La decadencia y caída del Imperio Romano por Gibbon


Contexto

La decadencia y caída del Imperio Romano de Edward Gibbon (1737-1794) fue escrita y publicada entre 1776 y 1788. Traza la civilización occidental desde el punto culminante del Imperio Romano hasta la caída en 1453 de Bizancio (Constantinopla), la capital del Imperio Romano Oriental.

El relato de Gibbon del siglo XVIII heredó varios modos de historiografía del pasado y estos colorearon su crónica:

- Uno era la retórica grecorromana y las narrativas ejemplarizantes que eran mayoritariamente políticas. Este relato supone que el historiador es contemporáneo de un relato recibido y, en segundo lugar, también crítico del mismo relato.

- Gibbon era heredero de la tradición que detallaba un estudio del pasado a través del lenguaje, la religión, la ley y la sociedad. Esto enmarcó la interpretación de contextos en los que fijar acciones y comprender su evolución.

- El autor también participó en la visión del siglo XVIII de la historia como filosofía. Parece conocer a escritores como Montesquieu y figuras de la Ilustración escocesa como Hume y Smith que intentaron comprender la historia social europea e incluso la psicología humana.

Los estudiosos también han demostrado recientemente que Gibbon y sus contemporáneos fueron influenciados por varias narrativas maestras que actuaron como paradigmas de interpretación. Los principales fueron los de los propios autores romanos, en particular Tácito, y luego los florentinos, quienes las desarrollaron hasta convertirlas en historia medieval. Estas narrativas explicaban que la libertad romana dependía de ciudadanos guerreros que conquistaron un Imperio que era demasiado grande para ser controlado sin un ejército profesional que finalmente se apoderó de la República. Los primeros tres volúmenes de Gibbons siguieron esta trama de la pérdida progresiva de capacidad cívica y militar hasta la caída del Imperio Occidental.

Otra gran narrativa incorporada por Gibbon fue el triunfo de la barbarie. Ésta era la historia de los pueblos germánicos que conquistaron las provincias occidentales del Imperio y establecieron reinos feudales. El gran relato de Tácito sobre el progreso de estos pueblos hablaba de nómadas que invadieron las fronteras del Imperio que Roma no podía defender.

La narrativa heredada de la historia de la religión tuvo sus fuentes fuera de Europa en el griego y el hebreo. También era culturalmente no europeo en sus contextos helenístico, egipcio y sirio. Era el relato de Israel y su monoteísmo pero también de los gentiles y su idolatría y politeísmo. La gran narrativa religiosa también cubrió las luchas cristianas contra el gnosticismo, el maniqueísmo y otras herejías. Gibbon revisó la historia de los debates religiosos de los siglos IV y V y, aunque se mostró escéptico acerca de su contenido, reconoció su impacto en la historia.

Había otro conjunto de narrativas del siglo XVIII que formaban parte de la historia consciente de Gibbon. Estas fueron las historias que se contaron sobre el surgimiento de los reinos de Europa occidental. Cubría los reinos medievales y sus fundamentos legales, el surgimiento de los Estados después de 1494, las guerras de religión entre 1550 y 1660 e incluía el cómodo ambiente del propio Gibbon: Estados que habían resuelto las amenazas civiles y religiosas y la monarquía absoluta, en resumen, la Ilustración, satirizado por su amigo Voltaire en Candide como "el mejor de todos los mundos posibles". Gibbon terminó La decadencia y caída del Imperio Romano apenas un año antes de la Revolución Francesa que transformaría no solo su mundo sino cómo era percibido en la historiografía.

Para Gibbon continuar su historia después de la primera trilogía significó afrontar el desafío de hacer una crónica de los siguientes mil años del Imperio Oriental. Se trataba de narrar la pérdida gradual del Oriente griego a manos de los persas, árabes y turcos y la revolución religiosa del Islam. Gibbon se dio cuenta de que los marcos de la historia occidental no eran relevantes para entender Oriente. Sin embargo, parecía incapaz de encontrar narrativas orientales sobre su propio imperialismo en las que basar su historia. Esto implica que Gibbon utilizó narrativas de Europa occidental para analizar Oriente y, de hecho, creía que Oriente no había producido ninguna narrativa central propia. En los tomos posteriores se basó constantemente en la historia de la religión y la sociabilidad, un tema occidental más que oriental.

En Barbarismo y religión Pocock plantea la hipótesis de que Gibbon utilizó dos estrategias principales para construir el primer tomo de su historia y sostiene que estas estrategias deberían aplicarse a los siguientes tomos para poder comprenderlos:

- La primera fue contextual y observa cómo el autor pasó de una narrativa maestra a otra y de un modo histográfico a otro, según las narrativas cambiantes. El primer tomo se basaba en una historia de reinos bárbaros y una historia eclesiástica conjetural que avanzaba hacia la Ilustración.

