Capitulos

Mythologies por R. Barthes

 


Reseña

Roland Barthes en Mythologies (1957) disecciona la cultura de consumo francesa de posguerra, mostrando cómo los objetos cotidianos actúan como “mitos” que transforman significados históricos e ideológicos en signos aparentemente naturales y atemporales.

Contexto económico

Tras la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1975, la economía francesa vivió un periodo de prosperidad conocido en el país como los Treinta Gloriosos. Estas décadas de crecimiento económico, que combinaron una alta productividad con salarios medios elevados y un alto consumo, se caracterizaron además por un sistema de prestaciones sociales desarrollado. Durante este periodo de treinta años, la economía francesa creció rápidamente, al igual que las economías de otros países desarrollados en el marco del Plan Marshall. El poder adquisitivo real del salario medio del trabajador francés aumentó un 170% entre 1950 y 1975, mientras que el consumo privado total se incrementó un 174% en el periodo 1950-1974.

En este periodo francés de posguerra, la sociedad de consumo se expandía, con la aparición de nuevos productos y nuevas formas de entretenimiento. Barthes, como semiólogo y crítico literario, se interesó por la influencia de esta cultura de masas en la sociedad y cómo esta moldeaba la percepción que las personas tenían del mundo.

Barthes criticó los valores burgueses predominantes en la cultura de masas, reflejando las tensiones de una sociedad que luchaba por definir su identidad tras la Segunda Guerra Mundial. Le influyó el auge de los medios de comunicación y la cultura de consumo. Analizó cómo los objetos y prácticas cotidianas, como la comida y el entretenimiento, sirven como vehículos para mensajes ideológicos.

Contexto filosófico

Las ideas de Ferdinand de Saussure sobre el lenguaje proporcionaron a Roland Barthes herramientas para estudiar la cultura. Saussure afirmaba que un signo tiene dos partes: el significante (sonido o imagen) y el significado (la idea). Sostenía, además, que el significado surge de las diferencias dentro de un sistema, no de vínculos fijos con la realidad. Barthes utilizó esta idea para ir más allá de las palabras: trató los textos, las imágenes y los objetos cotidianos como sistemas de signos cuyo significado proviene de sus relaciones.

Barthes amplió el modelo de Saussure para estudiar los mitos, la moda y los medios de comunicación. En Mitologías muestra cómo las imágenes cotidianas ocultan creencias culturales: una imagen transmite un mensaje superficial (denotación) y otro cultural (mito). Esto añade una dimensión ideológica a la teoría de los signos de Saussure.

Barthes también amplió las ideas de Saussure al demostrar la inestabilidad del significado. En S/Z (1970), sustituyó un sistema único por múltiples códigos que interactúan, lo que implica que los lectores contribuyen a la creación de interpretaciones. Así, Barthes conserva la idea central de Saussure de que el significado es relacional, pero la utiliza para revelar el poder cultural y la incertidumbre del significado.

Marxismo

Roland Barthes se basa en el marxismo, pero no se adhiere completamente a su determinismo económico. En cambio, ofrece una explicación semiótica de cómo la ideología circula a través de signos, imágenes y prácticas cotidianas. En Mitologías, Barthes muestra cómo objetos culturales, como la publicidad, la lucha libre, la comida y la moda, funcionan como «mitos» que transforman significados históricamente específicos en verdades de sentido común.

Este replanteamiento complementa las preocupaciones marxistas sobre el consentimiento y la hegemonía al mostrar cómo se produce el consentimiento en el lenguaje y la representación. Sin embargo, Barthes rechaza un modelo estricto de base-superestructura. Se centra en la autonomía relativa de los sistemas culturales, la pluralidad y el juego de la significación, y las prácticas textuales que generan significado, resistiéndose así a cualquier reducción causal única de la cultura a la estructura económica.

Su transición desde la intención autoral a los roles de lector/escritor (especialmente en S/Z y «La muerte del autor») desplaza el foco político de los orígenes y la propiedad a cómo se producen y disputan los significados. De este modo, abre la puerta a lecturas radicales que pueden subvertir las interpretaciones ideológicas dominantes. Pensadores marxistas y estudiosos de la cultura han recurrido ampliamente a las herramientas barthesianas para analizar la cultura popular y la construcción del consenso, pero algunos marxistas lo critican por prestar insuficiente atención a la lucha material y la organización de clases.

