¿Tener o ser? de Erich Fromm (escrito durante las décadas de 1960 y 70) afirma que las personas y las sociedades siguen dos formas básicas de vida: «tener» y «ser». El «tener» se centra en poseer cosas, mostrar estatus y controlar a los demás. El «ser» se centra en vivir experiencias plenamente compartidas, el crecimiento interior, el amor y la creatividad.
Fromm muestra cómo el lenguaje, las creencias y los sistemas económicos impulsan a las personas a optar por el "tener". Advierte que esto conduce al consumo excesivo, al daño ambiental, al debilitamiento de las comunidades y a una menor felicidad real. Critica el materialismo capitalista e insta tanto al cambio personal (más empatía, autoconciencia, trabajo con sentido) como al cambio social (sistemas más justos que valoren a las personas y al planeta).
Contexto
¿Tener o ser? (1976) de Erich Fromm surgió en la intersección de la psicología humanista de posguerra, las críticas de la Nueva Izquierda a la sociedad capitalista y los cambios culturales de las décadas de 1960 y 1970. Fromm se formó en psicoanálisis en Heidelberg y fue influenciado por el pensamiento marxista y la Escuela de Frankfurt. Escribió mientras las sociedades occidentales transitaban de la reconstrucción de posguerra a la opulencia consumista masiva.
El libro replantea una distinción filosófico-moral de larga data (posesión vs. existencia) como diagnóstico sociopsicológico: la orientación hacia el «tener», medida en posesiones, estatus y control, se había institucionalizado gracias a la producción en masa, la publicidad y las instituciones burocráticas. La orientación alternativa hacia el «ser» enfatizaba la experiencia compartida, la creatividad y el desarrollo interior.
Su publicación en la década de 1970 también respondió a los debates contemporáneos sobre la alienación, los límites ambientales y el significado de la prosperidad. En el ámbito económico, muchos países industrializados se enfrentaban al final del largo auge de la posguerra (crisis petroleras, inflación, estanflación), lo que exponía las contradicciones de las promesas de que el crecimiento traería automáticamente la felicidad. En el ámbito cultural, la contracultura, el movimiento del potencial humano y el renovado interés por la espiritualidad oriental habían popularizado las críticas al materialismo. Fromm las reformuló en términos psicoanalíticos y éticos.
Políticamente, el libro se hace eco de las preocupaciones de la Nueva Izquierda: la crítica al capitalismo de consumo, la mercantilización de la vida y la erosión de la comunidad, aunque sigue arraigado en el socialismo humanista de Fromm, más que en el marxismo doctrinario.
Intelectualmente, ¿Tener o Ser? sintetizó corrientes del pensamiento de mediados del siglo XX: la obra anterior de Fromm sobre La sociedad cuerda (1955), los análisis freudianos y existenciales de la libertad y la ansiedad, y las críticas marxistas de la alienación. Su estilo —diagnóstico, prescriptivo y accesible— se ajustó al apetito de la época por intelectuales públicos que abordaran el malestar social. El libro anticipó debates posteriores sobre el consumo sostenible y la identidad en el capitalismo tardío: sus preocupaciones sobre el consumo excesivo, la instrumentalidad de las relaciones y las consecuencias ecológicas de una sociedad de “tener” resultaron proféticas para los movimientos ambientalistas y anticonsumistas que cobraron fuerza en las décadas posteriores.
Gabriel Marcel y Fromm
En el prólogo de su libro, Fromm cita Ser y tener (1949) de Marcel y dice que
"...escribe desde un punto de vista teológico y filosófico;"
Fromm también señala que su propio libro es un "análisis psicológico y social" de los términos tener y ser.
Ambos autores abordan la condición humana, la libertad y el amor, pero desde diferentes raíces y énfasis. Fromm, con raíces en el psicoanálisis humanista y la crítica social marxista, considera la alienación como algo principalmente social y económico. El capitalismo moderno genera una orientación hacia el "tener", donde las personas se definen a sí mismas por sus posesiones, estatus o roles, lo que resulta en pasividad, ansiedad y mecanismos de escape (conformismo, sumisión autoritaria o rebelión destructiva). Para Fromm, la auténtica libertad es una postura activa y productiva, "ser" en lugar de "tener", expresada a través de la autonomía razonada, el trabajo creativo y la solidaridad amorosa.