- La segunda estrategia estuvo compuesta por estudios de otros historiadores, antiguos, recientes y contemporáneos. De esta manera Gibbon se presenta como un contendiente en la cultura historiográfica del siglo XVIII.

Resumen

La decadencia y caída del Imperio Romano ( 1776-1788) de Edward Gibbon se publicó en 6 volúmenes:

"Después de una investigación diligente, puedo discernir cuatro causas principales de la ruina de Roma, que continuó operando durante un período de más de mil años. I. Los daños del tiempo y de la naturaleza. II. Los ataques hostiles de los bárbaros y Los cristianos. III. El uso y abuso de las materias. Y, IV. Las querellas domésticas de los romanos ." (Capítulo 71)

Volumen I: Historia y fundación del Imperio Romano (Capítulos 1-26). Gibbon explora los inicios del Imperio Romano con César Augusto. El Imperio se expande y se transforma de una República a una autocracia con el ascenso de Tiberio, Calígula y Nerón como emperadores. El autor detalla los factores económicos y políticos que llevaron al dominio de Roma.

Volumen II: La historia de la decadencia y caída del Imperio Romano (capítulos 27-48). El autor analiza desde Adriano hasta el fin del Imperio Occidental, relatando las luchas políticas internas y las campañas militares externas. Detalla el ascenso del cristianismo, las invasiones bárbaras y la división del Imperio en Occidente y Oriente.

Volumen III: El resurgimiento y el colapso del Imperio Romano de Oriente (Capítulos 49-71). Estos capítulos tratan del Imperio Bizantino después de la caída de Occidente. Justiniano y sus sucesores intentan restaurar el Imperio a su antigua gloria. Narra la lucha con Persia, el ascenso del Islam y los desafíos a Constantinopla.

Volumen IV: Las Cruzadas y el Imperio Romano de Oriente (Capítulos 72-94). Gibbon relata el impacto de las Cruzadas en el Imperio de Oriente, explorando las motivaciones detrás de ellas y los intercambios que provocaron. Relata la decadencia del Imperio debido a las luchas internas, las amenazas exteriores y el saqueo de Constantinopla durante la cuarta Cruzada.

Volumen V: La caída de Constantinopla (capítulos 95-108). Esta sección cuenta la historia del fin del Imperio Bizantino y el asedio y caída de la capital ante los turcos en 1453.

Volumen VI: Observaciones generales sobre la caída del Imperio Romano (Capítulos 109-118). Aquí Gibbon ofrece su interpretación sobre las causas y resultados de la caída del Imperio: pérdida de la virtud cívica, ascenso del cristianismo, invasiones de bárbaros, problemas económicos y corrupción política. El autor también destaca el legado perdurable de Roma.

Temas

La sobreexpansión condujo a la decadencia.

Gibson sostuvo que la decadencia de Roma:

"fue el efecto natural e inevitable de la 'grandeza inmoderada'".

Su argumento era que la creciente expansión territorial de Roma hacía que se volviera cada vez más descuidada. Sin embargo, otros historiadores respondieron a esta afirmación señalando que sólo cayó el Imperio Occidental, mientras que el Imperio Oriental permaneció durante otros mil años. Esto implicaba que la expansión hacia el Este contribuyó a la preservación del Este y no afectó el declive del Oeste.

Religión

"Una investigación sincera pero racional sobre el progreso y establecimiento del cristianismo puede considerarse una parte muy esencial de la historia del imperio romano. Mientras que la gran masa fue invadida por una violencia abierta o socavada por una lenta decadencia, una religión pura y humilde se insinuó suavemente en la mente de los hombres..."

Sin embargo, si la sociedad romana hubiera funcionado correctamente, la extraña cultura cristiana no podría haber tenido un impacto importante en ella. La causa cultural del declive debe estar en otra parte.

Difusión del cristianismo en la época romana:

Gibbon sostuvo que la cristianización del Imperio trajo pacifismo, reduciendo el espíritu de lucha del ejército romano. El autor ejemplifica esto en la conversación de Constantino que, afirma, desató una revolución cultural que desmanteló la ideología romana. Sin embargo, otros historiadores, como Heather, sostienen que desde Augusto los emperadores habían confiado en divinidades que predecían las conquistas romanas. El cristianismo simplemente reemplazó el politeísmo por el monoteísmo, pero la influencia de la Deidad permaneció.

