Tratado sobre la naturaleza humana por Hume



Contexto

En la Ilustración del siglo XVIII, el empirismo científico y la tradición de conocimiento por revelación se vieron envueltos en una batalla de oposición entre lo físico y lo metafísico en el norte de Europa. La física propuso una realidad determinista como enfoque para comprender la naturaleza, en sustitución de la revelación. Sin embargo, eso dejó a los filósofos sin objetivo, ya que no empleaban el método científico. Esto condujo a una vuelta atrás a la pregunta epistemológica de Platón: ¿cómo sabemos? Las respuestas se basaron en cosmovisiones horizontales y verticales. George Berkeley, con un empirismo extremo, afirmó que nuestra percepción del mundo se basaba en ideas mentales que tienen sus raíces en una concepción metafísica de Dios como el perceptor primario. Hume defendió las explicaciones físicas que surgen de dos conceptos de conocimiento: ideas basadas en la razón y el cálculo; hechos basados ​​en la experiencia sensorial 

EL autor publicó su Tratado sobre la naturaleza humana (1737) a la edad de 26 años. Argumentó que todo el conocimiento humano se puede dividir en dos categorías: relaciones de ideas (proposiciones matemáticas y lógicas) y hechos empíricos (ejemplo: el sol aparece en el este). Las ideas provienen de nuestras impresiones o sentimientos. A diferencia de los racionalistas franceses, afirmaba que incluso nuestras creencias más básicas sobre el mundo natural no pueden establecerse mediante la razón, pero las aceptamos instintivamente, un punto de vista empírico porque se basa en la experiencia acumulada.

El problema de la inducción es fundamental para el pensamiento de Hume: ¿cómo podemos concluir que los objetos observados se comportan igual que cuando no se observan? Propuso como solución que es el instinto natural, más que la razón, lo que explica nuestra capacidad para hacer conjeturas inductivas. Sin embargo, la aplicación del método inductivo en la ciencia sugiere que se basa en un error lógico porque supone que la observación del ahora se reproducirá en el futuro cuando no haya observador. Esto obligó a Hume, gran admirador de la experiencia empírica, a concluir que, aunque reconocía la falacia lógica, en la práctica la ciencia funciona. (Hoy la mecánica cuántica ha vuelto a hacerse la misma pregunta sobre el observador y lo observado.)

La causalidad es otro problema relacionado con la inducción. Hume concluyó que la causalidad es un acto de asociación mental, no un hecho físico. Si estamos jugando al billar y se tocan dos bolas, es aleatorio. No hay determinación, solo se tocan. Sin embargo, un jugador que empujó una de las bolas puede interpretar que ha determinado la trayectoria de la bola. Dice que él ha causado la acción. En realidad, la causa está en su cerebro, no en la bola. Hume criticó la aceptación de la causalidad relacionada con la realidad. Su argumento es que es el cerebro el que interpreta lo que sucede como causalidad, pero que en realidad el vínculo entre dos eventos es casual, no causal.

"Las causas y los efectos no se pueden descubrir por la razón, sino por la experiencia". (David Hume)

De esta manera, el determinismo sería una suposición, una construcción del cerebro para intentar darle sentido al caos real. De hecho, la ley natural sería la aleatoriedad.

Hume entró en el debate epistemológico con sus puntos de vista sobre la identidad personal. Argumentó que no podríamos concebir una manzana sin olor, color, forma, sabor, etc..., de lo contrario dejaría de existir. (Esto es similar a la existencia en la percepción de Berkeley: existir es ser percibido.) Hume aplicó el mismo argumento a las personas y afirmó que una identidad personal no era más que un conjunto de percepciones interconectadas. Esto contradecía el concepto cartesiano "Pienso, luego existo". (La neurología moderna está de acuerdo con la visión de Hume).

Como Hobbes, Hume intentó reconciliar la libertad humana con la creencia determinista de la física. Propuso que la libertad requería necesidad. Además, para que seamos moralmente responsables, nuestra conducta tiene que ser causada o necesaria.