Marcel, existencialista cristiano y fenomenólogo metafísico, enmarca la situación humana en términos de misterio, fidelidad y presencia, en lugar de las categorías sociopsicológicas de Fromm. Para Marcel, la alienación surge de la objetivación: tratar a las personas y al ser mismo como objetos de uso (abstrayendo la realidad al "problema" en lugar de encontrar el "misterio"). La auténtica existencia se encuentra en la fidelidad relacional, la receptividad y la experiencia vivida de comunión con los demás y con lo trascendente. Para Marcel, la libertad no es principalmente una autonomía abstracta, sino la libertad de estar abierto (entrega fiel, disponibilidad) que permite una auténtica presencia interpersonal y participación en el ser.
Fromm se muestra escéptico ante la religión institucional cuando refuerza estructuras autoritarias o mecanismos de escape; sin embargo, afirma una religiosidad humanista, una orientación ética basada en la razón, la solidaridad humana y la reverencia por la vida. Marcel, en cambio, considera la fe como algo existencialmente primordial: el encuentro personal con Dios y la esperanza son fundamentales para resolver la soledad ontológica; la reflexión teológica y los temas sacramentales impregnan su filosofía, haciendo de la trascendencia algo integral y no opcional.
En ética y praxis, ambas convergen, pero difieren en su orientación: ambas priorizan el amor y la solidaridad, pero Fromm enfatiza las estructuras sociales, la economía política y el cambio educativo para cultivar el carácter productivo y el humanismo democrático. Marcel se centra en la conversión personal, la fidelidad y la trascendencia moral de los pequeños actos concretos de presencia y cuidado, confiando en que las personas morales transforman su mundo mediante la autenticidad relacional.
Staehelin sobre Fromm
Balthasar Staehelin, quien en 1969 publicó el libro Haben und Sein (Tener y ser), presentó a Erich Fromm como un psicólogo social claramente humanista cuya fortaleza residía en fusionar la perspectiva psicoanalítica con la crítica sociocultural y ética. Destacó que Fromm rechazaba las explicaciones biológicas reduccionistas del comportamiento humano y, en cambio, situaba la personalidad dentro de contextos históricos, económicos y culturales. Para Staehelin, la noción de Fromm del "carácter social", la idea de que las estructuras sociales configuran rasgos y orientaciones de carácter generalizados, es un logro analítico central que vincula la psicología individual con las condiciones sociales.
Staehelin enfatizó la exploración de Fromm de la paradoja de la libertad: la libertad moderna puede generar ansiedad que impulsa a las personas al conformismo o al autoritarismo. Consideró los análisis de Fromm sobre las tendencias autoritarias y la "fuga de la libertad" como diagnósticos cruciales de las sociedades de masas del siglo XX. Staehelin destacó los compromisos normativos de Fromm: una ética basada en el amor, el trabajo productivo y una orientación vitalista (biofilia), en lugar de valores impulsados por el éxito (necrófilos), como factores que moldearon tanto la teoría de Fromm como sus intervenciones públicas.
La investigación de Staehelin sitúa a Fromm dentro del humanismo del siglo XX y vincula su teoría psicoanalítica con el análisis sociohistórico, destacando temas como la libertad, el autoritarismo y el carácter social. Contribuyó a presentar y contextualizar los escritos de Fromm para el público académico y literario de habla alemana.
Las primeras obras de Fromm
¿Tener o ser?, de Erich Fromm, sintetiza e intensifica los temas que desarrolló a lo largo de tres décadas de escritura, reformulando diagnósticos sociopsicológicos previos en un marco práctico-cultural. El libro hereda la preocupación central del psicoanálisis humanista por la libertad y los peligros de la huida, articulada por primera vez en El miedo a la libertad (1941). Allí, Fromm mostró cómo las personas huyen de la ansiedad de la libertad hacia el autoritarismo, el conformismo o la destructividad. En ¿Tener o ser?, argumenta que la orientación hacia el "tener" es una huida paralela donde las personas buscan refugio en las posesiones, el estatus y las identidades fijas para evitar la inseguridad de la auténtica identidad.