Ideología de la Ilustración

Las ideas influyentes en el momento en que Gibbon escribió provenían de Locke, Voltaire, Rousseau y Montesquieu, la época de la Ilustración. Gibbon estaba familiarizado con las ideas de los philosophes franceses gracias a su educación en Lausana y había conocido personalmente a Voltaire. Los enciclopedistas y hombres de la Ilustración proclamaron que debía desarrollarse la razón, reemplazando la tradición medieval de fe ciega en los maestros del pasado, ya que ello impulsaría el progreso. Uno de sus objetivos de crítica fue la Iglesia católica. Esta mentalidad puede explicar la actitud negativa de Gibbon hacia el cristianismo.

Otro principio de la Ilustración, particularmente en Francia, fue egalité y condujo a críticas encubiertas a la monarquía absoluta que luego fue disuelta con la Revolution. Montesquieu había estudiado el sistema británico de separación de poderes y lo defendió en Francia. La obra terminada de Gibbon se publicó en vísperas de la Revolución Francesa y afirmaba que el Imperio Romano estaba gobernado por un poder militar absoluto. El clamor intelectual en Francia para un cambio de régimen pudor haber influido en él para buscar los mismos signos de decadencia en el sistema romano.

Pérdida de la virtud cívica

"Esa virtud pública, que entre los antiguos se denominaba patriotismo, se deriva de un fuerte sentido de nuestro propio interés en la preservación y prosperidad del gobierno libre del que somos miembros. Tal sentimiento, que había convertido a las legiones de la República casi invencible, sólo podía causar una impresión muy débil en los sirvientes mercenarios de un príncipe despótico."

Gibbon enfatizó la virtud pública, es decir, la participación activa en la vida pública, como la gran contribución de la antigua tradición. Reiteró que lo mismo había ocurrido en el Imperio de Oriente. El autor explica que esta virtud depende de una tradición de atención a la dignidad natural y la igualdad de derechos. Sin embargo, siempre corre el peligro de ser aplastado por los poderosos. Gibbon reconoce a los emperadores virtuosos pero critica el sistema en el que, por ejemplo, a un Marco Aurelio ejemplar puede sucederle un Cómodo desastroso. Culpa a los gobernantes tiránicos del monopolio del poder imperial con él que gobernaban Roma. En comparación con los Estados europeos independientes, contemporáneos de Gibbon, donde los inconformistas siempre podían encontrar una base, el poder de los emperadores romanos era total y ubicuo, sofocando así el progreso. (Eso si se juzga por los valores de la Ilustración: libertad, separación de poderes y competencia política y económica entre Estados independientes.) Gibbon comenta el ejemplo del emperador Honorio que quería transferir el poder en la Galia a las asambleas provinciales:

"Si Trajano o los Antoninos hubieran establecido universalmente una institución así, que daba al pueblo un interés en su propio gobierno, las semillas de la sabiduría y la virtud públicas podrían haber sido apreciadas y propagadas en el imperio de Roma".

Sin embargo, la centralización romana prevaleció y, en la interpretación de Gibbon, condujo al colapso del Imperio por su propio peso.

La enorme influencia de la ilustración, en particular de los valores de los philosophes franceses, parece desempeñar un papel importante en la narrativa de Gibbon. Gibbon considera la virtud no como una aceptación estoica pasiva, sino como un principio activo que se basa en la libertad y crea libertad. También fomenta la ciencia y el progreso material, mientras que el monopolio de la riqueza, el poder o el conocimiento es enemigo de la libertad. Según el autor los estamentos hereditarios y el poder burocrático centralizado fueron las causas de la caída del Imperio. (La narrativa de la libertad aplicada al análisis económico por su contemporáneo, Adam Smith, en su teoría del capitalismo del laissez-faire, también es visible detrás de esta perspectiva.)

Decadencia moral

Según Polibio en el siglo II, se impuso la noción de que la vida era barata y la norma era la depravación y la crueldad. Los juegos de gladiadores son un ejemplo. El trabajo esclavo llevó a muchos ciudadanos a quedarse sin empleo y necesitar subsidios estatales. Para evitar disturbios por parte de ciudadanos aburridos, se organizó entretenimiento en forma de pan y espectáculos de circo. Estas aumentaron hasta alcanzar un coste de un tercio de los ingresos imperiales cuando los emperadores intentaron apaciguar a la población. 

La economía

El declive económico es otro tema de Gibbon. La expansión militar se volvió muy costosa, junto con las redes de comunicaciones de carreteras, puentes y acueductos que sustentaban el poder imperial. La inflación fue otro problema debido a la devaluación de la moneda utilizando metales de bajo costo. Los impuestos ciudadanos, particularmente de la clase mercantil, llevaron a una creciente oposición de la población a sus gobernantes, especialmente cuando vieron la extrema riqueza en la cima, junto con las prácticas corruptas en el Imperio tardío.

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