En cuanto a la religión, el empirismo de Hume no pudo conciliar la idea de Dios y los datos sensoriales. Argumentó que era imposible deducir la existencia de un Dios a partir de la existencia del mundo porque la causa no puede ser determinada por sus efectos. Dejó abierta la posibilidad de milagros que serían eventos singulares diferentes a las leyes de la naturaleza. Agregó, con su tradicional escepticismo, que no conocía tal evento en la historia. (La medicina moderna define un milagro de curación física como un evento aún no explicado por la ciencia).

"Ningún testimonio es suficiente para establecer un milagro, a menos que el testimonio sea de tal naturaleza que su falsedad sea más milagrosa que el hecho que trata de establecer".

Se opuso al argumento de un Dios diseñador diciendo que hay diseño en cosas sin sentido como los copos de nieve y, por lo tanto, el diseño no prueba la inteligencia. También preguntó: "¿Quién diseñó el Diseñador?"

Resumen

Hume publicó anónimamente tres volúmenes de su Tratado: los Libros I y II en 1739 y el Libro III en 1740. El objetivo del trabajo es estudiar la naturaleza humana con la misma racionalidad que Newton aplicó a las ciencias. Hume argumenta, en contra de la visión racionalista contemporánea, que la razón es la base de las creencias humanas. Utiliza el escepticismo sobre sus propias creencias para contrarrestar este concepto al demostrar que la emoción y el hábito mental son los verdaderos fundamentos de las creencias. Concluye que no existe una base racional para creer en la moralidad, la causa y efecto o la identidad.

"No es la razón la que guía la vida, sino la costumbre".

- Libro I : "Del entendimiento"

El autor comienza presentando los argumentos a favor de la validez de su premisa empírica: todo conocimiento se basa en la experiencia. Aplica esto a una variedad de ideas filosóficas. El mecanismo de la percepción, según Hume, es que recibimos impresiones a través de los sentidos, luego nos formamos ideas básicas sobre ellos y finalmente elaboramos ideas complejas sobre esa base. Las ideas son fundamentalmente similares a las experiencias. Luego el filósofo pasa a definir "cuestiones de hecho". Estos no se derivan de la razón o el instinto, sino de la experiencia. Hume concluye que los sistemas metafísicos que no utilizan la experiencia, como la existencia de Dios, el alma y la creación divina, no son creíbles, ya que no podemos basar nuestras pruebas en impresiones directas.

"La creencia no es más que una concepción de un objeto más vívido, vivaz, enérgico y firme de lo que la imaginación por sí sola es capaz de alcanzar".

En el Libro I Hume presenta dos herramientas de análisis filosófico: el microscopio y la navaja

El enfoque microscópico establece que para captar una idea tenemos que dividirla en varias ideas simples. Si una idea simple es difícil de comprender, debemos repetir la impresión que dio cuando la percibimos por primera vez. 

La navaja afirma que si no se puede demostrar que un término se basa en una idea que se puede simplificar, entonces no tiene significado. Utiliza este concepto para criticar ideas abstractas relacionadas con la religión y la metafísica.

Hume ofrece otro instrumento para su análisis: el tenedor de dos puntasEste es el principio de que las verdades se pueden dividir en dos tipos: 

- El primer tipo son las relaciones entre ideas, como la verdad matemática de que la suma de los ángulos de un triángulo es siempre 180 grados. Esta es una verdad necesaria, ya que no cambia. 

- El otro tipo de verdad explica cuestiones de hecho que describen eventos en el mundo. Lo contrario de toda cuestión de hecho sigue siendo posible porque nunca puede implicar una contradicción:

"Que el sol no saldrá mañana no es una proposición menos inteligible y no implica más contradicción que la afirmación de que saldrá".

- Libro II : "De las Pasiones"

"La razón es, y sólo debe ser, esclava de las pasiones, y nunca puede pretender otro oficio que no sea el de servirlas y obedecerlas".