El concepto de carácter social de Fromm, desarrollado en La sociedad cuerda (1955), constituye la base sociológica de ¿Tener o ser? En La sociedad cuerda, analizó cómo las instituciones y la cultura capitalistas moldean tipos de personalidad que aceptan la alienación y la pasividad. En el libro de 1976, aplica esta perspectiva específicamente al capitalismo de consumo, diagnosticando una estructura de carácter generalizada organizada en torno a la posesión, la acumulación y la instrumentalización de las relaciones. Mientras que obras anteriores examinan los determinantes institucionales del carácter, ¿Tener o ser? replantea el problema como un modo cultural de existencia: «tener» versus «ser», lo que hace que la crítica sea más existencial y diagnóstica de la vida cotidiana.
El Arte de amar (1956) aportó la visión positiva de Fromm sobre el amor maduro como una orientación activa y productiva, basada en el cuidado, la responsabilidad, el respeto y el conocimiento. ¿Tener o ser? amplía este programa moral-psicológico al identificar el «ser» como la matriz de la auténtica conexión y la creatividad: ser es participar en el amor productivo, la presencia y la actividad compartida, en lugar de poseer a otros o cosas. De este modo, el libro transforma las prescripciones psicoterapéuticas de Fromm en recomendaciones éticas y de estilo de vida más amplias, destinadas a revertir la alienación.
A lo largo de su obra, los compromisos políticos de Fromm también evolucionan. Si bien critica constantemente el materialismo capitalista y aboga por una forma de socialismo humanista, su lenguaje se aleja de la economía marxista ortodoxa para centrarse en los valores, el carácter y la psicología moral. ¿Tener o ser? enfatiza la transformación cultural y existencial junto con el cambio estructural, vinculando las formas personales de relacionarse con consecuencias ecológicas y sociales más amplias, una preocupación menos prominente en sus textos anteriores de mediados de siglo. Metodológica y estilísticamente, el libro continúa la combinación interdisciplinaria de Fromm de psicoanálisis, sociología, filosofía y religión, y conserva el tono accesible de obras como El Arte de amar, pero lo hace con un programa ético más explícito, dirigido a cultivar el "ser" por encima del "tener".
Resumen
Prefacio
El prólogo de ¿Tener o ser? de Erich Fromm presenta el contraste central del libro entre dos modos fundamentales de existencia: la orientación posesiva del "tener", que valora la acumulación, la propiedad y el estatus, y la orientación participativa del "ser", que prioriza la presencia, el amor, la creatividad y las relaciones auténticas. Fromm vincula el predominio del modo de tener con la sociedad capitalista moderna, el consumismo y la mercantilización, argumentando que este enfoque produce alienación, ansiedad y decadencia moral. El prólogo enmarca el libro como un diagnóstico de estos males sociopsicológicos y un llamado esperanzador a la transformación personal y cultural hacia el ser, sugiriendo que dicho cambio requiere cambios en los valores, la educación y las estructuras sociales para restaurar la dignidad humana y una comunidad genuina.
PRIMERA PARTE: Entendiendo la diferencia entre tener y ser
Fromm comienza planteando la distinción central: dos modos de existencia fundamentalmente diferentes: el modo de tener (definido por la posesión, la adquisición y los resultados mensurables) y el modo de ser (definido por la experiencia, la participación y los estados internos). Rastrea el tema a través de la poesía, el lenguaje y la filosofía, mostrando cómo los cambios culturales hacia los sustantivos y la posesión reflejan una deriva social hacia la orientación al tener. Utilizando ejemplos literarios (Tennyson, Basho, Goethe) y pensadores históricos (Buda, Jesús, místicos medievales, Marx), Fromm argumenta que la orientación al tener fomenta la alienación, la ansiedad y la identidad vinculada a lo que uno posee en lugar de a quién uno es. Introduce los riesgos éticos y psicológicos: elegir el ser en lugar del tener cambia la forma en que las personas se relacionan consigo mismas, con los demás y con la naturaleza.
Fromm profundiza en la importancia práctica y moral de esta distinción. Contrasta las sociedades e instituciones que premian la posesión (estatus, consumismo, logros competitivos) con las formas de vida que cultivan la presencia, la creatividad y el amor. Se detallan las consecuencias psicológicas: las personas arraigadas en el tener experimentan inseguridad, actitud defensiva y una necesidad de dominio; quienes se arraigan en el ser exhiben creatividad espontánea, confianza y una auténtica conexión. Fromm vincula las estructuras económicas (capitalismo, mercantilización) con la expansión de la orientación al tener y advierte que, sin una transición hacia el ser, la realización personal y la salud social se ven amenazadas.