Georges Bataille

El pensamiento de Bataille transformó significativamente los escritos posteriores de Barthes al dirigir su atención hacia los momentos en que el significado se descompone en afecto, exceso y experiencia límite. De Bataille, Barthes toma prestada la idea de que la transgresión y el erotismo revelan algo sagrado en la vida cotidiana. Donde fallan los códigos sociales y los sistemas de significación, emerge una intensidad que se resiste a la interpretación instrumental. Esta influencia se aprecia en el alejamiento de Barthes del análisis estructuralista estricto hacia una poética que valora la ruptura, el desperdicio y el gasto improductivo. Estos conceptos se hacen eco de la crítica de Bataille a las economías utilitaristas y su valoración del excedente.

La preocupación de Bataille por lo inefable, la muerte y la «experiencia límite» también influye en el interés de Barthes por los residuos subjetivos y afectivos de textos e imágenes. Mientras que el análisis estructural identifica códigos y funciones, Barthes se pregunta cómo un detalle puede herir o conmover al lector, lo que recuerda la insistencia de Bataille en las experiencias que trascienden el lenguaje. Metodológicamente, Barthes adopta el estilo fragmentario e híbrido de Bataille, caracterizado por breves pasajes aforísticos, una mezcla de teoría y confesión, y una atención ética a sistemas específicos en lugar de totalizadores.

Comentario

Mitologías (1957) se divide en dos partes:

La primera parte, titulada Mitologías, consta de cincuenta y tres ensayos breves en los que Barthes analiza diversos aspectos de la cultura popular y la vida cotidiana. Explora temas tan variados como la publicidad, la moda, los deportes, la política y la literatura. Cada ensayo está estructurado para deconstruir el mito que subyace al objeto o fenómeno estudiado, revelando así los mecanismos de manipulación y mistificación inherentes a nuestra sociedad de consumo.

La segunda parte del libro, titulada Mitologías hoy, es una reflexión más teórica sobre la naturaleza del mito y su papel en la construcción de nuestra realidad social. Barthes desarrolla su célebre teoría del signo mítico, que analiza los objetos y los discursos como signos portadores de significado y valores culturales. También explora la noción de mitología política, examinando cómo se construyen y difunden las ideologías y los discursos políticos a través de símbolos e imágenes.

1a. Parte: Mitologías

Mitos de la sociedad de consumo

Barthes demuestra que la sociedad de consumo es un depósito de mitos, donde cada producto, cada marca y cada anuncio está imbuido de significado simbólico. Destaca que estos mitos no son meras historias o leyendas, sino construcciones sociales que sirven para mantener el orden establecido y reforzar los valores dominantes.

El autor analiza así objetos cotidianos como automóviles, revistas y productos alimenticios, diseccionándolos para revelar las ideologías que subyacen en ellos. Por ejemplo, describe cómo la publicidad de automóviles puede transmitir la idea de libertad y aventura, cuando en realidad solo refuerza la dependencia del automóvil y la conformidad con las normas sociales.

Barthes también destaca la importancia del lenguaje en la construcción de los mitos de la sociedad de consumo. Muestra cómo las palabras y expresiones utilizadas en los medios de comunicación y la publicidad pueden manipularse para crear ilusiones y fantasías, influyendo así en nuestro comportamiento y nuestras decisiones de consumo.

Mitos de la publicidad y la moda

“El anuncio da la impresión de que un estilo de vida es simplemente la expresión de una naturaleza sencilla.”

Barthes sostiene que la publicidad presenta signos culturalmente construidos como si fueran hechos naturales. Los anuncios convierten los productos en valores atemporales y universales, de modo que los consumidores los perciben como necesidades evidentes en lugar de deseos fabricados. Transforman la historia en naturaleza y ocultan la labor ideológica que subyace a las imágenes.

Tanto la publicidad como la moda reivindican autenticidad — de artesanía, tradición o gusto “auténtico” —, aunque a menudo escenifican esos orígenes. Barthes destaca cómo estos mitos proyectan retrospectivamente un origen puro para naturalizar los productos contemporáneos:

"En todas partes, el objeto se presenta como el último eslabón de una larga e intachable tradición." 

Esto constituye un intento de ocultar los contextos de producción y el trabajo.

La publicidad también presenta los bienes de consumo como pasos necesarios hacia el progreso y la superación personal, dando a entender que comprar equivale al desarrollo personal. Crea una narrativa lineal donde los objetos completan al sujeto. Barthes señala esta tendencia a moralizar los objetos: 

“Comprar es ser moral; el objeto es una ofrenda moral.”

Así, el consumo se convierte en un signo de virtud en lugar de una elección.