La clasificación de Hume de las pasiones es similar a su codificación de impresiones e ideas (Libro I). Dice que hay impresiones originales recibidas a través de experiencias sensoriales en forma de placer o dolor. Una impresión secundaria viene después de una original y surge de ella. Las pasiones se colocan en la clasificación secundaria y se dividen en pasiones directas como la aversión, el dolor, la alegría, la esperanza y el miedo, y las indirectas como el orgullo, la humildad, el amor y el odio. Hume también distingue entre la causa y el objeto de las pasiones.

Hume señala que las decisiones morales afectan las acciones, mientras que las que se basan en la razón no, por lo que la moral no se basa en la razón. Es el placer o el dolor lo que nos motiva, no la razón, ya que las pasiones no están relacionadas con la razón. Las acciones se mueven por los sentimientos aunque puedan estar informadas por la razón. 

- Libro III: "De la moral"

Para Hume, la moralidad se basa en impresiones, no en ideas. Distingue las impresiones morales comunes como sonidos, sabores y colores. La impresión de vicio es de dolor; la de la virtud es el placer. Las impresiones de moralidad también tienen su causa solo en las acciones humanas, no en las de los animales u objetos inanimados. La moralidad es un evento social, ya que las buenas o malas acciones dependen de cómo afecten a los demás. De esta manera, la simpatía, un sentimiento por el prójimo, es la base de la obligación moral.

Según el autor, la moral no se deriva de la experiencia. Da el ejemplo del asesinato. Este concepto no incluye la idea de vicio, sino más bien el desagrado por el acto. Porque esta moralidad brota de las pasiones o sentimientos y no de la razón. La razón viene después para ayudar a explicar los sentimientos, pero estos no se originan en la racionalidad.

Temas

Causa y efecto

"Hay una inclinación muy notable en la naturaleza humana a otorgar a los objetos externos las mismas emociones que se observan en sí mismo y a encontrar en todas partes las ideas que le son más presentes".

Hume admite que percibamos dos eventos que aparentemente ocurren al mismo tiempo, pero insiste en que no podemos conocer su relación. Explica esto a través de nuestro hábito mental de asociación, que él piensa es una creencia infundada, no un hecho, y por tanto carente de significado. El autor está de acuerdo en que tenemos una creencia instintiva en la causalidad a través de nuestros hábitos, pero que no podemos probar ni descartar esta creencia. La religión presenta a Dios como la Primera Causa en un mundo que funciona por causa y efecto, pero Hume describe esto como incognoscible.

Inducción

"Incluso después de la observación de la frecuente conjunción de objetos, no tenemos ninguna razón para hacer ninguna inferencia con respecto a ningún objeto más allá de aquellos de los que hemos tenido experiencia".

El procedimiento de generalizar conclusiones de experiencias específicas es la inducción. Aristóteles lo usó para contrarrestar el pensamiento deductivo predominante de su maestro, Platón. Es básico para la ciencia y el pensamiento empírico, pero es incierto, ya que podemos encontrar datos que refuten conclusiones anteriores. La falsa premisa de la inducción radica en la creencia de que podemos predecir el futuro basándonos en el pasado, lo cual es falso, según Hume.

El autor critica dos argumentos lógicos que sustentan la inducción. La primera es que, lógicamente, el futuro debe parecerse al pasado. Hume argumentó que también es fácil imaginar un mundo caótico, por lo que la lógica no es una garantía del fenómeno. La segunda es que los eventos continuarán ocurriendo porque sucedieron antes. El filósofo descarta esto como lógica circular. Sin embargo, Hume reconoció que todavía podemos usar la inducción en la vida cotidiana, pero debemos darnos cuenta de que sabemos poco sobre ella.

Moralidad

La idea que tiene Hume de la moralidad es que, en lugar de basarse en la voluntad de Dios, hay que enfocarla como útil. Creía que no podemos justificar la moralidad como una solución científicamente justificable a los problemas sociales. Los principios morales se aceptan porque son de utilidad social y ayudan a la sociedad a funcionar.