A continuación, el autor examina las tradiciones intelectuales que ilustran la diferencia entre tener y ser. Fromm se basa en la filosofía clásica (Heráclito, Platón, Aristóteles), la dialéctica hegeliana, el misticismo cristiano (Eckhart) y el pensamiento oriental (budismo) para mostrar críticas recurrentes a la vida centrada en la posesión. Examina cómo el lenguaje, la metafísica y el surgimiento de la propiedad privada moldearon las autoconcepciones, convirtiendo a las personas en propietarios y a las cosas en mercancías. Fromm también contrasta la racionalidad científico-tecnológica moderna, que tiende a cosificar y cuantificar, con el énfasis existencial y humanista en el proceso, la presencia y la experiencia cualitativa.
Fromm se adentra entonces en el terreno clínico y empírico: cómo el tener y el ser se manifiestan en la personalidad, la neurosis y el comportamiento cotidiano. Describe el carácter del "tener": actitudes adquisitivas, identidad ligada a posesiones y roles, envidia y el trato instrumental de las personas y la naturaleza. El carácter del "ser" se ejemplifica mediante el amor productivo, la creatividad, la capacidad de juego, la humildad y la gratitud. Fromm conecta estos modos con los procesos de desarrollo, la educación y la socialización, argumentando que la crianza y el contexto económico tienden a cultivar el tener, a menos que se lo contrarreste intencionalmente.
Fromm analiza los cambios lingüísticos que reflejan y refuerzan la orientación al tener: sustantivos sobre verbos, expresiones idiomáticas centradas en la posesión y la estructura gramatical de la experiencia como objetos de posesión. Señala frases cotidianas que distancian a las personas de los sentimientos ("Tengo un problema") y muestra cómo el pensamiento condicionado por la posesión perjudica la autoconciencia y la relación. El capítulo argumenta que cambiar los hábitos lingüísticos y conceptuales es un paso necesario para cultivar el ser: aprender a hablar y pensar con verbos (proceso, relación, devenir) fomenta la presencia y reduce la alienación.
Al concluir la primera parte, Fromm esboza las implicaciones prácticas de elegir el ser en lugar del tener. Describe áreas —educación, trabajo, amor, religión y política— donde una orientación hacia el ser produce resultados más saludables: instituciones cooperativas, trabajo significativo, educación que cultiva capacidades en lugar de credenciales y prácticas espirituales que enfatizan la presencia. Advierte que las reformas superficiales no bastan, se necesitan cambios económicos y culturales estructurales junto con la transformación personal. El capítulo concluye instando a un cambio cultural consciente: revalorizar las cualidades del ser, promover el amor no posesivo y rediseñar las instituciones sociales para fomentar el florecimiento humano.
SEGUNDA PARTE: Análisis de las diferencias fundamentales entre los dos modos de existencia
Fromm inicia la segunda parte reafirmando la distinción central entre los modos de existencia del Tener y del Ser, argumentando que la cultura moderna privilegia la posesión y la acumulación, mientras que descuida la presencia y la participación. Define el Ser como una orientación hacia la actividad, el amor y la relación creativa, más que hacia la posesión de objetos, y enmarca los siguientes capítulos como una exploración de cómo se manifiesta el Ser psicológica, social y éticamente.
Fromm profundiza en la estructura y las cualidades del Ser: se centra en el proceso más que en el resultado, valora la experiencia compartida y fomenta la creatividad, la humildad y la riqueza interior. Enfatiza que el Ser se manifiesta en el trabajo productivo y el amor auténtico —actividades en las que el yo se despliega mediante la participación— y las contrasta con el comportamiento instrumental, centrado en la posesión.
El autor presenta la biofilia, el amor por la vida y el crecimiento personal, como fundamento de la orientación del Ser, y la contrasta con la necrofilia, la atracción por la muerte, la rigidez y la destrucción, vinculada a la orientación del Tener. Conecta las tendencias necrófilas con el autoritarismo, la fetichización de objetos e ideas, y las prácticas sociales que inhiben la espontaneidad y la empatía.
