden predecir lo que sabrán, de lo contrario lo sabrían, por lo que el futuro no es predecible. El argumento de Popper también se basa en su creencia personal de que el universo no es determinista, por lo que el pasado no puede determinar causalmente el futuro.

Popper presenta un segundo argumento: el historicismo se basa en la creencia de que las ciencias sociales son una historia teórica destinada a descubrir leyes que predecirán el desarrollo histórico. Afirma que se trata de una mala comprensión de las leyes de la ciencia. Él responde que no existen leyes científicas transhistóricas para predecir transformaciones. Está de acuerdo en que las leyes sociológicas que gobiernan el comportamiento humano en ciertos sistemas sociales son posibles, por ejemplo, la oferta y la demanda. Pero las leyes que gobiernan la trayectoria general de la historia son inexistentes. Popper también admite la existencia de tendencias, mayores libertades, más igualdad y riqueza o mejor tecnología, pero dependen de condiciones, a diferencia de las leyes. Si las condiciones cambian, las tendencias pueden desaparecer. Popper también reconoce que las ciencias naturales, como la astronomía, pueden predecir el futuro, pero estas predicciones ocurren dentro de sistemas físicos que son estacionarios y recurrentes como el sistema solar. Sin embargo, los sistemas sociales no están aislados ni estacionarios.

Ingeniería social

El autor veía el historicismo como una ciencia social defectuosa y también políticamente peligrosa. Esto se debió a su tendencia a la planificación social, cuyo objetivo es remodelar la sociedad según un plan, en lugar de una adaptación gradual. Sin embargo, Popper consideraba que los historicistas entraban en una contradicción cuando planeaban la ingeniería social porque el historicismo creía que las leyes, no los planes humanos, determinaban el curso de la historia. Por esta razón el propio Marx rechazó los diseños de un sistema socialista, calificándolos de "utópicos".

Sigue existiendo un vínculo entre la ingeniería social utópica y el historicismo. El ideal utópico es un Estado en el que todos los conflictos humanos se resuelvan y la libertad, la igualdad y la felicidad se reconcilien, como predijeron tanto Marx como Hegel. Sin embargo, lograr este objetivo implica cambios radicales en las estructuras sociales existentes, lo que significa ingeniería social. Otra conexión es que el historicismo y la planificación social abrazan el holismo, la idea de que toda la sociedad es el objeto de las ciencias sociales. Esto implica un compromiso político para facilitar las leyes de cambios previstos.

Popper sostiene que la ingeniería utópica es defectuosa y conduce a resultados imprevistos. Las reacciones a estas consecuencias serán azarosas:

"Cuanto mayores son los cambios holísticos que se intentan, mayores son sus repercusiones no deseadas y en gran medida inesperadas, lo que obliga al ingeniero holístico a recurrir a la improvisación poco sistemática."

Uno de los lados ciegos de los ingenieros sociales es el factor humano, las consecuencias impredecibles de las elecciones humanas. En el holismo histórico, los planificadores creen que los humanos son peones del sistema, controlados por fuerzas sociales. Los planes sociales se convierten en modelos para encajar a los individuos en el experimento social. Esto requiere poder, que es donde la ingeniería utópica se vincula con la tiranía autoritaria. También implica un poder centralizado, compartido entre muy pocos. Los regímenes autocráticos son muy hostiles a la crítica abierta, por lo que los planificadores reciben poca información sobre sus políticas, lo que socava aún más su eficacia. Además el sufrimiento causado a la población normalmente se ignora como parte del proceso hacia el nirvana prometido.

Las políticas de la Unión Soviética pueden ser las que inspiraron la crítica de Popper a la ingeniería social. Tenía planes quinquenales, una rápida industrialización y colectivización agrícola basada en el historicismo marxista y los ideales utópicos, con planificación central y propaganda para crear el "nuevo hombre soviético". Los resultados enumerados por Popper para la ingeniería social utópica se vieron con claridad en la instauración de la dictadura estalinista: la supresión de cualquier crítica y las desastrosas consecuencias para el colectivismo agrícola que terminó en una hambruna masiva. Popper dedicó su publicación de 1957 La pobreza del historicismo, a las víctimas del historicismo, tanto bajo el comunismo como bajo el fascismo:

"[en] memoria de los innumerables hombres, mujeres y niños de todos los credos, naciones o razas que fueron víctimas de la creencia fascista y comunista en las leyes inexorables del destino histórico."

La sociedad abierta 

Popper defendió las democracias occidentales como:

"el mejor de todos los mundos políticos de cuya existencia tenemos algún conocimiento histórico."

Pensaba que las libertades individuales y la capacidad pacífica de autocorrección eran los principales valores de las sociedades abiertas. La creación de riqueza era secundaria. Su base filosófica para una sociedad democrática es epistemológica: todo conocimiento es conjetural y el progreso depende del método científico de prueba y error. Para el autor, las democracias liberales personifican y promueven este conocimiento y metodología.

Estrés

Popper describe la tensión que experimentan quienes viven en una sociedad abierta como la exigencia de:

"renunciar al menos a algunas de nuestras necesidades sociales emocionales",

llevando a 

"anonimato y aislamiento."

Este rechazo a la sociedad abierta tiene una larga historia, según Popper el movimiento romántico del siglo XIX puede verse como una revuelta contra el crecimiento de las sociedades abiertas. Nietzsche se refería a abandonar la seguridad de una sociedad cerrada para convertirse en un individuo que se enfrenta a su propia existencia. Marx también señaló el efecto alienante del trabajo industrial producido por la fragmentación y la abstracción. Popper también critica a sus contemporáneos del movimiento existencialista:

"Podemos ver aquí que el problema del racionalismo verdadero y el falso [utopismo] es parte de un problema más amplio. En última instancia, es el problema de una actitud sana hacia nuestra propia existencia y sus limitaciones, ese mismo problema del que tanto se duda formulado ahora por aquellos que se llaman a sí mismos "existencialistas", los exponentes de una nueva teología sin Dios. Creo que hay un elemento neurótico e incluso histérico en este énfasis exagerado sobre la soledad fundamental del hombre en un mundo sin Dios, y sobre la tensión resultante entre el yo y el mundo. No tengo dudas de que esta histeria es muy similar al romanticismo utópico, y también a la ética del culto al héroe, a una ética que puede comprender la vida sólo en términos de "dominarse o postrarse". Y no dudo que esta histeria es el secreto de su fuerte atractivo."

Popper opinaba que esta tensión llevó a la gente a acoger ideologías historicistas contra la sociedad abierta, que él llama civilización:

"¿Por qué todas estas filosofías sociales apoyan la revuelta contra la civilización? ¿Y cuál es el secreto de su popularidad? ¿Por qué atraen y seducen a tantos intelectuales? Me inclino a pensar que la razón es que expresan una profunda insatisfacción con un mundo que no está, y no puede estar a la altura de nuestros ideales morales y de nuestros sueños de perfección. La tendencia del historicismo (y de puntos de vista relacionados) a apoyar la rebelión contra la civilización puede deberse al hecho de que el historicismo mismo es, en gran medida, una reacción contra la tensión de nuestra civilización y su exigencia de responsabilidad personal."



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