Para Hume el comportamiento no se basa en la razón sino en la pasión. Su criterio es instrumental, es decir está al servicio del protagonista. Sin embargo, observa que, en general, no siempre funciona de esta manera y los humanos están motivados por acciones que no son en sus mejores intereses. Concluye que la razón por sí sola no puede motivar a las personas a actuar. La razón nos ayuda a juzgar, pero son nuestras pasiones personales las que nos llevan a actuar o ignorar estos juicios. La racionalidad es un asesor, no un decisor. La inmoralidad no se decide sobre la base de la razón, sino del disgusto personal. Por tanto, Hume niega el papel de Dios como fuente de moralidad.

El universo ordenado

El filósofo rechaza la afirmación de que un universo ordenado es prueba de la existencia de Dios. Señala que el orden es observable en procesos inconscientes como la vegetación. Agrega que incluso si el universo tiene un diseño, no podemos saber nada del diseñador ni de la Divinidad tal como La describe la religión. Dios, si existe, no se ajusta a los criterios de omnisciente, poderoso y benéfico porque el mal existe.

Identidad personal 

"Puedo aventurarme a afirmar del resto de la humanidad, que no son más que un haz o colección de diferentes percepciones, que se suceden con una rapidez inconcebible, y están en un flujo y movimiento perpetuos... La mente es una especie de teatro, donde varias percepciones, sucesivamente, hacen su aparición; pasen, pasen otra vez, se deslizan a distancia y se mezclan en una infinita variedad de posturas y situaciones. No hay simplicidad en ella, tampoco identidades diferentes; da igual la propensión natural que tengamos para imaginar esa simplicidad e identidad".

Al observarnos a nosotros mismos percibimos personajes estables que cambian poco con el tiempo. Sin embargo, nuestras experiencias son sentimientos e impresiones fugaces, no un todo unificado. Solo somos conscientes de experiencias momentáneas, no de un "yo identitario". La memoria nos permite conectar nuestros sentimientos e ideas, pero no deja evidencia de esencia alguna. Hume propone que 'el yo' es solo una variedad de percepciones, eslabones de una cadena, de modo que buscar un núcleo es buscar una cadena sin los eslabones. Argumenta que el 'yo', es fruto de nuestro hábito de asignar sentido a una colección de patrones. Esto es natural, pero no lógico.

Causalidad y metáfora

Hume parecía estar reaccionando al racionalismo demasiado confiado de su época que afirmaba que podíamos comprender la realidad. Descartes creía en la razón como instrumento para obtener conocimiento. Newton creía que los números podían descubrir los patrones de la realidad y sacó conclusiones generales a partir de datos locales. Hume convirtió la cuestión metafísica en epistemológica al preguntar cómo sabíamos acerca de la supuesta "conexión necesaria" entre un causante y el movimiento de un objeto. 

Hume argumentó que las cosas suceden y no percibimos la necesidad de que sucedan. Sus dudas sobre el conocimiento de la causalidad le llevaron a dudar de la naturaleza de la causalidad, es decir de su metafísica. Concluyó que únicamente había constantes conjunciones, regularidades, y ninguna razón para creer en necesidades causales. Su explicación es que la conexión necesaria no es más que un sentimiento, la expectativa creada en nosotros por una experiencia interminable de la misma causa seguida del mismo efecto. Para el proyecto de la Ilustración de basar el conocimiento en la razón y no en la fe, esto es devastador.

El argumento de Hume es que hacemos predicciones basándonos en nuestras experiencias directas previas, como "El sol saldrá mañana". Esto es similar al concepto de ideas 'heredadas' de Lakoff, basado en metáforas prototípicas concebidas a través de la experiencia. La diferencia está en el nivel de conceptualización. Hume consideró que experiencia significaba una comprensión literal de la realidad; Lakoff sostiene que nuestra comprensión del mundo es metafórica.



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