Fromm rastrea los orígenes psicológicos y sociales de la orientación al Tener: condicionamiento temprano, identificación con las posesiones, relaciones familiares y de propiedad, y sistemas económicos que premian la acumulación. Muestra cómo el miedo a la pérdida y la necesidad de seguridad impulsan a las personas a definirse a través de la propiedad, lo que genera alienación e identidades frágiles.
El autor cita prácticas concretas para cultivar el Ser, recomendando la autoobservación, la disciplina interior, la meditación, la participación en el trabajo productivo y la práctica del amor como habilidad. Destaca los pequeños cambios habituales: simplificar la vida, reducir los apegos y fomentar la reciprocidad, por encima de los pronunciamientos ideológicos, argumentando que el Ser debe ejercerse a diario.
Reconociendo que el cambio personal está limitado por la estructura, Fromm analiza las condiciones institucionales para el Ser: la economía cooperativa, la educación que cultiva el carácter y las políticas sociales que priorizan el desarrollo humano sobre el lucro. Critica la cultura de consumo capitalista por reforzar el Tener y aboga por una reforma sistémica para que el Ser sea viable para más personas.
Describe las consecuencias morales de ambos modos: el ser genera empatía, responsabilidad y cuidado; el tener genera explotación, indiferencia y empobrecimiento moral. Propone una ética basada en el respeto a la vida y en el fomento del crecimiento personal, y argumenta que la educación moral debe cultivar la capacidad de amar y la acción productiva, en lugar de la obediencia o el afán de lucro.
Fromm analiza cómo las principales fuerzas culturales se relacionan con el Ser: ciertas tradiciones espirituales y humanísticas apoyan valores experienciales que afirman la vida, mientras que la ciencia reduccionista o la religión dogmática pueden favorecer u obstaculizar el Ser según la orientación. Fromm aboga por una síntesis humanística que integra la comprensión racional con un compromiso con la vida y la experiencia genuina.
El autor presenta un programa de transformación personal y social que combina el trabajo interior (autoconocimiento, disciplina, práctica del amor y actividad productiva) con la acción colectiva para transformar las instituciones. Advierte contra las soluciones rápidas utópicas y las imposiciones autoritarias, instando al esfuerzo paciente y disciplinado, y a la solidaridad como medios para el cambio cultural.
En la segunda parte, Fromm describe la persona psicológicamente madura, arraigada en el Ser: autónoma pero conectada, creativa, capaz de trabajo productivo y amor auténtico, y guiada por la responsabilidad ética. Visualiza sociedades reorganizadas en torno al crecimiento humano en lugar del consumo, y expresa un optimismo moderado en cuanto a que dicha transformación es alcanzable mediante el esfuerzo individual y social persistente.
Tercera parte: El hombre nuevo y la nueva sociedad
Fromm inicia la tercera parte afirmando que el cambio social requiere un cambio correspondiente en la estructura del carácter; las reformas políticas o económicas por sí solas no producirán una sociedad verdaderamente humana. Define al «hombre nuevo» como aquel que prefiere el ser al tener, cuya orientación se basa en la relación, la razón, el amor y la actividad productiva, en lugar de la posesión, la codicia y el dominio.
Fromm contrasta al hombre nuevo con el carácter contemporáneo del "tener": la identidad de este último se basa en la posesión de objetos, el estatus y el consumo, lo que produce aislamiento y empobrecimiento emocional. Argumenta que el desarrollo del hombre nuevo depende de estructuras sociales que fomenten la generatividad, la libertad y la cooperación, en lugar de la competencia, el conformismo y el autoritarismo.
Destaca el papel central de la educación: las escuelas y la crianza deben cultivar la curiosidad, el pensamiento crítico y la responsabilidad, en lugar de la obediencia y el afán adquisitivo. El autor critica las instituciones capitalistas que transforman a las personas en mercancías y hacen que el valor personal se mida mediante el valor de mercado, abogando por sistemas económicos orientados a las necesidades humanas.
Fromm examina las raíces psicológicas del autoritarismo, mostrando cómo la inseguridad y la evasión de la libertad llevan a las personas a someterse al poder o a buscar la dominación. Analiza la burocracia y la racionalidad tecnológica: cuando la tecnología y la administración sirven al lucro y al control, suprimen la individualidad y la creatividad.