El autor muestra cómo los anuncios y eslóganes presentan significantes como si nombraran realidades de forma transparente, ocultando el papel manipulador del lenguaje. La redacción del anuncio trata las palabras como etiquetas naturales para los deseos. Observa que 

“...las palabras en publicidad siempre están al servicio de una connotación que escapa al lenguaje mismo.”

Su intención es exponer cómo el lenguaje enmascara la ideología.

En el ámbito de la moda, Barthes describe cómo la ropa deja de ser mera tela para convertirse en un sistema de signos que confieren identidad y valor social. Las marcas y los estilos prometen transmitir glamour a quien los viste. Así, la moda no vende prendas, sino identidades.

“La ropa siempre lleva consigo mensajes.”

Los anuncios sugieren que los productos completarán al consumidor a nivel emocional y social, prometiéndole felicidad, estatus y pertenencia. Esta narrativa enmascara las desigualdades estructurales e individualiza los problemas sociales. Barthes escribe que el mito:

 “... transforma la historia en naturaleza, el tiempo en eternidad, de modo que la plenitud prometida parece inevitable en lugar de construida.”

Barthes critica las imágenes fotográficas utilizadas en publicidad y moda por pretender ser registros objetivos, cuando en realidad escenifican significados. Argumenta que las fotografías no son neutrales y que la publicidad explota esta supuesta objetividad para dotar a los mitos de un realismo del que carecen: "La cámara no ve; fabrica."

Desmitificando la lucha libre como entretenimiento 

"Los luchadores encarnan roles exagerados similares a los de personajes del teatro clásico, utilizando su físico para transmitir intenciones morales y emociones. Los cuerpos de los luchadores se convierten en significantes de sus roles — víctimas o villanos — permitiendo al público procesar el espectáculo visualmente sin necesidad de un contexto más profundo."

Barthes sostiene que la lucha libre no es una competición de habilidad incierta, sino un drama moral escenificado:

"El éxito de la lucha libre radica en que muestra un Bien y un Mal inequívocos."

El valor del espectáculo reside en su clara significación moral: la victoria y la derrota funcionan como justicia visible, más que como una mera medición atlética. Los espectadores completan el mito. Sus reacciones forman parte de la representación y validan la interpretación moral. Barthes destaca el papel del público en la producción de significado — los vítores y los abucheos funcionan como juicio colectivo — convirtiendo la lucha libre en un ritual de catarsis pública donde los valores sociales se imponen de forma visible.

Los luchadores actúan como arquetipos, no como atletas. Sus cuerpos y gestos constituyen un lenguaje que el público debe interpretar. Los movimientos y las caídas son signos codificados cuyo propósito es la comunicación, no la mera competición. El autor insiste en que el significado de la lucha libre reside en un significado legible y representado, más que en la incertidumbre real.

"El resultado no depende de la superioridad de los competidores, sino de la historia que se debe contar."

El espectáculo se basa en una autenticidad simulada que provoca emociones genuinas al tiempo que conserva mensajes morales claros.

Barthes sitúa la lucha libre dentro de su teoría más amplia de que el mito convierte la historia cultural en naturaleza al presentar significados construidos como evidentes por sí mismos. Como mito, el espectáculo naturaliza los códigos sociales al hacerlos parecer obvios e inevitables.

Mitos políticos e ideológicos

En términos políticos, una ideología dominante enmascara las relaciones de poder presentándolas como sentido común. Barthes insiste en que el mito no es una mentira, sino un mensaje que «elimina la historia» al despojar a los acontecimientos de sus causas temporales y de clase específicas y presentarlos como verdades atemporales. Barthes denomina a este proceso transformación del signo en un «signo mítico». El mito es un tipo de discurso y, por lo tanto, opera a través del lenguaje cotidiano, las imágenes y los objetos para generar consenso político.

Barthes utiliza ejemplos culturales concretos para mostrar cómo funcionan los mitos. Su análisis de la imagen del soldado francés demuestra cómo se naturaliza la ideología nacionalista:


La postura y el uniforme del soldado simbolizan el «heroísmo» y el «deber», ocultando las decisiones políticas y los intereses de clase que subyacen a la guerra. Barthes observa que esta imagen dice más de lo que indica. Expresa la voluntad de morir por la patria como si se tratara de un sentimiento puro y espontáneo. 

De igual modo, en su análisis de la lucha libre profesional y la fotografía burguesa, revela cómo los roles sociales y las jerarquías de clase se escenifican como entretenimiento o gusto estético, despolitizándolos así. Argumenta que el discurso mítico a menudo recurre a una inoculación del pasado. Los objetos se presentan como portadores de tradición, de modo que la crítica se interpreta como una falta de respeto a la historia.