Fromm insiste en que el cambio político debe ser democrático y participativo; el poder centralizado, incluso con objetivos progresistas, puede recrear la alienación y la dominación. Propone la descentralización: las instituciones a pequeña escala, la autogestión obrera y el control local pueden fomentar la responsabilidad y la conexión social.
Fromm describe medidas económicas: empleo garantizado, límites al poder de la propiedad privada, distribución progresiva de la riqueza y una producción orientada al bienestar humano en lugar del consumo. Describe la reorganización del trabajo: el trabajo significativo y creativo con estructuras cooperativas ayudará a las personas a desarrollar una orientación productiva y autoestima. El autor enfatiza la reforma del ocio: el tiempo libre debe propiciar el crecimiento, la comunidad y la actividad creativa, no el mero consumo o el entretenimiento pasivo. Aboga por una nueva cultura jurídica y política basada en los derechos humanos, la responsabilidad cívica e instituciones que protejan la libertad individual a la vez que promueven el bienestar social.
El autor conecta el desarrollo ético con las instituciones sociales: las normas morales surgen de condiciones que fomentan la empatía, la confianza y la ayuda mutua. Advierte contra los esquemas utópicos impuestos desde arriba. En cambio, el cambio social debe surgir orgánicamente de individuos transformados y movimientos participativos.
Fromm examina las perspectivas socialistas: el socialismo democrático, alineado con los valores humanistas, podría apoyar al hombre nuevo, pero el socialismo autoritario replicaría viejas patologías. Critica tanto el capitalismo liberal como el colectivismo burocrático por no respetar la dignidad humana; ambos concentran la riqueza y el poder y reprimen la espontaneidad.
Fromm aboga por un cambio cultural: el arte, la religión y la filosofía deben promover el valor del ser, la experiencia auténtica y la conciencia crítica. Destaca el papel de los grupos pequeños y los vínculos sociales en la formación del carácter; las comunidades íntimas enseñan responsabilidad, amor y rendición de cuentas.
Analiza técnicas psicológicas para fomentar el modo de ser: autoconciencia, razonamiento activo, disciplina de atención y práctica del amor y la humildad. Argumenta que se requiere valentía existencial: las personas deben aceptar la incertidumbre y la libertad en lugar de aferrarse a posesiones o identidades rígidas. Fromm describe la educación para ciudadanos adultos: aprendizaje permanente, compromiso cívico e instituciones que fomentan el pensamiento crítico y la solidaridad.
Retoma la interacción entre el individuo y la sociedad: los cambios de personalidad facilitan la reforma institucional, y las instituciones reformadas refuerzan nuevas estructuras de carácter en un proceso recíproco. Fromm reconoce obstáculos: los intereses creados, la inercia cultural y la comodidad de los roles habituales se resisten a la transformación.
Describe estrategias de cambio: organización de base, campañas educativas, reformas institucionales graduales y comunidades ejemplares que modelan formas alternativas de vida. Concluye afirmando la esperanza: una nueva sociedad humanista es posible si suficientes individuos se comprometen con el cambio interior y la acción colectiva, creando instituciones que alimenten el ser por encima del tener.
Temas
El progreso económico no garantiza la felicidad ni la riqueza.
Miremos donde miremos, hay un producto que promete mejorar nuestras vidas: un coche nuevo que nos hará sentir exitosos, un teléfono que nos ayudará a gestionar nuestras responsabilidades. Pero si una vida mejor está al alcance de todos, ¿por qué hay tanta gente abrumada, sola, desilusionada y descontenta?
La búsqueda de la felicidad en la civilización occidental ha generado ansiedad, depresión y adicciones. El afán de competir y comparar deja a muchos aislados y convencidos de que necesitamos ser más y tener más. Irónicamente, mientras la acumulación sea la ambición primordial, las personas nunca acumularán lo suficiente. Se sentirán cada vez más insatisfechas. Pero las consecuencias del consumo desenfrenado no se limitan al individuo. También hay consecuencias sociales. Una de ellas es la acumulación de la riqueza en manos de unos pocos.
Debido a que nuestro sistema capitalista, de "sálvese quien pueda", premia el egoísmo y la avaricia, aspectos como la solidaridad, el compartir y la satisfacción se devalúan. Con el tiempo, esto aumenta la disparidad entre las clases económicas e incluso puede provocar guerras. Históricamente, la avaricia ha sido un factor en casi todas las guerras internacionales.
Cuando la avaricia gobierna la sociedad, todos pierden. Los empleadores buscan engañar a sus clientes, destruir a la competencia y explotar a sus trabajadores. Sin embargo, la solución comunista, al igual que el capitalismo, no busca frenar el consumo.
Los cambios sociales y económicos son necesarios para transformar una sociedad que ya no beneficia a la mayoría. De lo contrario, el ciclo de insatisfacción continuará.
El egoísmo surge de una mentalidad de tener
Al centrarse en objetivos egoístas, las sociedades basadas en la mentalidad del "tener" fomentan comportamientos egoístas tanto entre líderes como entre ciudadanos. Los líderes priorizan sus propios beneficios —financieros o políticos— sobre las necesidades del público. Mientras tanto, los ciudadanos se desvinculan del bienestar colectivo, centrándose únicamente en sus intereses privados.
Los líderes corporativos que recortan empleos mientras mantienen sus bonificaciones personales y los políticos que favorecen a donantes adinerados ejemplifican los resultados de un liderazgo egoísta. De igual manera, la gente común puede ignorar problemas sociales urgentes, ya que no les afectan de inmediato, lo que exacerba la desigualdad y la injusticia.
Esta actitud divide a la sociedad entre "explotadores" y "explotados", lo que genera divisiones que solo pueden conducir al conflicto o la revolución. Un cambio de mentalidad podría crear un mundo más equitativo e interconectado donde se compartan los recursos y las responsabilidades.
La tensa relación de la humanidad con la naturaleza
El industrialismo ha transformado la perspectiva de la humanidad sobre la naturaleza, pasando del respeto a la explotación. Donde antes los humanos trabajábamos al ritmo de la naturaleza, ahora aspiramos a dominarla y extraerle el máximo provecho, poniendo en peligro tanto al planeta como a nosotros mismos.
La explotación a gran escala de recursos naturales como el aire, el agua y los bosques ha provocado desastres ecológicos. Sin embargo, la naturaleza suele reaccionar, como lo demuestran los fenómenos provocados por el cambio climático, como el aumento de los desastres naturales y la escasez de alimentos. El consumo excesivo masivo deja a la humanidad expuesta a graves consecuencias ambientales.
Regresar a una coexistencia respetuosa con la naturaleza requiere un cambio ideológico drástico. Al adoptar la mentalidad del ser y limitar el consumo, la humanidad puede comenzar a reparar el daño que el industrialismo ha causado a nuestro planeta.
Las anclas del "tener" nos mantienen atrapados
La mentalidad de "tener" nos expone a tres niveles de insatisfacción. Primero, vincular la identidad a las posesiones genera inseguridad, ya que todo lo que "tenemos" se puede perder. Segundo, la comparación constante enfrenta a las personas entre sí en una carrera imposible por el estatus y la aprobación. Tercero, las personas buscan la felicidad fugaz en placeres superficiales que no pueden proporcionar una alegría duradera.
Por el contrario, ser consciente de las dificultades de la mentalidad del tener puede conducir a la transformación. Reconocer los límites de la adquisición y optar por centrarse en el interior permite un camino hacia la satisfacción y la paz sostenibles.
Estar arraigado en cualidades como el amor, la razón y la creatividad permite a las personas encontrar el sentido a la vida independientemente de sus circunstancias. En lugar de buscar emociones pasajeras, pueden cultivar la confianza en sí mismos y una alegría más profunda y duradera.
Reestructurando la sociedad para el bienestar colectivo
Una sociedad arraigada en la mentalidad del "ser" requiere redefinir valores fundamentales. Esto implica redefinir la productividad, las relaciones e incluso el tiempo. La productividad pasa de la actividad industrial a acciones que reflejan un propósito interior. Las relaciones evolucionan desde la manipulación y la cosificación hasta la conexión.
Al transformar nuestra cultura, los humanos podemos vivir en mayor armonía, libres de la constante necesidad de demostrar o adquirir. Una comprensión colectiva del tiempo evoluciona a medida que las personas dejan de apresurarse hacia "más" y comienzan a apreciar el equilibrio en su vida diaria.
Este cambio colectivo minimizaría el consumismo y la desigualdad material, centrándose en la realización humana como objetivo final.
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