Barthes también analiza el lenguaje y los recursos estilísticos que emplean los mitos. Observa que el mito privilegia un lenguaje sintético (enunciados breves y afirmativos, e imágenes que simplifican la complejidad). También utiliza metáforas y metonimias:

"El vino es la patria: ese líquido rojo encarna la tierra, la historia y la sociabilidad de Francia."

Estas figuras retóricas transforman las relaciones sociales en leyes naturales. Explica que el discurso del mito:

“Elimina la complejidad de la historia para mostrar una verdad simple y natural.”

Para Barthes, los mitos políticos e ideológicos son procesos mediante los cuales los signos culturales se resignifican para presentar estructuras de poder históricas y controvertidas como atemporales, naturales o morales. Funcionan a través del lenguaje cotidiano, las imágenes y la estética, y su efecto político consiste en ocultar la dominación y fabricar consenso. En palabras de Barthes, el mito es una forma de significar que convierte lo ideológico en lo evidente.

Mitos de la literatura y el arte

Para Barthes, un signo literario o artístico tiene dos capas: el par significante/significado de primer orden (el lenguaje que nombra algo) y un sistema de segundo orden en el que ese primer signo se convierte en un mero significante de un mensaje cultural más amplio. Explica que el mito «es un tipo de discurso», no una cosa, sino «un modo de significación», de modo que una simple imagen puede interpretarse como una declaración sobre clase, nación o gusto. En el ámbito de la literatura y el arte, Barthes muestra cómo la forma y el estilo no son neutrales: la voz de un novelista o las decisiones compositivas de un pintor cumplen una función ideológica al presentar una perspectiva históricamente específica como si fuera universal.

La crítica de Barthes produce dos consecuencias importantes para la crítica de arte: primero, las obras de arte se convierten en espacios donde se codifican y reproducen valores sociales. Segundo, la tarea del crítico consiste en decodificar esos mensajes latentes para que lo aparentemente natural se haga visible como una construcción. De este modo, las mitologías replantean el análisis literario y artístico, alejándolo del juicio estético aislado y orientándolo hacia una lectura sociopolítica de los signos cotidianos. Lo que parece meramente expresivo o decorativo se revela como investido de poder. Uno de los aforismos más elocuentes de Barthes resume esta postura: el mito "transforma la historia en naturaleza" y, en esa transformación, instruye y limita silenciosamente la manera en que las personas piensan sobre clase, género, nación y gusto.

2a. Parte: Mitologías actuales

Barthes afirma que el mito es la manera en que las cosas cotidianas (imágenes, palabras, objetos) se transforman en mensajes que parecen naturales, pero que en realidad ocultan ideas y poder. En un principio, algo tiene un significado simple, pero el mito le otorga un segundo significado, de modo que representa una idea más amplia. El mito hace que la historia parezca natural y que las decisiones y los hechos sociales parezcan normales e inevitables. El mito oculta la política al hacerla parecer obvia y atemporal. Para combatir el mito, debemos analizar cómo los signos adquieren nuevos significados y demostrar que lo que parece natural es, en realidad, una construcción humana.

Barthes denomina a este proceso un desplazamiento del signo de primer orden (significante + significado) a un signo de segundo orden, donde todo el signo de primer orden se convierte en el significante de un nuevo concepto. El lenguaje mítico funciona haciendo que la cultura parezca "natural, obvia, eterna".

Por ejemplo, en su análisis de una fotografía publicitaria, el objeto representado conserva su significado primario (un rifle, un coche, una prenda de vestir), pero el mito le atribuye un valor cultural (poder, modernidad, elegancia) que enmascara su trasfondo social e histórico: 

"El mito hace que lo histórico y lo social parezcan naturales".

Barthes escoge el nuevo coche francés del 1955, Citroën D.S. (déesse=diosa), como ejemplo mítico:

"Creo que los coches de hoy son casi el equivalente exacto de las grandes catedrales góticas: me refiero a la creación suprema de una época, concebida con pasión por artistas desconocidos y consumida en imagen, si no en uso, por toda una población que los apropia como un objeto puramente mágico.

Es obvio que el nuevo Citroën ha caído del cielo, en la medida en que se presenta a primera vista como un objeto superlativo."

Así, la significación mítica opera mediante la metáfora y la alegorización, transformando un hecho en un símbolo y neutralizando el conflicto al inscribirlo en el orden "natural" de las cosas.

Barthes analiza la mecánica del mito: funciona despolitizando. Presenta una realidad contingente, históricamente construida, como atemporal y necesaria. El mito opera a través del tono y la forma (imágenes, leyendas, estilos estereotipados) en lugar de mediante argumentos explícitos. Su efecto es hacer que la ideología parezca sentido común. Barthes escribe que el mito anula la historia al convertirla en naturaleza.

Discurso mítico

"Destruye la complejidad de las cosas al darles una forma aparentemente simple".

Barthes describe el movimiento estructural en términos semiológicos: un signo (significante + significado) del mundo social se reinterpreta y se resignifica, de modo que el signo mismo se convierte en un significante puro de un significado nuevo y más amplio (el mito). Barthes explica que el mito es siempre ideológico. Es un discurso despolitizado que enmascara las relaciones de poder al naturalizarlas.

Finalmente, Barthes insiste en que el mito no es simplemente una colección de falsedades, sino un lenguaje que debe leerse y analizarse. Su crítica exige exponer las operaciones semiológicas que convierten la cultura en mito, de modo que el mundo supuestamente natural pueda mostrarse como una construcción histórica cargada de connotaciones políticas. Concluye que la tarea del crítico consiste en demostrar cómo el mito hace aceptable el mundo dado al convertir la historia en naturaleza.

Temas

Mito

Roland Barthes afirma que el mito es "un tipo de discurso". Esto significa que las imágenes y los objetos cotidianos se transforman en mensajes que hablan por una cultura. Un simple signo (como una foto o una palabra) se convierte en el significante de una idea más amplia, de modo que lo ordinario empieza a parecer significativo y evidente.

El mito "...convierte el discurso histórico y contingente en una verdad eterna".

En otras palabras, el mito despoja a algo de su historia y decisiones específicas, presentándolo como algo natural o atemporal. Así es como la cultura oculta sus orígenes: fingiendo que un significado construido es simplemente la realidad.

Barthes sostiene que el mito atribuye a las cosas "no un concepto, sino un valor". En lugar de explicar su origen, el mito le confiere un peso moral o social que respalda ciertos intereses. Esto despolitiza los problemas, pues se acepta el valor como natural, sin percibir las relaciones de poder subyacentes.

Barthes cree que los mitos deben analizarse para descubrir su historia. Al descifrar los mitos y mostrar sus raíces históricas, revelamos las ideologías a las que sirven y dejamos de considerarlos verdades evidentes.

Desmitificación

La desmitificación de Roland Barthes busca despojar a los mitos culturales de su autoridad naturalizada para que podamos ver cómo los signos y el lenguaje producen significados ideológicos en lugar de reflejar la realidad pura. Para Barthes, un mito transforma la historia en naturaleza. Hace que las construcciones sociales contingentes parezcan inevitables y universales. La desmitificación es el acto crítico que revela esta transformación.

Al analizar el lenguaje cotidiano, las imágenes y los rituales, Barthes muestra cómo se construye el significado: el mito funciona para despolitizar las ideas al presentarlas como sentido común. La tarea del crítico, escribe, es:

"Revelar el valor político oculto en la neutralidad semántica".

Esto implica convertir lo que parece evidente en un problema que requiere análisis. Al hacerlo, la desmitificación no solo niega, sino devuelve al lenguaje su historia completa, recuperando los procesos sociales e históricos que los mitos borran.

Limitaciones de las mitologías

Mitologías de Barthes ofrecen lecturas agudas y provocadoras de la cultura cotidiana, pero su crítica tiene varias limitaciones notables.

El enfoque de Barthes se circunscribe a la Francia de posguerra, ya que sus ensayos se centran en la cultura de masas francesa de los años cincuenta y sesenta. Esto hace que muchos ejemplos sean histórica y culturalmente específicos y limita la generalización de sus afirmaciones a contextos no occidentales o digitales contemporáneos. Sin embargo, la sociedad de consumo está presente en todas las culturas occidentales.

Su método es principalmente retórico e interpretativo, más que empírico. Si bien demuestra de manera convincente cómo los signos conllevan connotaciones, aporta pocos datos sistemáticos, por lo que las afirmaciones sobre los efectos en la conciencia popular siguen siendo interpretaciones plausibles en lugar de afirmaciones causales demostrables.

Barthes tiende hacia un modelo ideológico de arriba hacia abajo, tratando el mito como una imposición que naturaliza los significados sociales y, por lo tanto, subestimando la capacidad de acción del público, la resistencia y la posibilidad de lecturas divergentes.

El estudio de las mitologías analiza la significación con gran sutileza, pero presta comparativamente menos atención al aspecto productivo: las condiciones institucionales, económicas y políticas (propiedad, trabajo, censura) que dan forma a la creación de mitos reciben un tratamiento limitado.



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